En casa, alfombra amarilla
Lance Armstrong, en su salsa hablando de cáncer y no de dopaje a un público entregado
Su amigo Sean Penn habló a los reporteros que hacían pasillo, elegante a la entrada. Y aquello podría haber sido Hollywood y los Oscar por la expectación, pero la alfombra bajo los pies del actor que cubría la acera hasta la puerta no era roja, sino amarilla. Amarillo Tour. Amarillo pulsera de goma Livestrong, la que hizo la fortuna de Nike y de la fundación cuyo 15º aniversario se celebraba en el edificio, el Austin Convention Center, el pueblo de Lance Armstrong, su fundación (su cartel anunciador: un gigantesco primer plano de Armstrong sufriendo sobre la bici y la palabra, definitiva, Defiance, desafío).
“Un ejemplo enorme para mí y mis amigos, y para millones de personas”, dijo Penn cuando le preguntaron por el ciclista, cuyo estatus en su país ha pasado en unos días del de idolatrado, adorado, al de humillado, vilipendiado. “Para mí nada ha cambiado. Y cualquiera que lo mire con mirada clara sería un hipócrita si lo viera diferente”.
En Austin, en su casa, Armstrong es aún querido. Por lo menos le aman 1.500 personas, las que asistieron a la cena de gala, entre ellas Penn, las que le aplaudieron un par de veces su discurso, declamado con seguridad y prestancia, como lo haría un experto en la materia, la mirada acerada, líquida, azul, de sus grandes días. La mirada de un asesino sobre la bicicleta. “Han sido un par de semanas interesantes, un par de semanas difíciles”, dijo Armstrong de 10 días, un periodo iniciado con el informe de la USADA en el que varios de sus excompañeros relataban una podredumbre de dopaje, coacciones y abuso y en el que acabó perdiendo sus patrocinadores principales y hasta la presidencia de su fundación contra el cáncer. “He estado mejor en otros momentos, pero también peor”.
Y este guiño a la concurrencia, muchas personas que como él han superado un cáncer, le bastó para triunfar, para justificar el resto del discurso, no más de tres minutos, dedicado a transmitir el mensaje de que más importante que la bicicleta, más grande que el Tour, que siete Tours, más grande que él mismo, es la lucha, “la misión”, los números, 28 millones de enfermos, 4.500 millones de recaudación en 15 años, 2,5 millones de personas ayudadas.
He estado mejor en otros momentos, pero también peor” Lance Armstrong
Cuenta la CNN que solo algunos de los presentes no aplaudieron sino que se hicieron preguntas en alto: “¿Qué se ha hecho con todo ese dinero? ¿No habrá sido todo creado a partir de un fraude? ¿No es así que el éxito de Livestrong ha partido de la historia extraordinaria de Armstrong, nuestro mesías, que resulta que no es tan bonita como nos había hecho creer? ¿No tenemos derecho a que nos devuelvan nuestros donativos?”
Una respuesta más a sus dudas la obtendrán mañana, cuando la Unión Ciclista Internacional (UCI) anuncie si cree que el informe de la USADA es suficiente para declararlo oficialmente dopado y así borrar su nombre de los siete Tours que ganó entre 1999 y 2005. En el acto, la UCI, su presidente, Pat McQuaid, también tendrá que aclarar el papel que jugó su federación, presuntamente connivente con las maniobras del tejano.
Aun negando que hubiera habido ningún positivo que tapar, el director del laboratorio de Lausana, Martial Saugy, declaró ayer a AFP que en cierta manera había habido trato de favor hacia Armstrong. “En la Vuelta a Suiza de 2001 su orina resultó muy sospechosa de EPO, pero no lo suficiente como para declararla positiva”, dijo Saugy. “Y luego nos dijo la UCI que en la Dauphiné de 2002 también había habido una orina sospechosa, anormal, de Armstrong. La política de la UCI entonces con los corredores importantes era la de advertirles y pedirles explicaciones”. Y a Saugy le tocó acudir a la salida del Tour de 2002 en Luxemburgo a explicar a Armstrong y a su director, Johan Bruyneel, cómo funcionaba el test de la EPO. “Fue una situación delicada”, dijo Saugy. “Me costó años después vivos reproches por parte de la Agencia Mundial Antidopaje”.
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