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De la plata a la obra

Ana Copado, medalla en Londres, simboliza como nadie el regreso a la realidad del waterpolo femenino español

Ana Copado, con la medalla de plata, en la vuelta al trabajo.
Ana Copado, con la medalla de plata, en la vuelta al trabajo.gianluca battista

Ana Copado y las chicas del Club Natació Sant Andreu subieron a un coche la mañana del sábado y por la tarde empataron a 10 contra el Zaragoza, en la siempre animada pileta maña, en el primer partido de la Liga nacional de waterpolo. A falta de 10 segundos, sorprendentemente, perdían las catalanas 10-9. Empataron en los últimos cuatro segundos, se ducharon y volvieron a casa esa misma tarde. Ya lo avisó Manel Estiarte tras la final olímpica contra Estados Unidos: “Volverá la Liga y volverán a la realidad de las piscinas vacías”. En Zaragoza no habría más de 100 personas en la grada; en Londres, 10.000 aficionados atiborraron la grada de la piscina olímpica donde Ana Copado se colgó la plata al cuello.

La portera de la selección y del Sant Andreu se metió en los Juegos al tercer intento de su carrera, así que la abu, como la llaman en el equipo, es un nexo de unión entre la generación de waterpolistas españolas que se quedó a las puertas y la que se convirtió en un regalo durante el verano olímpico del 2012, en Londres. La realidad, la otra cara de la medalla de plata, habla de madrugones, esfuerzo y vocación al margen de los focos mediáticos. Copado ha vuelto a jugar y a currar, porque se le terminó la excedencia que pidió el año pasado, pero volvió al tajo con una medalla de plata al cuello. Sabe que tuvo suerte: “Tengo unos jefes y unos compañeros excelentes. Si no fuera por ellos, el año pasado no me hubiera podido dedicar en cuerpo y alma al sueño olímpico”, reconoce mientras se emociona al recordar el detalle que con ella tuvieron sus compañeros, que recogieron fotos y artículos durante su estancia en Londres y los convirtieron en un mural con el que le dieron la bienvenida al regreso a la oficina de la empresa Applus, donde trabaja.

El suyo no es un puesto de trabajo que acostumbren a ocupar mujeres. Lo sabe, pero no parece preocuparse. “En una charla que nos dieron en el CAR nos hablaron de esta especialidad y le vi salida”, explica. No es menos cierto que de casta le viene al galgo. Su padre y sus hermanos se han dedicado siempre a la construcción. “Me gustó la idea y me saqué el título”. Así que finalizada su excedencia olímpica vuelve a vivir con el horario apretado, entre entrenamientos y partidos y los cursos que imparte sobre prevención de riesgos laborales, formación para el trabajo en altura, sus análisis de riesgos específicos, o los simulacros de desalojo, los planes de respuesta a incendios en edificios, y cursos preventivos de obra para evitar accidentes. Solo de vez en cuando le exigen subir al andamio, donde su presencia ya no extraña. “Los que no te conocen, al principio, te radiografían, pero terminan por verte como a una compañera de trabajo muy pronto. Cada vez hay mas chicas en las obras, así que no hay muchos piropos”, asegura.

Su agenda no da tregua: madrugón, trabajo, piscina, comida, descanso, trabajo, entrenamiento, cena, trabajo, y a la cama. “¡No tengo vida social!", asegura

Copado tiene su mérito. Sale de casa a las 7.30 de la mañana, y no para, del trabajo a la piscina. “Tengo el día súper organizado. Pero así, con todo ordenado, funciono bien”, asegura antes de repasar su agenda sin tregua: madrugón, trabajo, piscina, comida, descanso, trabajo, entrenamiento, cena, trabajo, y a la cama. “¡No tengo vida social!”, se ríe antes de explicar que los viernes, cuando la invitan a cenar y tomar algo, la respuesta siempre es la misma: “¡Yo me voy a dormir! Llego muerta y el sábado tengo partido”, ríe. Lo pasa peor cuando su sobrina Gisela le pregunta si cena esa noche en su casa. “No tengo tiempo ni para mis sobrinos”, lamenta. Pero no se queja, se sabe una privilegiada: tiene trabajo y juega al waterpolo. Y cree que en ambos aspectos hay futuro: “En la empresa tenemos proyectos en marcha y en los clubes se está trabajando mucho la base. Los recortes afectan pero hay ilusión”, dice. Y eso, por lo menos a ella, la llevó a una medalla de plata. Todavía se emociona al recordarlo y ahora que ha vuelto a la realidad, le da explicación al maravilloso recuerdo de los Juegos de Londres 2012: “Miki nos convirtió en un equipo, fuimos un equipo. Por eso hicimos lo que hicimos”, dice, tumbada en el sofá, muerta de cansancio, un domingo por la tarde.

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