Las raíces de Panamá
Dely Valdés, técnico ‘canalero’ y rival de España, entiende la evolución del fútbol de su país a través del fallecido Rommel, ex del Tenerife
La lápida que recubre la tumba de Rommel Fernández (Panamá; 1966-1993) está decorada con un terreno de juego y los tres escudos de los equipos españoles que defendió: Tenerife, Valencia y Albacete. Un accidente de tráfico, después de un entrenamiento en Albacete el 6 de mayo de 1993, acabó con la vida de El Panzer, apodo que le vino de su tremenda fortaleza física y contundente juego aéreo. “Era criminal en el remate de cabeza”, dice Dely Valdés, ex jugador del Málaga y del Oviedo, actual seleccionador panameño. Su muerte provocó la creación de la peña Curva Rommel en Albacete, que cada año, junto a miembros del club, lleva flores al árbol contra el que se estrelló su Toyota Celica. Y en el Heliodoro Rodríguez López tinerfeño, una placa de cerámica con su retrato, arrodillado, celebrando un gol, le recuerda: “Con su nobleza, humildad y entrega profesional despertó dormidos sentimientos tinerfeñistas”.
El estadio en el que mañana España se medirá a la selección local (22.30. La 1), el único de hierba natural, también lleva su nombre. “Rommel es el fútbol en Panamá”, asegura Valdés, que explica la evolución del fútbol de su país, 46 en el ránking FIFA, a través de Rommel o él mismo. “Antes, aquí éramos cuatro los que jugábamos al fútbol. Fue un milagro que saliera alguien con nivel para la Liga. O cómo salió uno de mis hermanos, Armando —ya fallecido—, para Argentina, que fue a través de una beca de la embajada panameña en Buenos Aires. Y detrás de él ya fui yo. Ahora, en términos de afición, creo que hemos igualado al béisbol y al baloncesto, los deportes mayoritarios aquí”.
“En un partido en Lleida, como no soportaba el frío, le dieron coñac”, cuentan de Rommel
Rommel fue detectado por El Tigre Barrios, ex delantero del Barça y del Tenerife en los años 70, cuando ejercía de secretario técnico del club chicharrero. Lo vio en un mundialito de la inmigración celebrado en Tenerife en 1986 al que Rommel acudió falseando sus antecedentes españoles para poder disputarlo. Para ratificar su corazonada de que en ese espigado y esculpido cuerpo caribeño había un goleador de raza, Barrios montó un amistoso que convenció al cuerpo técnico. “No pudo jugar con el equipo en su primer año en Segunda B por ser extranjero y se quedó en la Orotava, con mi familia hasta que ya pudo jugar con nosotros cuando ascendimos a Segunda”, recuerda Isidro, su compañero más cercano en la isla; “al principio era introvertido, pero luego tenía contienda, como decimos aquí, con todo el mundo. Se le quería mucho, siempre estaba alegre. Le encantaban la salsa y el merengue. A veces, en los entrenamientos, cuando parábamos, te hablaba mientras hacía un pase de baile. En un partido en Lleida, como no soportaba el frío, le tuvieron que dar coñac porque no sentía los pies”. “Se escuchaba la música de su casa desde la calle, en Tenerife vivía cerca del estadio”, evoca Felipe Miñambres. “En mi primer entrenamiento le partí la ceja saltando por un balón, era la estrella y el goleador del equipo y no se enfadó. Cuando se fue al Albacete, nos enfrentamos y en un choque, como era tan fuerte, salí rebotado y me rompí la clavícula. Vino a verme al hospital y después no paró de llamarme”, cuenta Toni, otro compañero del Tenerife. Poco antes de morir, una encuesta situaba a Rommel al mismo nivel de popularidad que al presidente de su país por entonces. Los goles con los que contribuyó al ascenso del Tenerife a Primera y a la posterior permanencia, los 300 millones de pesetas que en 1991 pagó el Valencia por él y su triunfal, pese a corta etapa en Albacete, dispararon la pasión por el fútbol entre los canaleros.
“La salida de Rommel y la mía fue muy importante para el crecimiento del fútbol panameño. Ahora tenemos a más de 20 jugadores fuera”, advierte Valdés. “Este no es un fútbol profesional, pero ahora hay dirigentes y patrocinadores que han apostado por desarrollarlo. Jugamos un 4-4-2, pero por encima de esquemas, partimos de la actitud y esta es buena, lo que nos ha permitido mejorar en defensa”. Valdés habla en plural porque su gemelo, Jorge, es su ayudante y seleccionador sub-20 y sub-17. “Dos cabezas piensan mejor que una”. Hicieron sus carreras por separado, aunque alguna vez, las cruzaron con hilaridad: “En Oviedo se presentó mi hermano a un entrenamiento y se lo tragó hasta el presidente Eugenio Prieto, que me había fichado, y un masajista, que siempre decía que nos distinguiría”.
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