El Levante gana casi sin querer
Pese a su dominio, el Valladolid pierde en el Ciutat de València tras marcarse en propia puerta
Enésima remontada del Levante, el equipo con más fe del campeonato. Si le abandona el juego o si el rival le da un repaso, como en la segunda parte, le queda el entusiasmo. O la suerte. La presión de Martins precipitó, ya en el minuto 90, el gol en propia puerta de Rukavina. Tumbado en el suelo Diop, al final del encuentro, no podía creérselo. Como casi nadie en el Ciutat de València. El Valladolid lo había tenido todo a su favor: el balón, las ocasiones y la ambición. Javi Guerra sacó con la chepa el remate a bocajarro de su propio compañero: Larsson. Y, solo ante Munúa, el central Marc Valiente cabeceó desviado. De postre, Rukavina marcó en el arco equivocado. Para una vez que el Levante se quedó sin gas, sin chispa en el contragolpe, la fortuna estuvo de su lado. Y la muy sólida actuación de sus dos centrales: David Navarro y Héctor Rodas, lesionado Ballesteros a las primeras de cambio.
LEVANTE, 2 - VALLADOLID, 1
Levante: Munúa; Chris, Ballesteros (H. Rodas, m. 30), David Navarro, Juanfran; El Zhar, Diop, Iborra, Rubén (Valdo, m. 69); Barkero (Juanlu, m. 77); y Martins. No utilizados: Keylor, A.J. Ríos, Pedro López y Roger.
Valladolid: Dani; Rukavina, Sereno, Marc Valiente, Peña; Baraja (Sastre, m. 77), Álvaro Rubio; Larsson, Óscar (Neira, m. 88); Omar (Bueno, m. 64); y Javi Guerra. No utilizados: Jaime, Jesús Rueda, Balenziaga y Rubén Peña.
Goles: 0-1. M. 7. Baraja, de volea con la zurda. 1-1. M. 43. Barkero, de falta. 2-1. M. 91. Rukavina, en propia puerta.
Árbitro: Álvarez Izquierdo. Amonestó a Marc Valiente, Martins, Juanfran, Iborra.
14.121 espectadores en el Ciutat de València.
Dos goles como dos soles electrizaron el primer periodo. Para Javier Baraja, la volea de su vida. Un zurdazo desde la frontal del área a la salida de un córner. La perfección en el golpeo que habría firmado en la selección o en el Valencia su hermano mayor Rubén. Sin tanto talento, el pequeño de los Baraja, ya de 32 años, disfruta ahora en el centro del campo, reconvertido por Djukic después de años en la defensa. En el Valladolid juegan todos; prohibido dar un pelotazo. Conjunto paciente en la elaboración, estético, se repliega con mucho orden. Consciente de la habilidad de Martins para filtrarse entre los dos centrales, Djukic colocó a Álvaro Rubio en medio de los dos: una especie de libre con la obligación de sacar el balón.
Esposado Martins, muy errático en los pases, el Levante se entregó a la zurda de Barkero, que marcó en una de esas faltas reservadas a los grandes especialistas: potencia, efecto y precisión, todo a una para cerrar una primera parte notable por ambas partes, ambos equipos muy orgullosos de defender su estilo.
Álvaro Rubio abandonó la madriguera y el Valladolid acentuó su vocación atacante tras el descanso. Dio un recital de pases, tejiendo y destejiendo sin ninguna prisa, recuperando la pelota con rapidez. Habituado a vivir sin el balón, el Levante afiló el sentido vertical de su juego. Demasiado. Estilizado por la presencia de Rubén, siempre dispuesto a tirar una buena pared. Lo suplió Valdo, que regresaba después de su aventura mexicana. Se ubicó como segundo delantero, por detrás de Martins, pero ha vuelto fuera de forma, sin la potencia habitual de su zancada. Plomizo en el contraataque el Levante, sin surtir efecto los cambios de JIM, el dominio blanquivioleta llegó a exasperar a la grada granota. Abocado el partido a un empate que parecía insuficiente para el Valladolid, la ruleta del fútbol le dio una nueva alegría al Levante.
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