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La crisis se come a los sub 23

España alineará a un solo ciclista en el Mundial que mide las canteras del ciclismo

Carlos Arribas
Carlos Verona (con maillot rojo a a la derecha).
Carlos Verona (con maillot rojo a a la derecha). EL PAÍS

Fascinados por el reflejo rojo brillante de lo que han visto en la Vuelta hace nada, periodistas extranjeros se acercan a los colegas españoles, los labios floreciendo de piropos. Sois los mejores, vais a ganar el Mundial, dicen, y cosas así. Sois la luz brillante de este gris Limburgo, les falta añadir, de estas tierras del Cauberg. Piensan en mañana, por supuesto, en la carrera del domingo, la de los grandes, la que venden como los conquistadores españoles, tan unidos como mosqueteros, dicen, todos, Contador, Valverde, Purito, Freire, Moreno, Samuel, contra Boonen, Gilbert, Nibali, Sagan o Voeckler, incluso. No hablan de hoy, de la carrera de los sub 23, quizás no han mirado la lista de salida, que refleja otra realidad, igual de real, por lo menos, del ciclismo, pero mucho más fea para España, que por primera vez en la historia de la prueba solo alineará a un corredor, un madrileño de El Escorial llamado Carlos Verona. Como los países que acuden para hacer número, más o menos, mientras las potencias de siempre, Francia, Italia, Bélgica, y las emergentes, como Australia, Kazajistán y Eslovenia, alinearán a seis corredores cada una.

Es la primera vez que el equipo lo forma un solo corredor: Carlos Verona

“No había puntos para más”, dice José Luis de Santos, el responsable técnico nacional. “Es por culpa de la crisis económica: muchas carreras españolas que daban puntos han desaparecido, como el Cinturón de Mallorca, la Vuelta a Madrid o el Circuito Montañés, y otras, como la Vuelta a Navarra, para ahorrar, han dejado de ser internacionales, y es donde sacaban los puntos nuestros corredores, que apenas salen al extranjero a competir”. Es una forma de verlo. Otros, los realistas de siempre, querrán ver en la soledad de Verona un síntoma del desierto que le espera al ciclismo español cuando la generación de cracks actual se jubile, lo que no será muy tarde, pues todos tienen más de 30 años, salvo Contador, que los cumple en diciembre. Otros, ahondan la imagen gris del ciclismo español recordando cómo los equipos despiden a sus corredores de toda la vida porque no tienen puntos que los coloquen en la liga de los buenos. “Cobran mucho para lo que dan”, dicen los managers del Euskaltel o del Movistar, para explicar por qué no renuevan a gente como Amets Txurruka, David Arroyo o David López. Y lo que dan no se mide en el peso del sudor que dejan por los demás compañeros o en esfuerzo, sino en los puntos que se consiguen clasificándose entre los primeros.

La crisis económica que todo lo explica, que se lo come todo, como prácticamente se ha comido los sueños de un Mundial en Ponferrada, pues se ve difícilmente aceptable que se entreguen desde una comarca asolada por el paro varios millones de euros a la UCI a fondo perdido. La UCI, que ha dado un mes de plazo a la candidatura berciana para abonar su canon, ya tiene en la recámara ciudades substitutas, seguramente de países emergentes, tipo Kazajistán, Rusia o China, en los que el control del gasto puede ser inexistente. Es la tendencia que manda en el organismo que dirige el ciclismo mundial, que acaba de vender los derechos televisivos y de marketing de sus carreras a una empresa del sobrino de Sepp Blatter y que ha otorgado los Mundiales de 2015 a Richmond, en Estados Unidos, y los de 2016, a la desértica y planísima Doha, en Catar, dos años seguidos fuera de la cuna europea por primera vez.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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