Estrangulados por un acordeón físico
El Bayern atacó y defendió con todos para superar al Barça más débil que se recuerda
Hubo un tiempo, en la década de los 70 y los 80 principalmente, en el que la inferioridad física acomplejaba a los jugadores españoles que pisaban Alemania. Daba igual que fueran con sus equipos o con la selección en sus distintos escalafones. Esa especie de landismo futbolístico sucumbía ante jugadores con un físico que reflejaba las diferencias entre un país desarrollado y otro que rompía el cascarón de su atraso. Futbolistas de cereales y yogures, por decirlo de alguna manera, contra jugadores crecidos con pan y mantequilla. Hubo secuencias colectivas e individuales del partido del Allianz que recordaron aquellos años que generaron todos ese vocabulario tópico y derrotista respecto al fútbol germano: rodillo, apisonadora, tanque…
Estrangulados por un acordeón
Que sobre Alves recayera el peso ofensivo fue sintomático del quiebre ofensivo del Barça
El Bayern defendió con todos sus jugadores y atacó en oleadas. Entre los pocos antídotos que han derrotado al Barça en los últimos años se ha instalado uno que parece haberse hecho común: que los jugadores de banda más adelantados se replieguen casi a la altura de sus laterales. El ejemplar despliegue defensivo de Robben y Ribéry ayudó a que el Barça no pudiera profundizar después de intentar ensanchar el campo. Cuando recuperaba la pelota, el equipo de Heynckes llegó a pisar área con seis o siete jugadores. Lahm y Alaba se proyectaban sin ataduras, igual que Schweinsteiger o incluso Javi Martínez. Con apenas un 36% de posesión, el Bayern dio siempre la sensación de que detrás de cada robo escondía un aguijonazo a la carrera, de que el partido era suyo sin dominarlo aparentemente.
El físico del Barça no es para chocar, sino para tocar y presionar
El éxito del Barça o de la selección española no se ha basado en el crecimiento del canon físico de sus futbolistas, aunque se haya estirado y fortalecido. La famosa inferioridad en la condición física de base que achacaba Luis Aragonés al jugador español fue revertida durante estos años gloriosos por la capacidad de Xavi o Iniesta (12 balones perdidos) para desplegar en ataque todo su repertorio con la pelota durante 90 minutos y para presionar, que no es chocar, sino robar desde una ventaja ganada por colocación colectiva y anticipación individual. Nada de eso tuvo el Barça en el Allianz Arena. No desquició al Bayern con rondos porque no fueron profundos y no tuvo fuelle para recuperar la pelota arriba cuando se frustraban sus ataques. Que sobre Alves recayera el peso ofensivo fue sintomático del quiebre ofensivo del Barça (solo cuatro insólitos remates). Como los ataques no eran ordenados, ese desorden le impedía reagruparse con eficacia para impedir las contras meteóricas del Bayern. Que el Barça no es el mismo Barça si no presiona arriba es ya una sentencia paradigmática. La superior condición física que reconocieron los jugadores del Barça al término del partido fue decisiva, pero no por no poder fajarse en el cuerpo a acuerpo, sino porque no le permitió desplegar las dos grandes virtudes que le introdujeron en la gran historia de este juego: la velocidad en el toque y en el quite.
Doblado por el espinazo
La lectura de los espinazos de uno y otro, del esqueleto central es significativa. El Barça jugó atrás con el tierno Bartra, en el medio con el renqueante Busquets y arriba con el aura fantasmal de Messi (ni un remate a puerta). El Bayern jugó con el intimidante Boateng en la cueva, con Schweinsteiger (14 recuperaciones) y Javi Martínez (10 robos) en la medular y con Mario Gómez para ayudar al juego directo. Hubo en la alineación de Tito una fiabilidad extrema en el pasado que le descubrió el presente: el Bayern tuvo intensidad de partido de semifinales de Liga de Campeones y el Barça de un equipo que, como dijo Messi, aguarda tieso “a que acabe el año para pensar en el próximo”.
Müller y las imágenes más tópicas
El físico de Thomas Müller no tiene nada que ver con el del legendario Gerd, pero sí les emparenta su capacidad para sintetizar el juego. El Torpedo limitó al área su leyenda y el actual jugador del Bayern se despliega por la derecha, por el medio y en las inmediaciones del gol. Nunca hizo un toque de más, ni un arabesco, cada intervención suya fue tan fría como eficaz. Desmarques, alguna conducción apoyada en su larga zancada, dos apariciones ratoneras para marcar y un salto ganado a Alves en el saque de esquina que acabó dejando de cabeza para que Mario Gómez hiciera el 2-0. ¿Qué hacia el brasileño marcándole con esa diferencia de estatura? ¿Qué hacía tapando a Dante en el primer cabezazo que luego el mismo Müller convertiría en el 1-0?. Esas imágenes fueron las que más rememoraron aquellos años de complejos, pero fueron propiciadas por desajustes inexplicables en una semifinal de la Copa de Europa.
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