Encalla el Madrid

Había perdido el Madrid seis partidos en seis meses de competición. Estaban invictos en casa tras 20 encuentros y todo marchaba rodado salvo el resbalón copero. Pero tres derrotas consecutivas en el Palacio en una semana han destartalado la meritoria andadura de los blancos hasta comprometerles el factor cancha en cuartos. El conjunto de Laso es ahora segundo en su grupo —se clasifican cuatro y los dos primeros tienen el factor pista a favor para la siguiente ronda—, y en las dos últimas jornadas viaja a Moscú y recibe al Efes, ambos rivales directos.

Lentos de piernas y ofuscados de mente, los de Laso sucumbieron ante un Panathinaikos con mucho oficio, liderado por el colmillo de Diamantidis. Crispado en ataque, de nuevo negado desde el triple (dos de 17) e incapaz de correr, al Madrid no le bastó con la vuelta de Rudy, ausente por lesión en los dos tropezones previos, para salir del laberinto en el que se han metido.

Arrancó desatado el escolta mallorquín, que ganó la primera posesión, robó dos balones, metió a la carrera los cuatro primeros puntos de su equipo y dio una asistencia en poco más de dos minutos. En la segunda de sus entradas a canasta, perdió el paso, cayó sobre los fotógrafos y pareció resentirse de sus molestias en la espalda. Ahí frenó su efervescencia. Ukic se encargó de echarle el lazo y los verdes tomaron posiciones hasta acabar por delante el primer cuarto (14-17). El base croata se hizo con el libro de instrucciones y sus puntos y rebotes, acompañados del péndulo de Diamantidis, otorgaron la mano en la partida al Panathinaikos.

Ha encallado el Madrid y se notaba en el ambiente. La atmósfera estaba brumosa y el parquet, que hasta hace poco parecía un tartán, se había convertido en lija. En el primer acto se vieron más faltas (12) que canastas en juego (11 entre los dos equipos; tan solo tres del Madrid) y la presentación anunció un partido cerrado. Cegados desde el 6,75 (0 de seis al descanso), los de Laso tuvieron que rebuscar entre sus recursos de urgencia. Draper se convirtió en el grillete de Ukic y entre la espesura, se abrieron paso las piernas de Sergio Rodríguez y la mano de Mirotic para equilibrar el duelo (28-28, m. 14). Pero, a pesar del arreón, el cloroformo de Diamantidis siguió anestesiando a la defensa blanca. El Panathinaikos llevaba el ritmo y los pívots blancos iban cargándose de faltas en su intento de frenar a Lasme, Tsartsaris y Schortsanitis (33-38, m. 20).

Compañeros de viaje desde la primera fase de la competición, era la cuarta vez que ambos equipos se enfrentaban este curso con dos victorias en el expediente blanco. La primera, en el partido que abrió la competición, cuando los blancos tumbaron la resistencia de Schortsanitis con 23 puntos de Rudy. La segunda, en Atenas hace dos meses, cuando los de Laso remontaron 14 puntos con una memorable lección defensiva que secó al Panathinaikos, que solo pudo sumar 17 puntos en los últimos 20 minutos (cinco en el cuarto periodo). Pero esta vez no hubo reacción. Un triple de Llull, el primero de su equipo, y otro de Rudy fueron la puesta en escena de los blancos en el tercer periodo, pero apenas mejoró el atasco del Madrid ante el aro rival.

Incapaces de desplegar el contraataque y con el punto de mira desenfocado, los blancos se veían abocados por enésima vez a un ejercicio de supervivencia en un ecosistema adverso. La brega de Felipe, los rebotes de Begic y el nervio de Sergio Rodríguez sostuvieron a los locales mientras buscaban la lucidez extraviada. No apareció. Bajaron la guardia los verdes y a base de apretar los dientes en defensa y apurar algún sprint en ataque, el Madrid se rehízo (53-46, m. 29). Pero fue un espejismo. Inmutable, Diamantidis siguió con su yoyó a pesar de la abnegación de los de Laso. Cada canasta costaba un suplicio, cada defensa era de trinchera. Los puntos de Rudy y Mirotic ejercieron de lubricante de un engranaje chirriante, pero nada fue suficiente para tomar vuelo. Un triple de Diamantidis devolvió la iniciativa en el marcador a los visitantes (63-64 a 2m 49s). Ya no la perderían hasta el final. Abonados al suspense en las últimas semanas, el Madrid volvía a jugarse la victoria en el trapecio. Y, de nuevo, la moneda salió cruz. El carrusel de faltas y tiros libres alargó la agonía y selló la condena local. Nunca había perdido tres partidos consecutivos el Madrid de Laso.