Los Lakers retirarán en abril el 34 de Shaquille O’Neal
El pívot ganó tres anillos y tres trofeos de mejor jugador en la franquicia angelina
El 13 de Wilt Chamberlain. El 32 de Magic Johnson. El 33 de Kareem Abdul-Jabbar. Y, a partir del 2 de abril, también el 34 de Shaquille O’Neal (New Jersey, 1972). Los Lakers retirarán el número del pívot como homenaje a un jugador que ganó tres anillos con la franquicia angelina, cuatro en su carrera, y fue tres veces MVP de las finales.
Shaquille O’Neal es el pívot dominador por excelencia. Un cinco de 158 kilos y 2,16 metros casi imposible de parar en la pintura por su envergadura y sus bruscos movimientos. Al igual que Abdul-Jabbar patentó un movimiento, el gancho del cielo, O’Neal hizo lo propio con su drop step: consistía en encarar a canasta con un giro para abrirse hueco y después lanzar o machacar el aro. Esa técnica es una de las causas de que O’Neal sea el sexto máximo anotador de la historia de la NBA (28.596 puntos) y el segundo jugador con mejor porcentaje en tiros de campo (58%) entre los jugadores que suman un mínimo de 2.000 canastas, tras Artis Gilmore.
La falta de acierto desde a línea de tiros libres fue uno de los asuntos pendientes de O’Neal. Los rivales se aprovechaban de su debilidad y recurrían al llamado Hack-a-Shaq: hacer falta a O’Neal para que fallara desde el tiro libre –los primeros en recurrir a esta treta fueron los Blazers en 1999-. Falló 5.317 tiros libres en toda su carrera (52%), cifra solo superada por Wilt Chamberlain y sus 5.805 desaciertos. Shaq se lo tomaba con humor: “Que yo promedie un 40% de acierto desde el tiro libre es una forma que tiene Dios de decir que nadie es perfecto. Si promediara el 90% no estaría bien”, dice. Tampoco destacaba en los tiros de larga o media distancia: durante su carrera solo metió un triple, contra los Bucks de Milwaukee en 1996.
O’Neal nació en Newark, Nueva Jersey, en 1972. Jugó tres temporadas (1990-1992) en el equipo de la Universidad de Luisiana. En 1992, el pívot fue número uno del draft y fue a parar a Orlando Magic.
Durante su primer año en los Magic, Shaq fue elegido rookie del año y firmó su primer triple-doble en la NBA: 24 puntos, 28 rebotes y 15 tapones frente a New Jersey. Su aportación fue clave para que, en 1995, Orlando disputara las finales de la NBA por primera vez en su historia –perdieron con los Houston Rockets por 4-0-.
En 1996, O’Neal cambió Orlando por Los Ángeles. Durante su estancia, Kobe Bryant también se unió a la franquicia y los dos jugadores, a las órdenes de Phil Jackson, lideraron al equipo que consiguió tres anillos consecutivos (2000, 2001 y 2002). Shaquille fue MVP en las tres finales. Pero las victorias no fueron razón suficiente para prolongar su estancia en Los Ángeles: sus desavenencias con Bryant le hicieron marcharse a los Heat en 2004.
Miami fue el nuevo reto del pívot. Con él y con Dwyane Wade, los Heat consiguieron el anillo frente a los Mavericks de Dallas (2006). Era el cuarto título de Shaquille.
A partir de 2008 comenzó su declive y un recorrido itinerante por diversas franquicias, en las que no cosechó éxitos: Phoenix Suns (2008), Cleveland Cavaliers (2009) y Boston Celtics (2010). Su papel en estos equipos fue testimonial, ya no era la estrella: Steve Nash y Amare Studemire en Phoenix, LeBron James en los Cavaliers y el trío de los Celtics –Pierce, Allen y Garnett- le tomaron la delantera.
Después de cuatro Anillos, un oro olímpico (Atlanta ’96), un Mundial, 15 participaciones en el All Star y tres MVP de las finales, el 1 de junio de 2011 Shaquille O’Neal anunció vía twitter que dejaba el baloncesto. Las lesiones tuvieron la culpa. “Lo hemos conseguido. 19 temporadas, chicos. Os lo quiero agradecer mucho, por eso os lo comunico los primeros. Me voy a retirar. Os quiero, muchas gracias, nos vemos pronto”, se despidió.
Perdura en el recuerdo de los aficionados al baloncesto por sus drop steps y sus tapones. Pero también porque es un espectáculo en sí mismo. Ególatra y polifacético –aparte de jugar al baloncesto, tiene un grupo de rap y ha actuado en cine-, no se muerde la lengua. No necesita elogios, él mismo vale para motivarse: “Durante el partido me he dicho a mí mismo: ‘tío, eres jodidamente bueno”. Shaquille O’Neal, auténtico dentro y fuera de la cancha.
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