Pedrosa y Lorenzo firman una carrera deliciosa

Puede ocurrir que las máquinas sean tan perfectas y la tecnología haya avanzado tanto que cuando un piloto excelso la eleva hasta la perfección poco tengan que hacer el resto de rivales, con motos en inferioridad de condiciones o, sencillamente, menos talento, suerte o empuje. Así son la Yamaha y la Honda, motos en búsqueda continua de la perfección absoluta, tanto que pueden pelear un giro, y otro, y otro, por la vuelta rápida en carrera y que esta se decida por milésimas de segundo y en menos que sus pilotos parpadean. Como ocurrió este domingo en Brno. Así son Dani Pedrosa y Jorge Lorenzo, talentosos, trabajadores, irreverentes; tanto que se pierden por los pianos a a casi 300 kilómetros por hora incapaces de inclinarse ante su rival y ceder un triunfo, uno más. Como ocurrió, también, este domingo en Brno. Puede ocurrir que uno de los mayores artistas a dos ruedas se destroce el tobillo y desaparezca de las parrillas para dejar huérfanos a sus competidores, de modo que haya quien crea que la pelea es descafeinada. Como alguien pudo pensar al conocer la baja de Casey Stoner nadie sabe por cuánto tiempo. Pero cuando dos personajes como Lorenzo y Pedrosa brindan una carrera tan deliciosa como la que han ofrecido en el Gran Premio de la República Checa no queda otra que aplaudir.

Una carrera de motos puede convertirse en una bella metáfora. La prueba de este domingo es la expresión máxima de en lo que puede convertirse este Mundial de aquí a final de curso. Quedan seis carreras y uno, Lorenzo, y otro, Pedrosa, están separados por solo 13 puntos. La igualdad entre los dos aspirantes al título es máxima y así se vio en la pista. No hubo más protagonistas desde la primera vuelta a la última. Arrancó Lorenzo desde la pole position y se esmeró por abrir distancias. Pero no lo hizo solo. Con él se marchó Pedrosa, en ningún momento a más de dos décimas de segundo del mallorquín. Le persiguió hasta la saciedad. Le estudió. Esperó su momento.

Y ambos, ahora la vuelta rápida es para uno, ahora para el otro, ahora uno va una décima más rápido, ahora es el otro el que corre más, dejaban al resto del mundo atrás, a años luz de su superioridad, que crece a medida que el otro es mejor cada día. Su rivalidad les hace crecer. Y la suya ha pasado por muchos momentos álgidos, amargos y dulces, está curtida en mil batallas, hasta que se ha convertido en un plato delicioso para todos. Pedrosa decidió que su momento había llegado alcanzado el ecuador de la prueba. Se desplazó ligeramente hacia el exterior a final de recta, le cerró todos los espacios a Lorenzo y se coló por el interior, a dos curvas de la meta. Fue entonces cuando le tocó a Lorenzo esperar y estudiar. Y así lo hizo.

No estuvo a más de cuatro décimas, permanecía a su sombra, esperando un espacio por pequeño que fuera, un error. Hasta que supo que, vista la perfección de la trazada de su rival, tenía que inventar algún movimiento, por arriesgado que fuera si quería el triunfo. La pelea, maravillosa, excitante, comenzó en esa última parte del circuito, en subida, que se presenta con una sucesión de curvas, la primera a la derecha, una a izquierda y otra a la derecha. El mallorquín se la jugó en plena chicane. Con un interior. Pero al llegar a la última curva cometió un pequeñísimo error, se abrió un poco más de lo normal para evitar la embestida del catalán, que no pensaba dar su brazo a torcer, dejó un espacio y Pedrosa hizo lo que nadie habría imaginado. Porque pagó con su propia moneda al de Yamaha con un adelantamiento por fuera, de los que le gustaban a Lorenzo. Ahí ganó la carrera. Por 178 milésimas de segundo. En un suspiro. Y logró su objetivo: ir recortando puntos. Ha empezado con sus primeros cinco gracias a su tercera victoria. Y el líder del Mundial, que no quería rendirse, sigue en su línea: si no gana, es segundo, buena suma para lograr un título mundial.