Las etiquetas de Oltra
Promotor de equipos abiertos y ofensivos, el técnico del Deportivo reivindica su eclecticismo
Dicen quienes han tratado a José Luis Oltra desde la infancia hasta que, pasados los 40 años,aterrizó en A Coruña que no dan crédito a los enganchones que tiene el entrenador del Deportivo en las conferencias de prensa tras los partidos. Ni siquiera él mismo se reconoce cuando se ve por televisión: “Parezco lo que no soy: altivo, prepotente, chulo, agresivo…”. Cuando dejó Tenerife, tras un ascenso a Primera y un descenso a Segunda, se despidió de los periodistas entre abrazos y lágrimas. “Dejó mucha huella”, apunta Sergio Aragoneses, que defendía la meta del club chicharrero entonces y ahora.
“Igual los años y la responsabilidad me están agriando el carácter”, concede Oltra, un valenciano capitalino que, desde niño, siempre se enfocó al fútbol sin divismos. Quienes compartieron vestuario en la cantera del Valencia le recuerdan extremadamente educado y correcto, futbolista de toque, algo frágil, gran lanzador de faltas, rápido de pensamiento y ejecución, un poco Xavi. Con el tiempo le conocieron como El Guante, en alusión a su zurda, pero Oltra no pasó de jugar un puñado de partidos con el Sabadell en Segunda, acampó en Segunda B y se retiró joven porque sintió la llamada del banquillo: con 33 años ya mandaba en un histórico como el Castellón y con 36 entrenó en Primera durante cuatro partidos al Levante.
“Mis amigos pensaban que no iba a poder ser entrenador, que era demasiado blando y buena gente”, confiesa el técnico del Deportivo. En un entorno como el futbolero, en el que las etiquetas son losas, Oltra lleva la de técnico amable. “Para nada es así” sostiene. “No es blando; es exigente consigo mismo y con los jugadores”, corrobora Aragoneses. “Tiene carácter y un pronto que hay que verlo”, insiste Mario Gibanel, el futbolista que más empleó cuando llevó al Ciudad de Murcia a ser cuarto en Segunda y que destapa uno de los secretos del entrenador blanquiazul: su segundo, Chema Sanz. Se conocieron hace 20 años en el Levante, cuando Oltra movía el guante y Sanz hacía sus primeras armas como preparador físico. Hace seis años que son inseparables.
En la tele no me reconozco. Parezco lo que no soy: altivo, prepotente, chulo...”
“Para Oltra es vital. Hacen un tándem muy bueno porque uno mantiene más la distancia y el otro es muy cercano y ve muy bien el fútbol”, recalca Gibanel. “Chema es la alegría de la huerta y sabe cómo se siente un jugador”, sentencia Aragoneses, que vivió en Tenerife la que quizás fue la primera experiencia plena de Oltra en la élite. “Cuando dirigí al Castellón o el Ciudad de Murcia, hacíamos algo diferente. El buen entrenador es el que se amolda a lo que tiene. Si me dan a elegir, buscaré futbolistas de un perfil atrevido porque creo que la mejor manera de ganar es jugando bien, aunque me gusta ser sólido y equilibrado en la defensa. En Tenerife fuimos en esa línea. Ascendimos y descendimos. No creo en las derrotas útiles, pero sí que en esas situaciones te moldean. Allí hice lo correcto, pero hay cosas que no repetiré”, advierte Oltra.
El Tenerife se expuso demasiado en Primera sin disponer de un plantel estelar. Oltra guarda aquella experiencia como un precioso bagaje para su batalla actual, la que en cierto modo le deja perplejo porque en Riazor se ha pasado de censurar a los entrenadores por defensivos (puestos a identificar etiquetas, Arsenio, Irureta o Lotina llevaban esa) a hacerlo por dejar espacios tras la pelota.
Por ahí va el debate en A Coruña. Oltra sostiene que es algo puntual. “Sé que en Primera, a la contra, me pueden matar”, confesó al final del pasado curso. Poco ha cambiado, por más que reivindique un cierto eclecticismo (“no soy un talibán”) y anuncie que su idea de acudir a buscar al oponente y encimarlo es matizable en escenarios como el Bernabéu.
Igual los años y la responsabilidad me están agriando el carácter”
El Deportivo es un equipo que no acaba de juntarse en la presión que le pide el técnico, al que le gusta aludir en público “al estilo”, “la idea” y “la filosofía” y pregona las bondades de “querer ser protagonistas, atrevidos y valientes”. “Si buscásemos que el equipo sufriera menos ocasiones de gol en contra, habría un peaje que pagar en la otra portería. Asumo ese peaje porque creo que protegiéndonos más no seríamos mejores, ni en lo defensivo”. Y Valerón, al que Oltra ha recuperado como faro futbolístico, refuerza esa línea. “Para bien y para mal, somos un equipo atrevido”.
Será que, al final, al profesional también le motiva que la exigencia del resultado deje un resquicio a la diversión. “He recuperado la alegría de disfrutar del fútbol”, dice Marchena. Riki profundiza en esa gratitud: “Con este técnico me identifico más que con otros que pasaron por el Deportivo”. Oltra advierte, ante las etiquetas, que sus equipos están más trabajados defensiva que ofensivamente. Y deja una sentencia: “En el fútbol, no creo en las verdades absolutas”. Sí, esa frase la pronunció antes otro inquilino del banquillo deportivista: Lotina.
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