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“Era fino, pero no se achantaba”

Excompañeros de Tito Vilanova recuerdan sus años de futbolista y su paso por el Celta

Tito Vilanova, ayer
Tito Vilanova, ayerMANU FERNANDEZ (AP)

Qué tienen en común Amor, Cañizares, López Rekarte, Rodri, Ojeda, Yasunaga o Claudio Barragán? ¿En qué se parecen Rexach, Collin Adisson, Juande Ramos y Chechu Rojo? ¿Y qué une a D’Alesandro, Patxi Bolaños, Tab Ramos, Patxi Salinas, Alejo o Ernesto Valverde? La respuesta remite a Tito Vilanova, porque todos, entre otros muchos, han conocido al hoy técnico del Barça como futbolista en algún momento de una carrera que le llevó a la Primera División con el Celta en 1992. 

Vilanova creció en la cantera azulgrana y llegó al Barça B (1988-90), pero no debutó en el primer equipo. Un tal Guardiola y el capricho de Cruyff se lo pusieron difícil. Se fue a Figueres (1990-92), jugó para el Celta, (1992-95), en Badajoz (1995-96), con el Mallorca (1996-97), el Lleida (1997-98), el Elche (1998-2000) y colgó las botas en la Gramanet (2000-02), pero nunca se fue del fútbol. Y ahí sigue, esperando al Celta, un equipo para el que jugó tres años, muy destacado el primero: 19 partidos de Liga y dos de Copa. Vilanova debutó en Primera en un derbi ante el Depor, el mismo día que Bebeto, y falló un penalti. “A lo grande”, bromea. La mayoría le tienen por un buen amigo. No se le recuerda un mal gesto y, sin ser un líder, siempre fue respetado. Uno de los que más le conocen es Alejo, director deportivo de la escuela de Sant Andreu de la Barca. Vivió con Tito en el juvenil B, en el Barça Atlètic, en el Figueres, en el Celta y en el Elche, 10 temporadas. “Le llamábamos El Marqués”, corrabora Alejo. “Era diferente, tenía un estilo particular de hacer las cosas. Fino y elegante, sabía qué hacer con el balón y cómo defender cuando la perdía. Era muy responsable tácticamente”.

“Ama el fútbol. Tiene escuela. Se parecía a Del Bosque”, afirma D’Alesandro

“Manejaba códigos, valores de vestuario. Tito ama el fútbol”, le reconoce Jorge D’Alesandro, su entrenador en la UE Figueres y años después en el Elche. “No cambió; siempre fue muy riguroso, disciplinado, analista”. Asegura el técnico que en Tito se reconoce la escuela: “Los futbolistas del Athletic, del Madrid o del Barcelona que he conocido tienen ese denominador común: crecen muy enseñados en el respeto al juego, al compañero, al entrenador”. Dice D’Alesandro que, como jugador, Tito se parecía mucho a Del Bosque: “Era igual de elegante”. “Sí, era fino y elegante, pero no se achantaba en el campo; era valiente”, añade Patxi Bolaños, que también le conoció en Figueres. “Era flaco, muy joven… hablaba dos palabras más que Aureli Altimira -preparador físico del Barça-, que parecía mudo. Tenía estilo en el campo y personalidad en el vestuario. Y sí, se le notaba la escuela: venía del Barça”.

“Solíamos comer en el restaurante La Cúpula”, recuerda Juan Carlos Mandiá, que hizo tantas migas con Tito en el Celta que el pasado verano le pidió permiso para fichar a De la Fuente como preparador de porteros en sustitución de Unzué. “De la Fuente estaba conmigo en el Hércules y Tito me dijo que si me hacía una putada no le llamaba. Necesitaba mi autorización. Muy elegante, muy de Tito. No hubo problema”.

A Vilanova se le recuerda muy integrado en Vigo, paseando con su esposa y su hijo. Hoy, ese mismo niño juega en el cadete azulgrana y su padre se enfrenta al Celta. “Era un buen futbolista, un buen compañero y le gustaba mucho el fútbol”, insiste Luis Fernando Dadie, excompañero del Marqués y hoy comentarista de Euskal Telebista. “Hablábamos mucho de fútbol. Tenía inquietudes y antes y después analizaba los partidos”. “Era responsable, familiar y conversador”, corrabora Patxi Salinas, con quien también coincidió en el Celta. “Vivíamos uno frente al otro, íbamos a entrenarnos juntos y las conversaciones eran de fútbol y más fútbol”.

“Era un tipo tranquilo, discreto… Tuvimos una buena relación. Dominaba muy bien la pelota, controlaba el juego y lo organizaba”, recuerda Ernesto Valverde del año que pasaron juntos en Mallorca. Jugaron poco y Tito fichó por el Badajoz, donde conoció a Josep María Sala. “Le dije ‘no vayas a ver el campo antes de fichar’. Pero Tito fue y se le cayó el mundo encima: el césped del viejo Vivero era un drama”, recuerda el coordinador de las categorías inferiores del Manlleu. “Hicimos buenas migas, nosotros y nuestras esposas. Tenemos dos hijas de la misma edad... ser catalanes y tener una manera determinada de ver la vida y el fútbol nos unió”, acaba, echando la vista atrás, recordando al futbolista elegante y fino que no se achantaba.

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