El Madrid, en estado de alarma
El Sevilla desquicia en un minuto a un campeón sin criterio y Mourinho carga como nunca contra su equipo
En una Liga de dos, uno va gripado desde la salida, el campeón. Cuatro jornadas y a ocho puntos del Barça, una distancia impensable que, ya de entrada, obligará al Madrid a una remontada con la que nadie contaba. Si el trecho ya es preocupante para el grupo de Mourinho, más lo puede ser su pérdida de identidad, su fútbol chato, lo que en este deporte suele generar dudas y tormentos hasta en colosos como el Real Madrid. En Sevilla se quebró en un santiamén y gestionó un gol en contra al primer minuto como si al partido solo le quedara eso, un minuto. No tuvo la respuesta adecuada, se mostró perdido, ofuscado, sin nadie al rescate, demasiado ulceroso. "Un partido pésimo", lo calificó Mourinho, que cargó contra todos los suyos. A ello también contribuyó el Sevilla, bien enhebrado por Míchel, con una idea firme de principio a fin. Un premio para un equipo en reconstrucción, necesitado de una victoria que le confirme, en lo deportivo y en lo institucional.
SEVILLA, 1 - REAL MADRID, 0
Sevilla: Palop; Cicinho, Spahic, Botía, Fernando Navarro; Maduro, Medel; Jesús Navas, Rakitic (Manu del Moral, m. 61), Trochowski (Kondogbia, m. 82); y Negredo (Luna, m. 70). No utilizados: D. López; Cala; Campaña y Babá.
Real Madrid: Casillas: Arbeloa (Callejón, m. 63), Pepe, Sergio Ramos, Marcelo; Khedira, Alonso; Di María (Benzema, m. 46), Özil (Modric, m. 46), Cristiano; e Higuaín. No utilizados: Adán; Albiol; Kaká y Essien.
Gol: 1-0. M. 2. Trochowski remata dentro del área un córner sacado por Rakitic.
Árbitro: Undiano Mallenco. Amonestó a Rakitic, Navarro y Luna, por el Sevilla y Pepe, Di María e Higuaín, por el Real Madrid.
Unos 40.000 espectadores en el Ramón Sánchez Pizjuán.
Menos de dos minutos tardó el Madrid en propiciar el partido que no quería. Un mal despeje de Iker derivó en un córner, suerte que suele condenar a los de Mourinho. Así fue. Cuatro sevillistas se emboscaron en el primer palo, Negredo hizo también de señuelo al dar un paso hacia esa zona y el lanzamiento de Rakitic cayó al boquete dejado por Di María, que estaba en las nubes. Trochowski no perdonó. Un parpadeo y el Madrid a rebufo, lo que siempre incomoda a un equipo que se sabe invulnerable con espacios, a la carrera. Fruto de ese vértigo que le caracteriza, digirió el gol como si al encuentro le faltara un minuto, no casi noventa. Se arrebató innecesariamente, lo que aplaudió el Sevilla, cómodo en un duelo en combustión, de pierna fuerte y mucho colmillo.
Incapaz de buscar las vueltas a su adversario, de anticipar alguna vez la pausa al sprint, de imponer un fútbol más gremial, el Madrid se saltó como acostumbra el medio campo, la zona de gobierno, y se entregó a sus cañoneros, que apenas tuvieron pujanza en el primer acto, salvo algún zurriagazo de Cristiano. Enfrente, el Sevilla tiró de manual. Míchel esposó al Madrid con su cepo en el eje, donde hasta cinco sevillistas maniobraban frente a Alonso y Khedira, y explotó la veta que tan bien ha reforzado este curso, la banda derecha, por la que Navas tiene ahora un socio ideal con Cicinho. Entre ambos fueron un cuchillo para Marcelo, al que nunca socorrió Cristiano por ese costado. Un suplicio para los madridistas.
Desquiciado, el campeón tampoco supo gestionar las emociones. Le sobraron amperios ante un rival que no se arruga. Por momentos, el partido fue pugilístico, cuerpo a cuerpo, choque a choque, con muchos atropellos. A punto estuvo de pagarlo el Madrid, que bien pudo perder a Di María, que agobiado por su caraja en el tanto local solo evitó la expulsión a un paso del descanso por la indulgencia de Undiano. Una evidencia para Mourinho, que, contrariado por el curso del partido, antes de la media hora ya había ordenado calentar a Benzema y Modric. Obviamente, Di María, y el intrascendente Özil, al que le superan retos con tanto voltaje, se quedaron en la caseta en el intermedio.
El croata cambió un rato la cara al Madrid. El equipo encontró un guía, alguien que diera algún parón, que quisiera trenzar el fútbol. La actividad de Modric durante un cuarto de hora fue sobresaliente. Y no solo en la partitura del juego. Fue quien más exigió a Palop, que con un disparo seco y cruzado el capitán sevillista desvió al poste derecho. De inmediato, filtró un pase para Higuaín, al que citó en el mano a mano con Palop, de nuevo victorioso. Con Modric, al menos durante un trecho, otro Madrid. Lo advirtió Míchel, que retiró a Rakitic, centró a Trochowski junto a Maduro y Medel en el dique y se la jugó a dos bandas. A la de Navas sumó la izquierda con Manu del Moral. Con el Sevilla a lo suyo, es decir, a toda pastilla en ataque, al toque de corneta de sus extremos, el Madrid, con un remate de Ramos al larguero, ganó peso ante Palop, pero poco a poco se diluyó hasta el final. De nada le sirvió asumir riesgos. Mourinho prescindió de Arbeloa y el equipo se destapó. No le quedaba otra. Con Callejón camuflado como lateral, con el auxilio de Khedira, el Madrid contuvo al Sevilla, pero le faltó fútbol y otra de sus señas de identidad: el mazo.
No lo encontró, como tampoco a Cristiano, con muchos grises toda la noche, más evaporado que de costumbre, enredado por la confusión general de un equipo sin criterio y muy acalorado. Se ha quedado sin margen de error en un suspiro y su técnico, crudo como nunca ayer, ha hecho disparar las alarmas. Habrá que ver cómo digieren sus futbolistas los palos del técnico. “No tengo equipo”, enfatizó. Mourinho acusó a sus jugadores de lo peor que se les puede acusar: de falta de actitud. No se percibió así, sino más bien falta de fútbol, lo que también atañe al entrenador.
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