“Quería ser Roberto Carlos”
De niño, Adriano Correia (Paraná, 26-10-84) se escapaba del colegio detrás de un balón. Su madre limpiaba casas y su padre trabajaba en la cadena metalúrgica de una fábrica en Curitiba. Nunca le faltó un plato en la mesa pero no sobró nada en aquella casa humilde donde aprendió valores que ahora transmite a sus hijos y, al tiempo, decidió que quería ser futbolista tras asistir a un Curitiba-Palmeiras.
Pregunta. ¿Siempre fue lateral?
Respuesta. Sí, desde que empecé en el equipo de la fábrica donde trabajaba mi padre quería ser como Roberto Carlos.
P. ¿En qué medida le condicionó su origen?
R. Básicamente en que a mis hijos no les doy todo lo que podría porque entiendo que deben valorar la suerte que tienen. Les llevo al barrio donde crecí para que conozcan sus raíces y les enseño las dificultades de otros niños pero, sobre todo, les enseño que traten a la gente por lo que son, no por lo que tienen, porque eso me enseñaron mis padres. Quiero que sepan comportarse en cualquier sitio. Muchas veces pienso que educar a mis hijos es más importante que ganar un título.
Rematé a la esquina pero hasta que no vi la pelota dentro no supe que era gol”
P. Su hijo juega en la escuela del Barça. ¿Los valores que recibe le remiten a los consejos de su madre?
R. Totalmente. Todavía me recuerda la importancia de no olvidar de dónde vengo. Y a mi hijo le escucho ahora decir cosas que me inculcaron de crío, que me decía mi madre. Antes de apuntarle en la cantera hablé con la gente de la escuela y la verdad es que es de chapeau. Genera una extrema tranquilidad dejarle en la escuela, porque enseñan a competir y a ganar desde el respeto.
P. ¿Usted dónde aprendió a golpear el balón con las dos piernas? Su gol contra el Atlético remite al que marcó contra el Valencia.
R. A golpear al balón me enseñó mi padre. Tuve una lesión en el pie y me dijo: “Aprovecha y practica con el otro. Si quieres ser futbolista, esto marcará a la diferencia”. Le pego de interior, con mucha rosca y fuerte. Mi padre tenía razón, jugar con los dos pies me ayudó a llegar al Barcelona.
P. ¿Ante el Atlético, supo que entraba desde que le pegó? ¿Buscó ese rincón?
R. Lo busqué, pero hasta que no la vi dentro no supe que era gol. Al final, bajó muy rápido. El remate es distinto del día del Valencia. El domingo le pegué buscando colocar y contra el Valencia le pegué muy fuerte.
P. ¿Hasta qué punto su acción es premeditada? ¿Hasta qué punto improvisa en el campo?
R. Respeto lo que dice el mister, pero el juego sale de uno, sale natural. Este es un equipo para gente creativa, pero cualquiera no puede jugar aquí porque al llegar hay que tener la paciencia de trabajar día a día y aprender. Aquí no dejas de competir por mucho que ganes y eso implica tener ambición, trabajo y humildad. Y correr mucho. Este equipo, para hacer lo que hace, debe correr mucho. Vamos al máximo en cada partido y siempre queremos más. Eso es respeto al rival, nunca hacemos cositas para humillar, pero siempre queremos más aunque en la primera parte vayamos 3-0.
P. ¿Recuerda el día que le llamó el Barcelona?
R. Sí, estaba en pretemporada. Llegué a la habitación y vi una llamada perdida del presidente. Le dije a Renato: ‘Me ha llamado Del Nido. ‘¡Llámale!’, me dijo. Le llamé y me contó que había acuerdo entre los clubs y que era tema de mi representante cerrar el trato. Pensé: “Si está arreglado entre clubes, será fácil”. Y lo fue.
P. ¿Era muy diferente aquel vestuario del Sevilla al del Barça?
R. Era más andaluz, diferente. Nos reíamos mucho. Además, fue la mejor etapa de la historia del Sevilla. Jugábamos distinto del Barcelona, claro, más directos, con gente rápida en banda, y con Kanouté y Luis Fabiano. Recuerdo que la primera vez que vi a Kanu pensé: ‘¡Cómo pude ser tan alto, tan rápido y tan bueno!’ Nunca olvidaré la final de la UEFA contra el Espanyol. No sabía si iba a jugar, porque salía de una lesión, y resulta que metí un gol. Sevilla se parece a Brasil, es una fiesta.
Contra el Madrid jugué de central para devolverle a Tito la confianza que me dio”
P. ¿Qué le queda del fútbol que aprendió en Brasil?
R. Las ganas de pasarlo bien. Edinho Baiano, por ejemplo, me enseñó al llegar al Curitiba la importancia de responder al compromiso con los compañeros sin olvidarme de disfrutar. “Da lo que puedas, pero disfruta, la responsabilidad es nuestra, de los veteranos”, me dijeron. Tácticamente es muy distinto porque en Brasil jugamos un 3-5-2, marcas al hombre... Aquí no, aquí se exige pensar más.
P. Alguien dijo que jugar en el Barcelona de defensa es una gran putada. ¿Lo cree?
R. No, no, yo me lo paso bien. Está claro que hay momentos en los que sufres, pero al final lo hago todo con el corazón porque sé que si hago lo que debo es bueno para el equipo.
P. ¿En qué medidas ha cambiado el Barça desde que se fue Pep?
R. No mucho, en lo básico seguimos igual. Lo que hizo sigue presente. Guardiola ha cambiado el fútbol. Pero seguimos pensando lo mismo. Yo crecí como persona y como futbolista desde que llegué al Barcelona, cambié mi manera de entender el juego y vivo diferente. Cambié mis hábitos, descanso más, como distinto, no tomo coca-colas, he cambiado mi modo de vida por jugar en el Barcelona... Bajé cinco kilos y eso me ayudó, porque antes no terminaba un partido sin pensar en la idea de lesionarme. Ya no. Ahora en el minuto 70 ya no pienso en eso. Aprendí a descansar y a alimentarme, amueblé mi cabeza y a los cinco meses supe que algo había cambiado. Ahora pienso en el partido, no en mi pierna, porque sé que a los tres días estaré en condiciones.
En el minuto 70 ya no me planteo que me puedo lesionar y eso me da confianza”
P. ¿Qué parte de culpa tiene esa confianza en su rendimiento?
R. Toda. Supe que iba a ser mi año antes de empezar por lo mucho que maduré dentro y fuera del campo el año pasado. Pep me cambio la vida. Y ahora me valoran los compañeros. Eso me dio confianza. Dejé de sufrir, empecé a disfrutar, y supe que la gente creía en mí.
P. ¿Por eso fue capaz de rendir incluso como central contra el Madrid?
R. Sí. Fue cuestión de confianza y de compromiso. Le debo respeto a la persona que me pone y al compañero. Tito me dijo que podía jugar ahí y yo pensé: “Si me lo dices tú, debo responder a esa confianza”. Hablé mucho con Mascherano. Y traté de devolver la confianza, lo hice por Tito y por el equipo. Salí orgulloso, fue difícil y tuve dudas antes, pero en el campo, no. Disfruté, aunque no es lo mismo jugar con tres que con una defensa de cuatro, porque debes pensar en la espalda del otro central y al tiempo, en tapar al lateral, debía pensar en la subida de Alba. Ser central en el Barcelona exige más cabeza que piernas. Y aunque empatamos, sentí alegría y orgullo por aportar algo al equipo.
P. Llegados a este punto, ¿cuál es el planteamiento?
R. Bajar el pistón sería un grave error; sabemos lo difícil que es alcanzar lo que tenemos y no queremos perderlo.
P. ¿Por qué este equipo no se cansa de ganar?
R. Por humildad, por el buen ambiente que tenemos, por la amistad que tenemos en el grupo.
P. Y en ese ambiente ¿qué piensan de Mourinho?
R. No es mi problema, pero a Mourinho no consigo entenderlo.
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