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Para brava, la guipuzcoana

Maialen Chourraut se clasifica con las mejores perspectivas para las semifinales de K1

Carlos Arribas
Maialen Chourraut, durante su descenso en aguas bravas
Maialen Chourraut, durante su descenso en aguas bravasDIEGO AZUBEL (EFE)

El entrenador checo grita a sus chicos, que son los mejores del mundo: “No corráis, fluid”. Y en una frase resume la ciencia básica de las aguas bravas, su mística, el arte. “Estar en timing con el agua”, lo llama Xabier Etxaniz, o el swing, que dirían en golf o en boxeo, o el feeling, en todos los deportes, o el misterio del gesto técnico, de la belleza del deporte. Todos ellos, términos intercambiables, servirían también, claro, para narrar el descenso que clasificó como la mejor de todas a la donostiarra Maialen Chourraut para la semifinal del jueves del torneo de piragüismo de K1 en aguas bravas, previa de la final del mismo día, en la que seguramente (pasarán 10 de las 15 semifinalistas) estará para disputar la victoria.

La adaptación al torrente, otra forma de llamarlo, es básica para negociar en 90 segundos un descenso de 250 metros (desnivel de 5,5 metros) sobre una corriente tumultuosa de 13.000 litros por segundo y sin tocar ninguno de los pivotes que señalan las 22 puertas. A favor de la corriente, las verdes; remontando, las rojas, como los salmones. “Y Maialen eso lo hace de manera especial”, dice Etxaniz, su entrenador; “Maialen lo es todo, fuerza y técnica. Una deportista que parece poca cosa [1,60 metros, 55 kilos], pero con una fuerza brutal, capaz de levantar 120 kilos en pectoral. Una palista que era rápida, una chispa, y ahora, a los 29 años, es fuerte y tranquila, capaz de hacer lo más duro, como cortar y atravesar los rulos, esas crestas de espuma blanca que frenan y desvían el kayak, sin aparentar el menor esfuerzo. Eso es”.

Parece poca cosa, pero levanta 120 kilos en pectoral” Xabier Etxaniz, entrenador

La palista guipuzcoana, cuando habla, lo hace en la misma sintonía, pero con más autocrítica. “Tengo sensaciones ambiguas. La primera mitad del descenso [en una de las primeras puertas, un golpe del casco con el palo colgante le valió una penalización de dos segundos] no he estado a gusto”, dice Chourraut, apellido de la frontera navarro-guipuzcoana, que se ha diplomado en Empresariales; “la segunda mitad, al contrario, la he hecho muy cómoda. Ya sé que, si bajo normal, jugando con el agua, a favor del agua, no luchando con ella, siempre hago buenos tiempos”.

Si bajo jugando con el agua, no luchando con ella, hago buenos tiempos”

Como Chourraut, los otros dos olímpicos españoles, ambos también con posibilidades de éxito, Samuel Hernanz, en K1, el miércoles, y Ander Elosegi, en C1, el martes, también se podría decir que provienen de la inexistente escuela guipuzcoana, personificada en su entrenador, Etxaniz. “Pero eso es pura coincidencia”, dice el técnico; “tradicionalmente, el equipo español está formado por catalanes y vascos, pero este año somos todos guipuzcoanos. Son los que se han ganado la plaza. Esto es fruto del trabajo, no de la existencia de una escuela o cantera o de que yo sea guipuzcoano: también fui el director técnico en Atenas y allí eran todos catalanes. La cantera es la base, no la altura”.

Cuenta Etxaniz que se aficionaron a las aguas bravas en sus clubes y los esfuerzos, los sacrificios para entrenarse —desde la base del club en La Concha hasta Pau, el canal más cercano; ir a entrenarse una hora supone más de cuatro de tiempo; ir, volver, cargar, descargar…— ha hecho que ellos sean mucho más duros. “Es una selección natural: con su sacrificio y su trabajo ya se cuenta de entrada, y eso es mucho. Una vez se pasa ese filtro, en la selección, en el equipo nacional, se tiene todo mucho más fácil. Ya no tienes que demostrar el carácter”, dice.

“Maialen se enganchó en un cursillo de verano. Hacía todo tipo de deportes, pero este se le dio bien, le gustó, les gustó a los del club, y se quedó. Ander, lo mismo, pero en Irún. Samuel es hijo de un piragüista español que emigró a Tarbes y nació en Francia… Ahora todos vivimos prácticamente en La Seu d’Urgell, en el canal olímpico de Barcelona 1992. La mayoría vivimos allí, menos Elosegi, que sigue viviendo en Irún”.

“Yo empecé en las olas de la playa de La Concha”, dice Chourraut, quien en Pekín 2008 no logró pasar de la primera ronda. “Los años anteriores se había tenido que operar de los dos hombros”, matiza Etxaniz, “pero volvió y más dura, mejor. Estoy convencido de que, si los supera, cada problema es un regalo. Ahora es muy buena y no sé si por haber pasado todo lo malo, pero es así. Somos lo que hemos superado”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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