“Aquí no hay quien piense”

“¿Pensar en esta subida? Si no consigo pensar ni en la cama, para hacerlo a 200 pulsaciones… Aquí no hay quien piense”, decía Purito Rodríguez cuando le preguntaban sobre la estrategia de la etapa. “Llegar a tope al final. Cuando atacó Purito, solo pensé que debía seguir a mi ritmo y apretar”, relataba Alejandro Valverde, que se dejó 13 segundos en la meta cuando parecía que su desventaja podría ser mayor.

Pensar... piensan, digan lo que diga. O, al menos, saben lo que tienen que hacer. O les han dicho lo que tienen que hacer. Otra cosa es que se ofusquen en un momento dado, que en una curva les entre el pánico, que un ataque de un rival acreditado sea como un puñal en el costado, como la lanza de Longinos, como un miura en La Maestranza.

Purito sigue con el diablo en la oreja porque sabe que resta un fin de semana complejo con tres etapas terribles, de puertos largos, más propios para los más fuertes que para los más ágiles, pero sobre todo teme el final: “No cabe duda de que en Madrid, entre su gente, en la Bola del Mundo [penúltima jornada, cinco puertos y final en un alto de categoría especial], Contador tiene todas las de ganar”. Por eso piensa que la estrategia de la hormiga debe seguir funcionando: “Cuando pueda, intentaré dejarle. Cuando lleguemos juntos, intentaré ganarle”. Las bonificaciones, en una Vuelta milimétrica, resultan decisivas.

A Valverde le falta un pelín de gasolina, aunque dice que “el depósito es suficiente”: “Estoy a 1m 20s; es decir, estoy vivo y estoy bien, viendo todo lo que queda por disputarse. Hoy he ido a mi ritmo en una subida que solo conocía por vídeo, pero que era más dura de lo que parecía”.