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El balón le gana a la Ópera

La final de la Eurocopa cancela el afamado y ansiado ballet Giselle en las Termas de Caracalla

Desde anteayer ha dado la vuelta al mundo un irónico y mal hecho collage fotográfico de Balotelli en medio del campo sin camiseta y con un muy femenino tutú blanco de ballet clásico. La broma de dudoso gusto es, como era previsible, alemana. Parece una premonición, pues hoy el fútbol ha arrasado con la que ya era sin duda la función de danza académica más importante y esperada del año en la capital italiana: el ballet Giselle en las Termas de Caracalla con el Ballet y la Orquesta de la Ópera de Roma en pleno. Un ensamble que entre artistas y técnicos sobrepasaba las 250 personas.

Más de 3.500 entradas vendidas, algunas a precios altísimos, y la presencia como invitados excepcionales de dos de las principales estrellas internacionales del ballet de hoy en día -la rusa Svetlana Zajarova y el alemán Friedemann Voguel, estrellas del ballet Bolshoi de Moscú y del Ballet de Stuttgart respectivamente-, vinculadas esporádicamente a los más potentes Entes Líricos italianos como La Scala de Milán y la Ópera de Roma. Pero se ha quedado en el aire la función. Se habla de pérdida millonaria para la organización y de una eventualidad sin precedentes. A última hora de la tarde, los poderosos sindicatos de la Ópera estaban reunidos. En la web del teatro romano, un lacónico aviso de cancelación pisa sobre la foto de bailarina. En las Termas de Caracalla hay una tradición de más de 50 años de funciones veraniegas de ballet, lírica y música sinfónica.

El pasado día 30 hubo ya una primera función de Giselle con este cast de auténtico lujo y que puede considerarse como una toma de contacto, un ensayo general con público de pago, pero la gala, la función de estreno en toda regla era la del día 1 de julio, coincidente con la final europea. El argumento principal esgrimido para esta cancelación, que ha levantado una enorme polvareda en Internet y la indignación de los seguidores del ballet, es sonoro. Roma se ha llenado de grandes pantallas y altavoces potentes para ver el partido. Imposible oír los sutiles acordes románticos de la música del francés Adolph Adam a pocos metros de una horda de “tifosi” enardecidos. El poder del balón ha podido una vez más con cualquier expresión artística, se puede leer ya en varios sitios del Éter.

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