La eterna juventud de Joaquín
El extremo, tras fallar un penalti, decide a favor del equipo andaluz ante un buen Valladolid
Tiene el Málaga argumentos de sobra para sortear partidos que son trampas, bien preparados por el rival, de colmillo afilado, de una dificultad propia de la competitividad de la Liga española, donde equipos como el Valladolid, a pesar de sus limitaciones, demuestran que están bien organizados y que son capaces de puntuar en cualquier campo. Un encuentro que se decidió en su tramo final y al que se asomó el Málaga mirando de reojo la histórica cita del próximo miércoles ante el Milan. A pesar de los avisos de su entrenador, Pellegrini, es humano que la mente de los jugadores estuviera más pendiente de la gloria de la Liga de Campeones que de la rutina de una Liga que, sin embargo, no perdona despistes ni ilusiones europeas precipitadas.
MÁLAGA, 2-VALLADOLID, 1
Málaga: Caballero; Gámez, Demichelis, Weligton, Eliseu; Camacho, Recio (Duda, m. 68); Isco, Joaquín, Portillo (Santa Cruz, 59); y Saviola (Seba, m. 86). No utilizados: Kameni; Onyewu, Jurado y Iturra.
Valladolid: Dani Hernández; Rukavina, Sereno, Marc Valiente, Balenziaga; Baraja (Neira, m. 86), Víctor Pérez; Ebert, Óscar, Omar (Bueno, m. 75); y Manucho. No utilizados: Jaime; Rueda, Peña, Lolo y Javi Guerra.
Goles: 0-1. M. 9. Manucho. 1-1. M. 36. Isco. 2-1. M. 87. Joaquín.
Árbitro: Iglesias Villanueva. Expulsó por doble amonestación a Manucho (m. 81). Amarillas a Demichelis, Omar, Marc Valiente, Sereno y Ebert.
Unos 25.000 espectadores en estadio de La Rosaleda.
Al Málaga lo acabaron por rescatar dos jugadores, soberbios ambos, de talento exquisito, de personalidad a toneladas. Uno de ellos es Joaquín, quien después de fallar un penalti a cinco minutos del final, donde lanzó el balón a las nubes, tuvo arrestos para hacerle un regate inverosímil al debutante portero Dani Hernández. El venezolano voló ante el mágico gesto del portuense, que se cambió el balón de pie en el área pequeña ante el rechace de su propia volea con una perfección técnica al alcance de muy pocos jugadores. Joaquín vive en el Málaga un renacer futbolístico que pocos esperaban después de que su carrera tornara hacia el ocaso en el Valencia.
De Valencia, precisamente, llegó a Andalucía el otro talento que acabó por desequilibrar un partido tan bien trabajado por el Valladolid que los pucelanos solo doblaron el espinazo cuando faltaban cuatro minutos. Isco marcó el empate con un remate seco, aunque lo más importante fue su presencia constante, su misión de faro en un centro del campo donde a Camacho y Recio le costaba demasiado ofrecer soluciones imaginativas al inteligente repliegue del Valladolid. Isco la pidió siempre, talentoso y hábil, ofreciendo detalles de alta escuela que ya empiezan a ser costumbre en La Rosaleda. La luz de estos dos futbolistas acabó por guiar al Málaga hasta el triunfo después de un inicio de escasa intensidad, bien aprovechado por el Valladolid, capaz tanto de rasear el balón como de saltarse todas los normas con el balón en largo a Manucho, una pesadilla para la zaga del Málaga. El angoleño hizo un gol en los inicios que cogió al Málaga bostezando y anunciaba una jornada desagradable para los andaluces. Los de Pellegrini raramente encontraron el rumbo, perdidos, sin velocidad, incluso vulnerables ante el contragolpe del Valladolid, que estuvo a punto de hacer el segundo a los 22 minutos, cuando Rukavina cruzó en exceso ante Caballero.
No pudo el Valladolid mantener la intensidad defensiva necesaria para empequeñecer de forma constante los argumentos del Málaga. En un chispazo empató Isco y se presentó una larga fase del partido donde reinó la igualada. Hasta que Manucho se fue a la ducha por un codazo a Weligton. Faltaban 10 minutos y el Valladolid no pudo más. Le cabe el consuelo de haberse rendido ante el talento tras una actuación más que digna.
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