_
_
_
_

Sin Pep y con Tito

El Barça afronta el reto de saber si el método y el estilo sobreviven al entrenador más admirado

Ramon Besa
Guardiola y Vilanova en un entrenamiento de la pasada temporada.
Guardiola y Vilanova en un entrenamiento de la pasada temporada.VICENS GIMÉNEZ

Hoy empieza a entrenarse el Barcelona sin Pep Guardiola y con Tito Vilanova. Así contado, dicho de carrerilla, hasta puede parecer lo más natural, como si formara parte de un plan lógico, propio de un director deportivo tan sensato como Andoni Zubizarreta: el segundo entrenador de un equipo admirado por un estilo de juego personal e innegociable, como si hubiera dado con la fórmula de la Coca-Cola, sustituye al primero, la mejor manera de perseverar y mantener el secreto del método. El fútbol, sin embargo, no funciona como una bebida ni se vende con receta, y menos en un club cainita como el azulgrana. La sospecha es que al barcelonismo no le será fácil familiarizarse con la ausencia de Guardiola y la presencia de Vilanova porque aparentemente formaban parte de un todo, la unidad era indivisible.

A los jugadores, a los directivos, a los aficionados, les costará vivir sin saber qué piensa Guardiola, acostumbrados todos a pasar por su rueda de prensa, para saber qué está bien y qué está mal, impregnados de una moral colectiva a prueba de fuerzas enemigas tan poderosas como el Madrid de Florentino y Mourinho. Acepta la gente que Guardiola se ha ganado el derecho a descansar después de quedarse sin energía por levantarse cada día muy temprano, y le estará eternamente agradecida por una obra de gobierno que ha convertido en referencia mundial al Barcelona. El fútbol del equipo ha superado en pocos años la histórica liturgia del club y su hinchada canta a capela, todos a una: “Ser del Barça és el millor que hi ha”.

Ocurre que el adiós de Guardiola ha estado envuelto de un cierto misterio, tal que a juicio de los demás no se hubiera sincerado del todo, ya sea por su bien o el de la entidad, como si no estuviera conforme, no ya con su decisión, sino con sus consecuencias. El personaje que se va a Nueva York no es el mismo que debutó en Premià. No se sabe muy bien si le ha podido el cansancio o le faltaba entusiasmo. Así lo quiere ver al menos la gente, ni que sea porque su salida de escena ha sido tan sobrecogedora que muchos son los que se demandan todavía qué será de ellos más que qué será de Guardiola. Ya se sabe que mientras la derrota se combate, la tristeza se sufre y se arrastra incluso cuando se viaja, ni que sea a América. Ni Guardiola sabe seguramente qué le aguarda al Barça, por más que le desee lo mejor: si él no se atrevió a seguir con Tito, no va a decir ahora que solo con Tito la vida azulgrana será de color de rosa.

No es verdad que el equipo es tan bueno que va solo, sino que precisa ser intervenido

Aunque el futuro sea incierto, si hay alguien que merecía sustituir a Guardiola era Vilanova, incluso sin que todavía se sepa qué, ni por qué, ni quién, además obviamente de la intervención decisiva de Zubizarreta, medió para que pasara de intentar convencer a su jefe para que siguiera a aceptar el cargo, secuencia vital para completar el relato. Y es posible que al Barcelona le vaya bien con Tito. Al nuevo entrenador, en cualquier caso, le aguarda una tarea ardua y complicada. No es verdad que el equipo es tan bueno que va solo, sino que precisa ser intervenido. Hay que aplicar medidas que suponen un desgaste para el técnico y puede que requieran la misma fuerza que tuvo Guardiola —y ahora no tiene— cuando alcanzó el Camp Nou y prescindió de Ronaldinho, Deco y Eto’o.

No se trata de echar a nadie sino de afrontar situaciones que se han dilatado, resituar el papel de cada futbolista y actualizar la clasificación del campeonato de egos. Más que de cuestiones estructurales propias de un equipo de la categoría del Barcelona, como decidir si se impone fichar un central y/o un delantero, conviene resolver asuntos que afectan a la convivencia, consustanciales a futbolistas cada vez más campeones, más famosos, más exigentes con su cuota de poder. Hay que preguntar a Valdés por qué cambia cada temporada el entrenador de porteros; acordar la participación de Xavi y Puyol de acuerdo con su edad; saber de qué debe jugar Cesc; implicar al máximo a Piqué en la causa común; evaluar la recuperación de Villa; y contextualizar muy bien el papel y la influencia de Messi.

A Messi se le espera más descansado y responsabilizado y se supone que también menos niño. La finalidad de La Pulga no debería ser retener el Balón de Oro, como evidencia de que sigue siendo el mejor del mundo por cuarto año, sino ganar la Liga y la Champions. El truco no está en satisfacerle con la alineación, y menos después de que exteriorizara en el vestuario sus berrinches por la derrota, sino en dar con la formación que garantice el mejor juego del equipo. Nadie como Guardiola ha ayudado a agrandar la leyenda de Messi. Se desvivió tanto por el argentino, y también por dar cabida a las figuras del plantel, que a veces, sobre todo en los partidos cumbre, el once titular pareció forzado, indescifrable, por no decir excéntrico, como si resultara muy complicado para el técnico conjugar los intereses de la Pulga con los del Barça.

Guardiola y Vilanova se abrazan tras lograr la última Copa del Rey, en el último partido del primero en el banquillo.
Guardiola y Vilanova se abrazan tras lograr la última Copa del Rey, en el último partido del primero en el banquillo.alejandro ruesga

Igual el Barcelona gana naturalidad sin Guardiola. Ya se da por descontado que, además de autoridad, seducción y discurso, perderá liderazgo. A la directiva le toca decidir sobre las muchas funciones que asumió el exentrenador: respecto a las que deben ser absorbidas por el consejo o los empleados cualificados y las que no tienen continuidad por personales e intransferibles. El momento es crucial para constatar si, mientras tanto, el club ha mejorado como parece en organización y estructura con dos directores generales como Antoni Rossich y Zubizarreta y si el equipo puede volver al abecedario futbolístico, ser más espontáneo y menos sofisticado, más normal. Es el momento de comprobar si el método sedimentó suficientemente para combatir al menos la capacidad autodestructiva del club.

La colaboración de Zubizarreta y del presidente Sandro Rosell con Vilanova es vital. Quizá se impone un trabajo colegiado más que de autor, una declaración de intenciones inequívoca, para combatir la denuncia de quienes sostienen que el Barça no solo se ha dejado diez mil socios con la crisis sino que va perdiendo grandeza en cada cambio después de que los segundos hayan pasado a ser los primeros y los terceros sean los segundos. No basta a veces con correr el escalafón, sino que se impone reforzar la figura de Vilanova como entrenador y no como sustituto de Guardiola, e insistir en la línea trazada por Zubizarreta y Rosell el día en que se oficializó el relevo.

El papel de Rosell no es fácil. Ha intentado ganarse la confianza del socio a partir del control impecable de la caja de caudales —cosa que siempre funciona en el Barça porque no solo garantiza su salud financiera sino que sirve para que no se dude sobre los negocios del presidente—, y ha practicado el laissez-faire en la cancha a favor del entrenador. Ahora le toca atender de forma responsable las peticiones de Vilanova. No conviene despilfarrar ni tampoco que se dude sobre la política de Rosell en el sentido de que trataría de ganar tiempo para llevar a los suyos si las cosas no van bien. A saber: posibles fichajes como el de Neymar no deberían utilizarse solo como un comodín del presidente sino como una opción para el técnico. Hay que evitar las dobles lecturas, apostar por un plan común.

El asunto compete también a Vilanova. Necesita ganarse el vestuario después de hacerse valer como entrenador en la negociación de su contrato. No es sustituto de nadie. Se le considera y se le tiene a efectos económicos como el mejor técnico para el Barça. Ahora le toca ejercer en la cancha ante Messi con la misma determinación que se empleó en el despacho de Zubizarreta. Una vez golpeado por la enfermedad, nadie vive el presente con la intensidad de Tito por más que quiera asegurarse el futuro de los suyos. Los jugadores deberían saber por su boca que no dejará de hacer lo que posiblemente no quiso hacer Guardiola. A diferencia de su antecesor, Tito no tiene amigos ni enemigos sino multitud de escépticos que suspiran porque las cosas le salgan bien, para suerte suya y del Barcelona.

Se trata de resituar el papel de cada futbolista y actualizar el campeonato de egos

Y el objetivo no debería ser disputar la final de la Champions con 11 futbolistas de la Masia, sino pelear por el título con un equipo que responda a la carta de naturaleza del Barça, un club catalán que defiende la diversidad y la integración frente al sectarismo y la xenofobia. Una cosa es fomentar una cultura de juego particular a partir de la cantera y otra pensar que no hay mejores jugadores que los formados en sus equipos inferiores. La historia azulgrana no sería la misma sin Platko, Kubala, Cruyff, Romario o Ronaldinho. Messi jamás habría sido Messi si antes Ronaldinho no hubiera sacado al Barça del confesionario de Joan Gaspart. Aunque las salidas de Keita y Touré, así como la enfermedad de Abidal, han potenciado al Barça B, no hay que dejar de enriquecerse en el mercado como ya pasó con Alves, Villa, Mascherano o Alexis.

El mestizaje ayuda a mejorar, combate el narcisismo y la endogamia, de la misma manera que el mercadeo favorece el negocio y el nepotismo y arruina a la entidad. El Barça ha aprendido supuestamente con el tiempo y, por tanto, se da por superada la etapa de la improvisación, cuando se imponía la intuición por encima del método. No se trata de prescindir del consejo de figuras como Carles Rexach, hilo conductor de la historia del Barça, sino de confiar también en el laboro de Zubizarreta. La mejor noticia que podría recibir Guardiola, sea en Nueva York o en Londres, es que no se le espera en Barcelona para que vuelva a ser entrenador sino como sumo sacerdote, señal de que el equipo aprendió tanto de su incomparable legado que da igual como se llame el técnico que se sienta en el banquillo. Muy pocos entrenadores como Vilanova soportarían mejor el anonimato que supone suceder a un técnico de la grandeza de Guardiola.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_