Las horas más difíciles del ciclismo
El ‘caso Armstrong’ sigue provocando víctimas: Rabobank deja el patrocinio tras 17 años
El lunes la Unión Ciclista Internacional (UCI) anunciará su decisión sobre el caso Armstrong, y aunque ella consista probablemente en proclamar oficialmente que no ha ganado ninguno de sus siete Tours, eso no sería lo más grave que le podría pasar al ciclista tejano. Y si vamos a eso, tampoco al ciclismo, que vive sus horas más difíciles desde, quizás, el caso Festina (1998).
Lo más grave que le podría pasar a Armstrong ya le ha pasado: le ocurrió el miércoles, cuando Nike le retiró el patrocinio y forzó su renuncia a la presidencia de Livestrong, la fundación contra el cáncer que él mismo había fundado en 1997. En cascada, otras marcas asociadas siempre a Armstrong, como las bicicletas Trek, también le declararon indeseable. Perdió Armstrong de golpe unos ingresos inestimables (aunque Business Week los estimó en unos 30 millones de dólares) y, más que nada, su prestigio social, su razón de ser.
Lo más grave que le podía pasar al ciclismo -sometido a una ola de furor evangélico que, según algunos académicos, como el abogado australiano Martin Hardie, remite la lucha antidopaje a “un ámbito de condena moral de fijación con el concepto culpa más acorde con los tiempos de la inquisición medieval que con los de la modernidad”-, está pasando día tras día. En Australia se está purgando a cualquiera que se hubiera dopado en años pretéritos -Stephen Hodge, aquel corredor del ONCE, ha tenido que dimitir como vicepresidente de la federación tras confesar que él también pecó-; en el Reino Unido, el Sky someterá a sus corredores y staff a una sesión íntima con su psiquiatra y a un documento que deben firmar solo si se consideran limpios.“Si se creen sucios, deberán confesarlo y serán despedidos”, anunció, algunos creen que ingenuamente, su mánager, Dave Brailsford.
El lunes, la UCI anunciará su decisión definitiva sobre el ganador de siete Tours
Y en Holanda, el consejo de administración de la entidad financiera Rabobank decidió sin aviso previo que a partir del 1 de enero próximo deja de patrocinar a un equipo ciclista que lleva su nombre desde hace 17 años y que se había convertido en un símbolo de seguridad y permanencia en el volátil mundo de las dos ruedas.
“Para el banco ha sido una decisión inevitable”, dijo Bert Bruggink, de su consejo de administración, que cito el caso Armstrong como detonante de una decisión que coincidió con el anuncio de que la UCI ha abierto un expediente por dopaje a su corredor Carlos Barredo. “Ya no creemos que el mundo del ciclismo pueda hacer de él un deporte limpio y justo. No creemos que en un próximo futuro el ciclismo cambie para bien”. En el informe de la USADA que ha desatado la tormenta figuran unas declaraciones de Levi Leipheimer, un compañero de Armstrong que mantiene que en sus tiempos en el Rabobank los médicos del equipo le ayudaban a doparse.
El conjunto holandés seguirá en el pelotón con un maillot sin publicidad
Como el T-Mobile antes, hace unos años, harto de los escándalos de dopaje, el Rabobank, quizás la empresa más asociada con el ciclismo en el mundo, pagará, en definitiva, para que su nombre no figure en los maillots (su presupuesto para 2013 es de 15 millones): el banco respetará durante dos años los contratos de todos sus corredores -entre los que destacan Robert Gesink y Luis León Sánchez- y trabajadores, que podrán seguir corriendo con un maillot sin publicidad fabricado en España por Etxeondo, aunque su proveedor de bicicletas, la firma taiwanesa Giant, podría convertirse en el patrocinador principal.
El Rabobank, el equipo en el que Óscar Freire inauguró una tradición española que siguieron Flecha, Horrillo, Gárate y el ruso de Pamplona, Menchov, que le dio dos Vueltas y un Giro, había superado su propia crisis de dopaje en 2007, cuando obligó a retirarse a su corredor Michael Rasmussen con el maillot amarillo de líder al considerar que había mentido en su formulario de paraderos para las autoridades antidopaje. Confió entonces la dirección del equipo al banquero Harold Knebel, un hombre ajeno al ciclismo que intentó dirigir un cambio cultural profundo comenzando con el fortalecimiento de la cantera. Justo cuando esta comenzaba a dar frutos con el florecimiento de buenas promesas como Mollema o Kruijswijk, el huracán Armstrong se lo llevó por delante.
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