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Un empate más emotivo que bello

El Valladolid iguala (2-2) el acierto de Griezmann para la Real Sociedad en un partido alternativo

'Chori' Castro encara a Rukavina.
'Chori' Castro encara a Rukavina.ELIAS MORATE (EFE)

Era tan previsible el partido que hasta las sorpresas estaban previstas. Tonteo en el centro del campo, algunos desajustes defensivos y, de pronto, ¡zás!, Griezmann que caza un balón llovido en una jugada, como podía haber caído granizo, y de pronto Ebert, que pasaba por allí, caza un disparo que sorprende a Bravo. Accidentes meteorológicos hasta que de pronto Griezmann se saca un zurdazo de esos, violentos, clásicos, de esos que convierten un centro vulgar en un gol genial. Así, sin más. Con la zurda. Sin mirar.

Presumiblemente, dominaba el partido el Valladolid, pero con esos datos que iluminan las estadísticas del mismo modo que adormecen al equipo. Se ataca por atacar, porque hay sitio, porque te dejan llegar, pero no te permiten acabar lo que había imaginado.

VALLADOLID, 2 - REAL SOCIEDAD, 2

Valladolid: Dani; Rubakina, Valiente, Balenciaga; Álvaro (Neira, m. 66), Víctor, Ebert, Óscar; Omar (Bueno, m. 60) y Javi Fuego. No utilizados: Jaime; Peña, Sastre, Baraja y Lolo.

Real Sociedad: Zubikarai; C. Martínez, Íñigo Martínez, De la Bella; Bergara, Illarramendi; Carlos Vela (Xabi Prieto, m. 67), Castro (José Ángel, m. 72) , Griezmann (Rubén Pardo, m. 79); y Agirretxe.. No utilizados: Poyo; Ansotegi, Javi Ríos e Ifrán

Goles: 0-1. M. 36. Griemann. 1-1. Min. 43 Ebert. 1-2. M. 56. Griezmann. 2-2. M. 74. Óscar.

Árbitro: Álvarez Izquierdo. Amonestó a Rueda, Álvaro, Rueda y C. Martínez.

12.574 espectadores en el Nuevo Zorrilla.

El Valladolid era un equipo armado hasta donde parte el campo y cada cual defended la hacienda. No es que la Real fuera un señor feudal, pero cazó dos oportunidades con la sutileza de un arquero, es decir, Griezmann que dispara como un Robin Hood moderno, con la misma precisión que ambición. Y en un pis pas se puso por delante, interiorizó el gol de Ebert, el mejor del partido, y se adelantó después con otro ejercicio técnico del delantero francés, que estaba, más o menos, donde había que estar.

Soñaba la Real con romper su tragedia como visitante —siempre perdiendo, sin punto alguno en casa ajena— hasta que Óscar le dijo que no era el día y aprovechó un centro de Ebert, hiperactivo, para igualar el partido. Ahí murió la Real. El punto le empezó a endulzar la garganta a la Real, acostumbrada al carraspeo de la derrota y se sacó dos lanzamientos lejanos, made in Real que rondaron el gol. Fue la emoción final.

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