La mejor noche del Sevilla

Cuando peor le pintaban las cosas tras una temporada irregular, preso de las dudas por su falta de juego y eficacia, el Sevilla edificó una obra maestra. Fue justo cuando más lo requería su gente, en el derbi, al que llegaba el Betis con aires de grandeza, en el cuarto puesto, y se encontró con un meneo descomunal, con un rival que le superó desde el primer minuto al tener el acierto de plasmar desde el inicio las virtudes que le hacen un equipo competitivo: intensidad, velocidad, garra y eficacia. Fue Reyes el que mejor escenificó la brutal transformación de un Sevilla pletórico. Medio apartado de la titularidad por su falta de rendimiento, Míchel le dio la oportunidad en uno de los duelos más importantes de la temporada. Respondió a la perfección el extremo, como su equipo, doblegando en todas las facetas a un Betis desconocido y tímido, descosido por un Sevilla colosal.

La paliza se gestó muy pronto, a los 14 segundos, con el gol más tempranero en la historia de los derbis. Sacó el Betis de centro y el balón le llegó a Adrián. El portero le regaló el balón a Reyes, que fulminó al guardameta con un disparo impecable. El Betis, muerto, sin alma, fue un muñeco en manos de un Sevilla que olió la debilidad de su rival ante la incredulidad de su técnico, Pepe Mel, en la banda. A los cinco minutos, una gran falta de Rakitic fue rematada por Fazio libre de marca, en posición dudosa, a la red. El vendaval sevillista no se detuvo. Superior en el centro del campo con una presión asfixiante de Maduro, Medel y Rakitic sobre Beñat, encontró siempre superioridad en la banda derecha con Cicinho y Navas, al mismo tiempo que Reyes dibujaba pases y remates de ensueño.

Ante la superioridad del Sevilla, el Betis se limitó a conceder un regalo tras otro, con una defensa de plastilina, sin centro del campo, con un puñado de jugadores acomplejados y sin ritmo. Mel intentó cambiar el negativo panorama con la entrada de Pereira por Cañas. De nada le servía ya haber poblado tanto el centro del campo. Lo que se encontró Mel fue golpe tras golpe, llegadas en aluviones del Sevilla, salvadas algunas por el meta Adrián y otras convertidas en gol por Reyes, otra vez, y Fazio, otra vez. Un histórico 4-0 campeaba en el marcador a los 42 minutos.

Nervión vivió una fiesta, pues en pocas ocasiones su gente puede disfrutar del buen fútbol de su equipo sometiendo al enemigo más pronunciado, ofreciendo, además, juego, garra, anticipación y goles. El Betis, puro desconcierto, vivió situaciones surrealistas, como la sustitución de Mario a los dos minutos de la reanudación al salir lesionado al campo después del descanso, y otras producto de la impotencia y el mal perder, como la amarilla a Rubén Pérez tras agarrar y empujar luego a Navas.

El Sevilla barrió a un Betis mustio gracias a su intensidad, garra velocidad y eficacia

Zarandeado y golpeado el Betis, el propio Rubén Pérez pagó muy cara su tontería de agarrar a Navas, ya que tocó el balón con la mano y fue expulsado. Con 10 y Paulao renqueante sin que Mel se atreviera a cambiarlo en una falta de autoridad desconocida en el entrenador verdiblanco, Míchel, genial en su planteamiento, se dio el gustazo de cambiar a Reyes para firmar el reencuentro del utrerano con una grada extasiada que vivió momentos de gloria, desconocidos en los dos últimos años en Nervión. Como en el último gol de Rakitic, tras un taconazo de Navas. La fiesta completa.

Si quería resucitar, el Sevilla escogió el mejor día, con un partido donde durante muchas fases del encuentro humilló al Betis, aspirante al cambio de ciclo aunque, de momento, se tendrá que contentar con seguir arriba en la clasificación. En el duelo directo, su victoria fue tan incontestable como merecida y está por ver si supone un punto de inflexión en su irregular temporada. Por lo visto en el derbi, el trono del fútbol sevillano sigue ocupado por los de Míchel mientras los verdiblancos aún se preguntan por su desidia y vulgaridad en un duelo tan señalado.