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El Atlético compite siempre

Un gol de Diego Costa desactiva a un Betis que nunca creyó en la remontada y clasifica a los rojiblancos para las semifinales

Rafael Pineda
Rubén Pérez y Filipe Luis disputan el balón.
Rubén Pérez y Filipe Luis disputan el balón.PACO PUENTES (EFE)

Sin despeinarse, ayudado por un Betis que casi nunca creyó en la remontada, el Atlético vivió una noche plácida en Sevilla. En ella confirmó su pase a las semifinales de la Copa sin apenas desgastarse, sufriendo lo mínimo y ofreciendo una magnífica sensación de seguridad. Lo importante de la clasificación del Atlético radica en que se basó en un profundo respeto a su rival a pesar del 2-0 logrado en la ida. Los de Simeone no bajaron un ápice la intensidad y en ese alto nivel competitivo labraron su éxito. El hambre del Atlético dispara sus prestaciones y lo hace más fiable, algo que sintió en sus carnes un Betis muy tierno, con jugadores inferiores en el aspecto físico y otros, fundamentales en su esquema, con la gasolina justa. Un problema para el equipo de Mel, cuarto en la Liga, pero con demasiado plomo en sus piernas.

Tampoco el entorno ayudó mucho en fomentar una remontada que exigía su pizca de épica, con pocos aficionados en las gradas en un ambiente muy favorable para los visitantes. Por lo tanto, vivió feliz el Atlético, que no acusó lo más mínimo las ausencias de Falcao y Juanfran. Encontró a su protagonista en Diego Costa, insaciable, peleón y voraz, que resultó triunfador de su particular pelea con los centrales béticos, Amaya y Perquis. Ya en la ida, el brasileño fue decisivo. En el Villamarín corroboró que el Atlético no solo es temible con Falcao. También puede disfrutar con Diego Costa, lo que muestra su profundidad de plantilla y el compromiso de todos sus elementos. Con esa intensidad y la fe que se profesa, al Atlético no debe asustarle ninguna meta.

BETIS, 1 - ATLÉTICO, 1

Betis: Casto; Ángel, Amaya, Perquis, Nacho; Rubén Pérez, Beñat (Molins, m. 46), Salva Sevilla; Vadillo, Rubén Castro (Nono, m. 70) y Campbell (Jorge Molina, m. 46); No utilizados: Adrián; Chica, Cañas y Eneko.

Atlético: Courtois; Manquillo, Miranda, Godín, F. Luis; Mario, Gabi (Emre, m. 54); Adrián, Koke, Arda (R. García, m. 73); y D. Costa (Cebolla Rodríguez, m. 62). No utilizados: Asenjo; Tiago, Cisma y Cata Díaz.

Goles: 0-1. M. 46. Diego Costa marca a puerta vacía tras un error de coordinación entre Casto y Amaya. 1-1. M. 90. Jorge Molina, de penalti.

Árbitro: Clos Gómez. Amonestó a Rubén Pérez, Gabi, Filipe Luis, Adrián, Miranda y Raúl García.

Benito Villamarín. 21.605 espectadores.

Las cosas en el fútbol no suceden por casualidad. Casi siempre suele vencer el mejor equipo. El Atlético es mejor que el Betis porque vive un año mágico y ha encontrado un entrenador que explota a la perfección las virtudes que, precisamente, se le hacen muy incómodas a un equipo como el andaluz. Intensidad, presión, anticipación y agresividad son las señas que definen básicamente al Atlético, sin restar la calidad que atesoran elementos como Arda, Koke o Gabi. Cualidades que, aliñadas por el 2-0 de la ida, dibujaron un panorama muy oscuro para el Betis. Enredado en la confusión y presionado hasta la extenuación, el equipo de Mel se movió con dudas, pues ni se fue a por el Atlético de forma abierta, temiendo su contragolpe, ni lo esperó en busca de espacios. En el híbrido se gestó un encuentro de ritmo lento, sin ocasiones, donde el Atlético de movió con absoluta comodidad, muy ordenado y cómodo en el campo. De cada disputa salía beneficiado el conjunto madrileño, con Beñat y Salva Sevilla muy tapados, con Rubén Castro, el goleador bético, bien sujetado por Godín y Miranda.

El Betis solo encontró resquicio a la maldad en el intento de sus centrales por desquiciar a Diego Costa, un delantero de los buenos que a veces se pasa de frenada. Perquis y Amaya lo buscaron con frecuencia y el brasileño picó en ocasiones, enervando a la grada y alimentando la posible reacción bética. No estuvo nada deportivo el equipo bético en la faceta de cabrear al delantero brasileño.

El intento resultó infructuoso, por más que Ángel incluso llegara a golpearlo. Debió mirarse más el Betis su incapacidad para generar fútbol ante un rival tan bien plantado y ocuparse, además, de ganar fortaleza física con jugadores potentes, para arropar, por ejemplo, a elementos como Salva Sevilla o Beñat, rebotados en cada choque con los jugadores del Atlético. Con el partido en vía muerta, el Betis decidió entonces inmolarse. Un balón en largo provocó una alocada salida del portero Casto, suplente de Adrián en la Liga.

Vivieron felices los de Simeone, que no acusaron las ausencias de Falcao y Juanfran

Amaya no oyó ni vio a su compañero y el balón le quedó a Diego Costa. Uno de los goles más fáciles de su carrera. Costa marcó y, de paso, celebró el tanto de forma airada, señalando a la grada, feliz por vencer en la batalla que le plantearon. Al descanso, los jugadores del Betis lo buscaron, otra vez, para rendirle cuentas.

En el fondo expresaron una gran impotencia porque la eliminatoria había quedado decidida. El tanto del Atlético premió su superioridad, en especial en defensa, en el control del juego, en el hecho de que el Betis no fuera capaz de disparar a la puerta de Courtois, espectador de lujo. No pensó Simeone que la noche discurriera de forma tan plácida. El Betis, cortocircuitado, con una plantilla que está pagando muy jugar dos partidos por semana, dio la impresión de haber entregado las armas sin presentar batalla. Apenas un disparo de Jorge Molina o un remate de cabeza de Rubén Castro alteraron la tranquilidad de la noche atlética en una segunda parte que se hizo eterna, solo adornada por un penalti en el último minuto de Godín a Jorge Molina que anotó el propio delantero del Betis. Cosquillas para un Atlético muy sólido.

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