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“No valoraba lo que tenía”

Banega vence los recelos de los técnicos al superar una grave lesión

Ever Banega, en una entrevista.
Ever Banega, en una entrevista.Mònica Torres

En una cena de final de la pasada campaña, uno de los preparadores del Valencia levantó la mano derecha y apuntó con el índice a una copa de coñac antes de proclamar: “Así está ahora Ever Banega”.

Los técnicos no confiaban demasiado en la recuperación del mediocentro argentino. La lesión era gravísima: rotura de tibia y peroné tras ser atropellado por su propio coche mientras repostaba en febrero pasado en una gasolinera de Paterna. Y su reputación de futbolista indisciplinado tampoco alimentaba las esperanzas. El resultado, sin embargo, ha sorprendido a casi todos. Ocho meses después, Banega (Rosario, Argentina, 1988) regresó en plena forma el sábado ante el Athletic en el último cuarto de hora, clave en la agónica remontada del Valencia (3-2).

“Me entrené muy duro con la ayuda de mi novia y de mi hija. En doble sesión”, desgrana el internacional argentino. “No fui de vacaciones a Argentina. Ocho meses de sufrimiento. Lo peor no fue el momento de la lesión sino la larga duración: no pasaba el tiempo”. Los fisioterapeutas y los preparadores físicos alucinaron con su capacidad de trabajo. Y él asegura haber madurado mucho en este lapso alejado del balón. “Antes no valoraba lo que tenía ni dónde estaba. Ahora sí. El sufrimiento te hace madurar”.

Un preparador del Valencia lo comparó con una copa de coñac durante su convalecencia

El entrenador, Mauricio Pellegrino, está encantado con la vuelta de Banega y la posibilidad de armonizarlo en la medular con sus compatriotas Gago y Tino Costa. Los tres expresaron su personalidad en los últimos minutos ante el Athletic. Aunque solo Gago se presume mañana titular en Minsk ante el BATE Borisov junto a Albelda, con la probable baja del portero Guaita por gastroenteritis.

El historial de Banega fuera del campo no es fácil de resumir. En marzo de 2008 fue detenido por la policía local de Valencia tras saltarse un semáforo en rojo y dar positivo en el control de alcoholemia a las 3.30 de la madrugada. En 2010, llegó tarde en taxi a un entrenamiento matinal tras haber trasnochado la noche anterior. Fue multado con 6.000 euros por el Valencia. Eventualmente, el club le puso una cocinera en casa porque no había manera de controlar su alimentación. Y el pasado 31 de julio, a punto de llegar a la sesión vespertina en Paterna, salió ileso del incendio en el automóvil que conducía: un Ferrari 360 Challenge Stradale tasado en 80.000 euros que quedó calcinado.

El mejor Banega se vio al principio del pasado curso: un superdotado para domar el balón, marcar el ritmo e imprimir estilo. Hechizado por su juego, el Valencia le renovó su contrato hasta 2015 el 18 de enero. Casi instantáneamente bajó su rendimiento. Y sufrió el desgraciado accidente un mes después, el 19 de febrero, al ser lastimado por su Audi R-8 cuando intentaba frenarlo con el pie. Los precedentes invitaban al escepticismo. Y cuando, el domingo pasado, se le contó cómo un preparador del Valencia lo había comparado con una copa de coñac durante su convalecencia, Banega montó en cólera. Cortó la entrevista con este periódico y se marchó enfurecido. Su amor por el fútbol ha podido con todo.

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