Vientos, calzoncillos y trapitos
El preparador Suso Morlán cuida todos los pormenores del entrenamiento y el ritual competitivo de David Cal
Suso Morlán, el entrenador de David Cal, cuidó todos los pormenores. Se ocupó de la ciencia y también de la parapsicología. Es decir: de las supersticiones, de los amuletos, de la magia.
Primero, atendió a la ciencia. “En Eton no suele haber viento de componente norte, beneficioso para nosotros, y recordé que por culpa del viento perdimos el oro en los Mundiales de 2005”, dijo; “así que fuimos los primeros del circuito en venir a Eton para entrenarnos. En octubre de 2009 estuvimos diez días preparándonos. Conseguimos el contacto con la estación meteorológica y elegimos el embalse de Riocobo, en Lugo, porque era lo que más se parecía a esto. Y en Lugo trabajábamos según las condiciones de Eton. Yo me bajaba los datos sobre la temperatura, la humedad y los vientos por Internet. Si el día anterior había soplado sudoeste, intentábamos entrenarnos en esas condiciones. De hecho, el martes lo hicimos fuera de la pista porque había más viento. Para que David se ejercitara en las peores condiciones posibles, para que él se sintiera mejor en la competición”.
En Riocobo, Morlán montó dos pistas con boyas para orientar las prácticas según soplara el viento. En mayo inició con el piragüista tres meses de concentración. Solos los dos. “Se hizo eterno”, dijo; “para mí, menos porque tengo más papeles que leer. Para él, peor. Pero es muy tranquilo. Le gusta mucho leer y descansar. Duerme muchísimo en la siesta y por la noche”.
Antes de competir, el entrenador se encargó de la magia. “Nada”, dijo; “no hablamos nada. Cuando pasas años entrenándote todos los días con un tipo, no tienes nada que decirle el día que compite. No hay tácticas secretas ni consejos de última hora. Eso es una milonga. Si tienes tiempo para una medalla, te la llevas; si no lo tienes, no. Pero tenemos un protocolo. Él siempre hace lo mismo. Viene una hora antes, se calienta, sale al agua, vuelve, se calienta en seco, yo le seco la piragua… Cuando bajó al agua, yo no le dije nada. Lo de siempre: le hago una caricia en la cabeza y le digo: ‘Ven pronto’. Tenemos nuestros amuletos: unas pulseras de Nike y una toallita especial para secar el barco. Y yo siempre llevo los mismos tenis y los mismos calzoncillos. Solo me los pongo cada cuatro años. Es una broma entre nosotros”.
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