“La lucha hace que la vida parezca más fácil”
La vasca, que se retira para formar una familia, destaca su capacidad de sufrimiento: “Soy muy cabezona”
Las manos nudosas, cinceladas por años de labores agrarias, grandes de tanto agarrar rivales, sostenían la medalla de bronce como si fuese una pastilla de ibuprofeno. “Sí, es mía”, decía. “No sé si me lo creo o no me lo creo. Pero es mía. Ya ha llegado y ahora hay que disfrutarla. No sé como lo vive la gente que no conoce este deporte pero es muy duro”.
Maider Unda lo llevaba escrito en el rostro asimétrico, en la mirada penetrante, en el atisbo de cicatrices amontonadas durante años, en la piel enrojecida por la vida al aire libre, por el calor de la pelea y por la felicidad. Se hacía difícil pensar que alguien pudiera enfrentarse con éxito al inquietante desfile de combatientes que deambulaban por el Excel Center hasta que aparecía la vasca con ese aplomo, esa serenidad, y esos hombros disuasorios. “Todo el trabajo lo tiene la cabeza”, sentenció, cuando le preguntaron por su capacidad para afirmarse en sus poderosas piernas cuando la bielorrusa Vasilisa Marzalyuk la arremetía para quitarle el bronce. “Es fundamental saber estar fuerte dentro de ti misma y verte ganadora”.
“Ha sido muy importante lo psicológico”, advirtió esta mujer de campo, lacónica e irrefutable, al recordar su combate final. “Sabía que tenía que estar encima suyo constantemente porque ella sí podía estar más cansada que yo, y yo tenía que cansarla más. Eso ha sido. En el primer periodo ha sido fundamental entrar fuerte, marcándole el territorio. Ese punto que le he ganado haciéndole apoyarse en su cadera me ha hecho crecer. En el segundo asalto veía que ella estaba muy cansada pero no había forma de cogerla. Se me escurría todo el rato porque ella estaba sudando. Antes que yo, la luchadora de Camerún la castigó bastante. Y ha pasado la que quería, porque su estilo de lucha se me da mejor que el resto. ¡Así de injusto es el deporte!”.
La vida me ha llevado por la lucha y el destino me tenía preparado esto
La carrera de la española ha sido larga y accidentada hasta alcanzar su cénit en Londres. No se clasificó para los Juegos de Atenas, quedó quinta en Pekín y, en 2011, las lesiones casi le impiden acudir a estos Juegos. “El año pasado fue muy complicado porque llegó el mundial y no me pude clasificar”, recordó. “Pero ha merecido la pena”.
Desde 2004 forma un satélite. Se prepara alejada de la federación. Vive en su caserío de Álava y ajusta los entrenamientos a los horarios de su trabajo en el negocio familiar, que es la producción del queso de oveja que luego comercializa su madre. La falta de recursos en un país como España, culturalmente ajeno a la lucha libre, no la detuvo. “Quien me conoce sabe que soy muy cabezona”, dijo. “La vida me ha llevado por estos caminos. Podría haber elegido otros deportes, pero la vida me ha llevado por la lucha y el destino me tenía preparado esto”.
“Nos cuesta mucho mostrar la lucha en España”, prosiguió. “Esto es un impulso a la gente que viene de abajo. Que sepan que se puede. Pero hay que trabajar mucho. Y no se trata de presupuesto. Nuestra mentalidad no tiene nada que ver con la mentalidad de Europa del Este o de las ex repúblicas soviéticas. Ellos tienen una mentalidad de sufrir, sufrir, sufrir. A nosotros nos cuesta mucho sufrir”.
Maider, que tiene 35 años, reflexionó sobre su futuro en la competición. “¡Ahora mismo no sé si seguiré un tiempo más o no”, dijo. “Sólo sé que me llamo Maider y que tengo una medalla en mi mano. Pero sé que son mis últimos Juegos. Pensar que voy a tener que sufrir tanto para lograr una clasificación...”. Antes de irse a celebrar, la vasca, reafirmada en su experiencia, emitió un último mensaje de tono sapiencial. Quien quiera entender, que entienda: “La capacidad de superación que te da la lucha libre hace que la vida se lleve mucho más fácil. El ser capaz de decir: ‘Hoy no me han salido bien las cosas pero me pueden salir bien mañana con un poco de esfuerzo’. La vida siempre te da otra oportunidad pero tienes que estar ahí”.
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