Pactos que atizan la violencia
El compromiso de Rosell con los Boixos para crear una grada de animación abrió el Camp Nou a las facciones más radicales y le obligó a rectificar
Un miembro de los Boixos Nois, hinchas radicales del Barça, y otro de Ultrasur, homólogos del Madrid, discuten en un foro de aficionados dos días antes de un clásico copero en el Camp Nou:
—Escuece que sin vuestra mierda de club y sus impedimentos se planten allí [Ultrasur] demostrando que sólo queda el mito. Intentad algo que sois los más malos joder!!!—, reta el ultrasur.
—Si quieres, nosotros que tenemos medio grupo en la cárcel y el otro medio amenazado de entrar, vamos a tiraros botellas a 200 metros, y vosotros así de tranquilos esperando que nos metan presos a todos... Estas cositas se hacen con dos cojones y sin pactar con el enemigo. Os plantáis unos cochecitos o furgos en Barna, en un lugar apartado, y llamáis por teléfono, indicando la localización, y ya verás quiénes son los más malos—, escribe el boixo.
El clásico, el 26 de febrero, acabó mal para el Barça, tanto por el resultado (1-3), como por lo que se vivió en el campo y en sus inmediaciones. Un grupo de boixos lanzó al menos tres bengalas, según fuentes policiales, a los ultrasur cuando entraban escoltados, y otra más cuando les acompañaban a la estación de tren. También agredieron a un miembro de seguridad, según esas mismas fuentes, y atemorizaron a otros cuantos cuando más de una decena de boixos saltaron el torno de una de las puertas del campo sin que nadie osase rechistarles. Pero lo peor fue una bengala que una persona joven, con la cara tapada, lanzó contra la grada donde estaban los aficionados del Madrid. Hacía mucho que no se veía algo así en el Camp Nou y se interpretó como el resultado del intento del presidente del Barça, Sandro Rosell, de crear una grada de animación encubierta, a espaldas de los Mossos d’Esquadra.
El club intentó crear una grada encubierta a espaldas de los Mossos d”Esquadra
Aquella noche hubo una demostración de fuerza de Los Casuals, la facción más violenta de los Boixos Nois, aseguran fuentes policiales. Pequeña, pero suficiente para que se pusiesen en alerta. Hacía mucho que no ocurría y era un aviso de lo que podía volver; aquellos tiempos en que Boixos tenían suficiente poder como para obligar al Camp Nou a guardar un minuto de silencio por la muerte por sobredosis de unos de sus miembros en 1997, Sergi Soto, con antecedentes por agresiones neonazis y que afirmó en televisión que asesinar a un travestido no era un delito.
Desde enero, el club ha entregado al simbólico precio de 10 euros un centenar de entradas a grupos de aficionados. “El 80% fueron a parar a manos de Casuals o Boixos”, aseguran fuentes policiales, que añaden que el club sabía perfectamente a quién se las daba. El expresidente Joan Laporta declaró la guerra a Boixos, les echó del Gol Nord (donde se reunían) y les separó, obligándoles a ocupar las localidades que constaban en su carné de socio. También vetó cualquier emblema del grupo en el campo, además de acabar con sus privilegios históricos, como entradas y recursos. Eso le costó a Laporta amenazas y coacciones, y le obligó a llevar seguridad privada.
“Perdonar también es un valor”, dijo en rueda de prensa el actual presidente Sandro Rosell a raíz de la polémica de la bengala en la que admitió que se había reunido con Boixos. Cuatro días después, Catalunya Ràdio reveló que el 16 de mayo de 2010, en precampaña electoral, Rosell firmó un documento con todos los grupos de aficionados en el que se comprometía a crear la grada de animación. El acuerdo —que rechazaba explícitamente la violencia en el estadio— lo rubricaba también Lluís Sureda, líder histórico de los Boixos Nois. “Me convocaron por mi experiencia en la animación, no por ser su representante. Si al final pusieron Boixos Nois fue porque yo represento un poco su línea, pero no porque fuese su representante autorizado”, defiende Sureda. Admite que “Boixos no es la hermanita de los pobres” y reconoce que reúnen a la “gente más radical y fanática”, pero no lo ve un impedimento para la grada.
Los Mossos incluyeron en septiembre de 2011 el nombre de Sureda en una lista de 138 personas que, por sus historiales, consideraban que no podían participar en la grada de animación. También censuraron a José Antonio Romero Ors, alias Jaro, que fue condenado en 1991 por asesinar a un aficionado del Espanyol, Frederic Rouquier. Tanto Sureda como Jaro son socios del club. “La mayoría de Boixos y muchos Casuals lo son”, aseguran fuentes policiales. “Lo que se tenía que haber hecho en etapas anteriores, si no se estaba de acuerdo con estos socios, es echarles”, azuzó también Rosell, en referencia a las medidas de Laporta.
Dentro de Boixos, hay quien admite que ellos también lidian con algunos “delincuentes” que forman parte del grupo. “Es imposible decirles que no a nada”, asegura un boixo. Mossos tiene detectadas a una treintena de personas “muy complicadas”. “Si no haces lo que ellos quieren, te controlan. Aquí no te dirán nada, pero en un desplazamiento irán a por ti”, explica un almogàvers, hinchas pacíficos, que han sufrido el regreso temporal al Gol Sur de personas que habían perdido de vista.
Rosell ha renunciado definitivamente a la grada. Desde entonces, los grupos de animación están formalmente en huelga. “Sin ellos esto es un cementerio”, se queja un aficionado que tiene un asiento en la zona del Gol Sur. Fuentes de Mossos creen que aún no se ha dicho la última palabra, y temen que empiecen las extorsiones que un día vivió Laporta.
El Barça dio un centenar de entradas que acabaron en manos de radicales
Hace años que Los Casuals se hicieron con el control de los Boixos Nois. Ellos mandan en el campo y fuera de él, y decirles que no puede suponer un serio problema, tanto para los propios boixos como para el resto de grupos de aficionados azulgranas. Temen las consecuencias de no doblegarse a su voluntad. Y no parece un miedo infundado. Su jefe, Ricardo Mateo, se encuentra en prisión preventiva y se enfrenta a 119 años de cárcel por una retahíla de delitos, entre ellos dos intentos de asesinato. La fiscalía le acusa, junto a otra treintena de personas, de dirigir una banda que se dedicó a extorsionar a locales nocturnos en Barcelona a cambio de protección. Se dedicaban a buscar pelea en discotecas, y luego les pedían un canon para convertirse en sus seguratas. Las víctimas, atemorizadas, guardaban silencio. Algo que les sirvió para formar un pequeño ejército que además se dedicaba, presuntamente, a apalizar por encargo.
Mateo, según la fiscalía, dirigía Los Casuals desde el Virginia, el bar de reunión clásico de los hinchas más radicales del Barça, hasta que hace dos años fue traspasado (ahora se reúnen en la Jarra). El trabajo sucio lo hacían, presuntamente, los minicasuals. Menores de entre 16 y 17 años que se dedicaban a armar la bronca y romperse la cara con quien hiciese falta. Precisamente es este grupito el que más preocupa a Mossos. “Imitan a los mayores, quieren ser como ellos”, explican fuentes policiales.
Mateo, con numerosos antecedentes, también fue acusado de robar a narcotraficantes, pero la Audiencia le absolvió de ese delito por falta de pruebas. Entre los acusados estaba también Antonio Torn, alias Antoñito, el supuesto responsable de las amenazas al expresidente del Barça Joan Laporta.
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