“¡Vuestros dedos atraviesan el cosmos!”
El dúo español arranca con una fuerte impronta flamenca tras los entrenamientos con la ‘bailaora’ Flora Albaicín
Hay mucho salero en el taconeo de Flora Albaicín y mucha oscuridad. El sonido rítmico de la percusión, el impacto repetido de la madera contra la madera, el zapato contra las tablas, inundó de un solemne sentido ritual, sobrio y primigenio, los grandes espacios del centro acuático de Stratford, reconvertido para acoger el campeonato de natación sincronizada. Siguiendo cada nota, acentuando cada golpe de tacón con un movimiento natatorio, el dúo español formado por Andrea Fuentes y Ona Carbonell puso en escena una rutina técnica de inspiración flamenca para comenzar a competir con medios propios, intransferibles, frente al poderío mecánico de China y Rusia.
Flora es la heredera de una dinastía flamenca con orígenes en Granada, Huelva y Cádiz que se asentó en Barcelona en el siglo pasado para crear escuela. Durante los últimos años, esta mujer nerviosa y menuda que parece abarcarlo todo con su presencia expansiva, ha trabajado con Ana Tarrés, la directora técnica, y con Andrea y Ona en la piscina y sobre las tablas. Les ha grabado un taconeo que se ajusta a sus necesidades coreográficas y formado en el arte de expresar la propia identidad a través del baile. “Hay una técnica flamenca que tú puedes dominar mucho desde la coordinación física, muscular”, dice, “pero luego tienes que poder decir sin palabras: ‘Me siento viva’, ‘me siento feliz’ o ‘tengo fuerza”.
“Con las chicas hemos trabajado el zapateado para que sintieran lo que era la tierra”, explica; “la fuerza que ejecutas con las piernas la transmite todo tu cuerpo hacia arriba. Había que meterlas en esa mentalidad. El tema del suelo les ha venido muy bien porque las ha conectado de otra manera en el equilibrio, en el espacio. Salir del agua les ha venido muy bien. Aunque lo hagas en el agua o en el aire, ya hay otra energía en el cuerpo. La danza es una proyección diferente. Nosotros, en vez de limitarlo a la interpretación teatral, lo hemos canalizado a través de los sentimientos. ¿Qué sienten cuando están en la piscina? ¿Qué quieren conseguir? ¿Qué quieren sacar hacia fuera? Algo que vaya más allá del ejercicio mecánico. Es la prolongación de la energía de la expresión. Nosotros, en el escenario, no tenemos voz. Lo difícil es levantar al público con un brazo. Porque las manos y los brazos son tu voz. En esos silencios, o en esas letras lentas, hablar tanto con tus brazos es dificilísimo. Ellas se han identificado mucho porque han sentido una manera de sacar todo aquello de lo que los ejercicios, a veces, te privan”.
“La mano”, demuestra Flora estirando el brazo, “tiene que llegar hasta aquí. Vale. Pero tú puedes salir hacia fuera con el sentimiento. Eso es lo que tiene el arte. Una vez hecha la interpretación, el arte es la capacidad de expresar sentimientos, de comunicar, de mandar una información con un gesto”.
La ‘sincro’ es un baile en el agua, pero le falta el punto artístico de sacar lo que se es de verdad” Flora Albaicín, bailaora.
Las coreografías de la natación sincronizada son frecuentemente frívolas. Las nadadoras sobreactúan, impostan sonrisas, a menudo, interpretando sonidos muy orquestados. Ayer, las chinas se aferraron al kungfu; las rusas, a Michael Jackson; las estadounidenses, a Aretha Franklin. El taconeo seco de Flora contrastó con los antecedentes: “Para mí, la sincro es un baile en el agua, pero le falta ese punto artístico de sacar lo que ellas son de verdad. Por más bestia que sea el esfuerzo, tienes que decir: ‘Me gusta lo que hago. Quiero transmitiros amor, felicidad, fuerza o una felicidad que proviene de un esfuerzo para lograr algo’. No puede quedarse en un ejercicio reprimido. Ríete de verdad. Sé cómplice de tu compañera. Intégrate sin miedo. Todo esto no va en contra de la técnica. Cuando la dominas, dejas paso a la emoción y la mente. Eso más la adrenalina, una bomba”.
“Esto es mi vida”, dice Flora a las nadadoras; “la he dedicado a un esfuerzo físico y necesito ver para qué es. Cuando te dedicas al arte, piensas que todo son dificultades, vives en otro planeta, crees que no te entiende nadie. Hasta que piensas que a través del arte y el baile eres un ser completamente libre. En el momento en que bailas eres tú absolutamente. No te ciñes ni a sociedades, ni a políticas ni a religiones. Eres tú en esencia pura. La realización no es solo crear una coreografía fantástica. Eso es limitado. Vete más allá. ¿Qué sientes? ¿Hacia dónde prolongas la energía? Tú levantas una mano y los dedos se prolongan infinitamente a la velocidad de la luz, atraviesan el cosmos y van más allá. ¡Figuraos eso! Esa fracción de segundo es infinita. Y tú te sientes grandiosa. Y toda esa energía positiva va a la gente. Pero no para hincharte el ego, sino para aportarles algo”.
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