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Iniesta y la prueba del 11

El manchego triunfa desde la demarcación en que han brillado por fuerza las estrellas del Barça

R. BESA
Iniesta se marcha de El Zhar, del Levante.
Iniesta se marcha de El Zhar, del Levante.Juan Carlos Cárdenas (EFE)

A Iniesta le suele ir muy bien con La Roja. Juega liberado, le tratan a cuerpo de rey y se expresa con la firmeza de quien se siente importante. Así que antes de viajar “encantado” a Panamá en el último amistoso con la selección española afirmó que su situación en el Barcelona no era “normal”. El manchego había sido hasta entonces tantas veces titular como suplente en la Liga. Tito Vilanova apostaba siempre por Cesc y rotaba preferentemente con Iniesta. Hasta que a su regreso de Panamá llegó el partido contra el Zaragoza. El jugador de Fuentealbilla ya no se ha movido de la alineación azulgrana y ha recuperado su rol de estrella mundial. Las últimas actuaciones de Iniesta han sido especialmente celebradas en el Barça.

La novedad no está en el éxito sino en la demarcación que ocupa. Iniesta, que siempre se sintió interior, sobre todo desde su triunfo internacional, se ha ganado el puesto como falso extremo izquierdo. Ya le pasó en tiempos de Rijkaard, cuando funcionaba como complemento y no era una figura. Ahora, en cambio, es una celebridad y, como tal, ha caído a la misma banda a la que de alguna manera fueron condenados jugadores como Stoichkov, Rivaldo o Ronaldinho, delanteros que desequilibraban en ataque y por contra penalizaban en defensa. Aunque no tiene la misma productividad goleadora, Iniesta aspira a tener una mejor influencia en el juego que sus laureados antecesores porque se maneja igualmente bien por dentro que por fuera de la cancha.

Ha caído a la misma banda a la que de alguna manera fueron condenados Stoichkov, Rivaldo o Ronaldinho

Iniesta ha mezclado bastante bien con Cesc después del clásico contra el Madrid. Los partidos jugados en Moscú y en el Ciutat de València contra el Levante han mostrado la mejor versión del manchego por su capacidad para regatear, ganar la línea de fondo y asistir la llegada de la segunda línea y de Messi, las funciones que se le piden a un 7 o a un 11 en el Barça —las de un extremo clásico—, y también por su facilidad para combinar, asociarse y entender el juego posicional, características propias de un interior. No parece una solución definitiva sino más bien coyuntural, sobre todo porque Vilanova parece un técnico flexible, nada dogmático, pese al respeto que guarda al estilo del Barcelona y al dibujo clásico del 4-3-3.

El equipo siempre se ha desplegado con un medio centro y dos extremos desde la llegada de Cruyff al Camp Nou en 1988. Todavía se recuerda el jaleo que se armó cuando el entrenador holandés vistió de extremo derecho a Lineker y a veces a Julio Salinas. El serial continuó con las acaloradas discusiones de Van Gaal con Rivaldo. El éxito de Rijkaard se produjo después de la llegada de Davids como tercer centrocampista y el desplazamiento a la banda de Ronaldinho. Y son recientes las variantes tácticas empleadas por Guardiola con Henry, Eto’o, Bojan e Ibrahimovic reciclados como extremos, especialmente en el momento en que apostó por jugar con Messi como falso 9.

La fuente del juego ha variado con el paso de los partidos y ya no necesariamente nace de la figura del 4 que representó Guardiola. La explosión de Xavi llegó después de que se convirtiera en el eje del fútbol desde el puesto de 8 y hubo un tiempo en que el barcelonismo presumía de contar con la mejor ala derecha del mundo: Alves-Xavi-Messi. Ahora, en cambio, con el 10 ejerciendo de 9, el Barça ataca mejor por la izquierda con Jordi Alba, Cesc e Iniesta. El mayor damnificado ha sido de momento Villa, un delantero capital por su aportación goleadora, muy capaz de acabar las jugadas con o sin el consentimiento de Messi.

Hay más alternativas válidas para determinados partidos, como Tello o Cuenca —ayer empezó a entrenarse con el equipo—, así como adelantar a los laterales, Adriano o Alves, que estará de baja de 15 a 20 días. Iniesta, sin embargo, se presenta como un valor muy interesante, porque ha evolucionado la figura del 11. Ya no se trata de un destierro para un volante, o para el mejor delantero, sino que sería el puesto que se reinventó Iniesta, para poder jugar todos los partidos cuando no le ponen de 10.

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Sobre la firma

R. BESA
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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