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Sebastián Viberti, futbolista icono del mejor Málaga

El argentino se convirtió en un mito del equipo andaluz en los años setenta

Rafael Pineda
Sebastián Viberti, en su época en el Málaga.
Sebastián Viberti, en su época en el Málaga.DIARIO AS

La Rosaleda recibió conmocionada la muerte de Sebastián Viberti. El 24 de noviembre, a los 68 años y en su Córdoba argentina natal, el corazón le falló de forma definitiva a este futbolista que se convirtió en la gran figura del Málaga de finales de los sesenta y principios de los setenta. La afición malagueña guardó un respetuoso minuto de silencio en la previa del duelo ante el Valencia porque Viberti, en la Costa del Sol, era considerado un mito de aquel Málaga que desde 1969, año de su llegada, hasta 1974, cuando se fue, firmó las mejores temporadas de su historia antes de la llegada del jeque y de Manuel Pellegrini. Un Málaga más familiar, donde Viberti encajó a la perfección desde su presentación oficial en la jornada 13 de la temporada 69-70 con una goleada por 5-0 ante el Espanyol de Griffa, el gallito de la Segunda.

Un Málaga recién descendido que con la llegada del argentino se disparó en busca del ascenso. Viberti llegó junto al chileno Riveros. Pronto desbancó a su compañero en el altar del malaguismo al plasmarse el ascenso a la máxima categoría después de un triunfo por 1-2 ante el Bilbao Athletic. Con su fútbol exquisito, caudillo del centro del campo, fue un centrocampista organizador y vocación ofensiva que destiló clase y calidad. Viberti cuajó cuatro grandes temporadas en un Málaga que alcanzó con él dos séptimos puestos en la Liga, en 1972 y 1974, y que siempre se mantuvo entre los 10 primeros de Primera entre 1970 y 1974. El medio condujo al Málaga a unas semifinales de Copa y sintió al equipo andaluz como algo propio. Su mujer se enamoró de la Costa del Sol, tuvo tres hijos malagueños y él se convirtió en un ídolo de la afición.

Los jóvenes se dejaban el pelo largo imitando al futbolista y Viberti no podía dar un paso por la calle sin ser agasajado por los malaguistas, que disfrutaban de su clase y de ese equipo que contaba con otros grandes jugadores, como su compatriota Vilanova, Migueli, Guerini o Conejo. No se mataba en los entrenamientos y era fumador, hasta el punto de que llegó a fumarse algún que otro cigarrillo en los descansos de los partidos, pero luego en el campo se transformaba para dominar el juego a su antojo, con un 46 de pie que provocó que el día de su presentación no le encontraran botas para disputar su primer partido. Estuvo a punto de fichar por el Madrid a cambio de 25 millones de pesetas, pero al final permaneció en el Málaga.

En sus dos últimas temporadas comenzó a tener problemas con un entrenador de enorme carácter, Marcel Domingo, y en 1974 abandonó el Málaga a pesar de su deseo de permanecer en un club y una ciudad en donde se sentía muy feliz. El día de su adiós contaba que decidió dar un paseo solo por el estadio de La Rosaleda, a oscuras, en una íntima despedida. Domingo le dio la baja y el club intentó retenerlo ofreciéndole un cargo como responsable de la cantera. Viberti deseó seguir jugando al fútbol y se marchó al Nástic.

Cuatro grandes temporadas del Málaga tocaron a su fin, pues Viberti no triunfó en Tarragona, Marcel Domingo fue destituido a los seis meses de su adiós y el año acabó con el equipo de nuevo en Segunda. El gran Málaga de Viberti se desmoronó como un castillo de naipes. No fue el fin de su relación laboral con el conjunto albiazul: en febrero de 1978, el club pensó en él como entrenador debido a la delicada situación deportiva del club, de nuevo a las puertas del descenso, pero ahora a la Segunda B. Viberti mantuvo al equipo y a la siguiente campaña logró el ascenso a Primera como segundo clasificado. En 1980 llegó otro descenso y Viberti dijo adiós. Murió con la pena de no haber podido disfrutar de este Málaga histórico de la Liga de Campeones, pero siempre mantuvo contacto con gente de la que consideró su casa. El Málaga ha decidido que la puerta 5 de La Rosaleda, el dorsal del argentino, lleve su nombre.

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