Márquez no deja ni las migas
El catalán gana en la última vuelta una carrera que se jugó al sprint tras ser suspendida por una fuga de aceite
Marc Márquez no regala nada. No se conforma. Nunca tiene suficiente. Quiere ser campeón del mundo sin sacar la calculadora, pasándoselo en grande, ofreciendo espectáculo del bueno, machacando a sus rivales. No importa si la carrera es a 26 vueltas o a 14, si tiene tiempo para desarrollar un plan o la estrategia debe cambiar para jugárselo todo al sprint, como ocurrió en Misano, donde Gino Rea dejó un rastro de aceite en plena curva tras romper el motor de su Suter cuando se habían completado tan solo tres vueltas: la prueba se suspendió y se retomó unos minutos más tarde. No importa si su neumático, todavía frío, le da un susto nada más reprender la marcha, porque él sigue tirando al límite, derrapando con aquella rueda trasera a la entrada a cada curva, buscando los huecos por los que recuperar las posiciones perdidas -que fueron dos, tras ser rebasado por Rabat y Espargaró-, por mucho que se esté jugando el título, por mucho que su equipo le pida calma desde el muro con una pizarra que le señala que terminar tercero no está nada mal.
En esa posición, la tercera, rodaba -después de haberle hecho un interior fantástico a Rabat- cuando empezó la fiesta. Había salido Iannone lanzado desde la primera posición de la parrilla, pues tras aquellas tres primeras vueltas era él quien rodaba en cabeza -no le interesaba a Márquez agotar demasiado rápido la vida de sus neumáticos y prefirió dejarle pasar para aguantar a rueda del italiano-. Pero en esa segunda manga el de Vasto no se anduvo con contemplaciones y empezó a tirar tanto como pudo para abrir distancias con sus rivales. Lo consiguió, sobre todo, después de aquel susto que relegó a Márquez a la cuarta plaza. Espargaró y Rabat perdieron el colín del italiano, que se escapó a más de un segundo en apenas dos vueltas. Pero cuando el chico de Cervera volvió a la acción todo cambió. Se deshizo primero de Rabat a falta de nueve vueltas y empezó su ataque.
Al tiempo que Márquez se acercaba a Espargaró, este recortaba distancias con Iannone, que acusaba el desgaste de sus neumáticos que tanto exprimió en las primeras vueltas. No les costó darle caza. Y tampoco adelantarle. Primero Espargaró, luego Márquez, le tomaron el interior al italiano para jugarse entre ellos la victoria. No pensaba renunciar a ella el líder del Mundial, consciente del golpe moral que supone para su rival verle ganar tres carreras consecutivas cuando él se siente en un gran estado de forma y su moto le acompaña en la travesía. Pero ni siquiera el mejor Espargaró puede con semejante talento. No hay rivales para Márquez, que no deja ni las migas, que si no se había conformado con ser tercero, no se conformaría con terminar segundo. Quería ganar. Y lo hizo. Explicar cómo es más difícil.
Márquez, con sus siete victorias y sus 53 puntos de ventaja, es más líder todavía
El duelo empezó en la última vuelta, en el último tramo de un circuito en el que se corre hoy en sentido inverso, en la dirección de las agujas del reloj, y que termina con tres curvas seguidas a la derecha y otras dos enlazadas a la izquierda. Fue una maravilla para el aficionado, una auténtica locura para sus equipos, al borde del desmayo. Los bailes de líneas de uno y otro eran la prueba más evidente de que ninguno daría su brazo a torcer: uno se ceñía más al interior, otro se abría para intentarlo en el siguiente viraje, uno abría su trazada y otro cerraba la puerta, uno derrapaba y el otro le daba al gas como un loco, carenado con carenado, y victoria para el chico que se las sabe todas. Márquez, con sus siete victorias y sus 53 puntos de ventaja, es más líder todavía. Y empieza a forjar su leyenda.
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