Cristiano, un goleador infeliz
El delantero portugués no celebra sus dos primeros goles en esta Liga, al Granada (3-0) porque dice estar triste por un problema profesional Al Madrid le falta de nuevo intensidad para gobernar el partido
Con Modric en el once inicial, el Madrid despachó un partido en el que le asaltó el mal que le ha perseguido en este inicio de curso. Marcó tres goles y sumó su primera victoria en el campeonato, pero volvió a sufrir ese desplome tras el primer gol que preocupa al madridismo y a su propio entrenador. Le lleva a mal a traer a Mourinho la descompresión de un grupo que no logra recuperar la autoridad con la que manejaba los partidos el curso pasado. El campeón ha perdido el alma.
También reapareció esa actitud ensimismada de Cristiano Ronaldo, enfadado con el mundo por enésima vez pese a los 150 goles que lleva con el Madrid. Dijo estar “triste” por un motivo “profesional que el club conoce”. Le cuesta entender a la estrella portuguesa que el público paga para emocionarse y que el gol es el mayor acto emocional del fútbol. Y también le cuesta procesar que los estados anímicos individuales no tienen por qué verse reflejados en algo tan colectivo como es la celebración de un tanto. Marcó dos Cristiano, los primeros en esta Liga, y ninguno de ellos lo celebró. Su gesto va mucho con ese poso de insatisfacción que últimamente dejan los éxitos del club. Es como si el Madrid no disfrutara de lo que gana y esa es una dinámica tan extraña como peligrosa por el desapego que puede generar.
REAL MADRID, 3 - GRANADA, 0
Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Pepe, Sergio Ramos, Marcelo; Khedira, Xabi Alonso; Khedira, Xabi Alonso; Callejón (Di María, m. 46), Modric (Özil, m. 57), Cristiano Ronaldo (Higuaín, m. 64); y Benzema. No utilizados: Adán; Varane, Albiol y Kaká.
Granada: Toño; Nyom, I. López, B. Gómez, Siqueira; Iriney, M. Rico; J. Ortiz (Torje, m. 69), El Arabi (Mainz, m. 62), Orellana (Romero, m. 74); y F. Flores. No utilizados: Roberto; Angulo, Moisés y Machís.
Goles:1-0. M. 25. Cristiano Ronaldo. 2-0. M. 53. Cristiano Ronaldo. 3-0. M. 75. Higuaín.
Árbitro: González González. Amonestó a Pepe y Arbeloa, por el Madrid, y expulsó, por doble amarilla, a Borja Gómez (m. 59).
72.000 espectadores en el Bernabéu.
Transmitió el Madrid la sensación de que solo puede jugar con la sexta marcha metida permanentemente y la cabeza a mil revoluciones. De ser un equipo solo diseñado para un fútbol muy exigente físicamente y veloz en su ejecución. Es como si necesitara la convulsión y la agitación. Modric pareció entender bien ese biorritmo de sus nuevos compañeros y en sus primeros 20 minutos estuvo presente en todas las jugadas de ataque. Al primer balón aprobó ese primer examen exhaustivo al que el ojo exigente del madridismo somete a los nuevos. Filtró un pase entre líneas a Callejón que el canterano ejecutó sin temple ni sutileza alguna, por lo que la pelota fue a estrellarse en el pecho de Toño. Ese primer avisó ya apagó al Granada, que se había atrevido con una presión adelantada que se quedó en mero intento de factor sorpresa. Otro pase de Modric entre las piernas de un defensa terminó por rendir a la grada. Enseñó el centrocampista croata una capacidad muy fiable para eliminar líneas con el pase. También mostró un radio de acción grande y una frecuencia de intervenciones que pone en un aprieto a Özil, más intermitente en los últimos tiempos.
Abrió el Madrid el marcador con una suerte que maneja a la perfección. Se fue el Granada con toda su artillería aérea a rematar un córner y la pelota acabó perdida en el costado izquierdo. La recogió Callejón, que hizo un cambio de orientación milimétrico para Modric. El control del croata a la carrera y su pase a Marcelo aceleraron la contra para que la culminara Cristiano con un disparo sin ángulo que se coló entre las piernas de Toño tras tocar en un defensa.
El tanto generó esa pérdida de intensidad. Fue significativo que, al poco de lograrlo, Mourinho pusiera a calentarse a Di María, Higuaín y Özil. La pegada brutal y tempranera con la que la temporada pasada finiquitaba la mayoría de sus citas antes del descanso le ha desaparecido. Le cuesta hacer ese segundo gol que suele marcar las distancias definitivas en el desarrollo de los partidos.
El primero que entró al campo fue Di María, que dejó a Callejón en el banquillo en el descanso. En ese fútbol acelerado y emocional que saca la mejor versión del Madrid, Di María es capital. Callejón aporta llegada, pero no tiene tanta presencia. Di María es clave en ese juego que demanda futbolistas hiperactivos. En una de sus primeras acciones, dio un pase con el exterior a Cristiano, del que el luso necesitó dos remates para extraer su segundo gol. Tampoco celebrado con efusividad ante su público, que asiste atónito a esos gestos que le cuesta comprender. Nada que ver con Higuaín cuando marcó el tercer tanto, otro al que también le va ese juego convulso. Y un futbolista que valora cada gol que marca en el Madrid porque desde que llegó ha tenido que pelear por cada minuto que ha jugado.
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