Destellos de genialidad
Sagan mezcla lo mejor de la osadía y frescura de la juventud con rasgos de auténtico veterano
En este ciclismo moderno, en el que hasta los más ínfimos detalles están medidos y estudiados al milímetro, dar los pasos de dos en dos es normalmente sinónimo de temeridad. Algún temerario hay al que le sale bien la jugada, pero, habitualmente, el atrevimiento termina en desastre. Ahora bien, el que intenta dar los pasos de tres en tres, una vuelta de tuerca más aún por si fuera poco, solo puede ser calificado de inconsciente o... de genio.
Y eso es lo que hemos visto, un acto de genialidad, que no de inconsciencia, de Sagan. El corredor del Liquigas posee las virtudes de la juventud (arrogancia, fuerza, osadía, frescura…) y algunas de las que se adquieren con la veteranía (moverse en carrera, utilizar las fuerzas de tus rivales en tu beneficio...). No es una incongruencia. Porque es muy joven (22 años), pero su irrupción profesional fue tan fulgurante que ya se puede decir que acumula tantas situaciones de este tipo como para tener tablas y ser lo suficientemente frío al jugar sus cartas.
Se le puede achacar que no fue el más fuerte del día. Así lo reconoció en la entrevista antes de subir al podio. Se puede decir que racaneó como un parásito a Cancellara y que su estreno en el Tour no fue merecido. Sí, pero tampoco se puede negar su efectividad. “El único que podía atacar una vez pasado el tramo más duro de la subida era Cancellara. Así que he estado atento para coger su rueda”, decía. Hasta aquí puede ser incluso mérito de su director, pero eran muchos los que pensaban lo mismo y tan solo él fue capaz de hacerlo. Hagen fue igual de listo, pero no tan rápido (o no tan fuerte) al interpretar el movimiento del líder y se dejó todas las fuerzas necesarias para el sprint en cerrar el hueco que cedió respecto a la pareja de delante en el momento del ataque.
Es muy joven (22 años), pero su irrupción profesional fue tan fulgurante que ya tiene tablas
Cancellara quiso fulminar a todos acordándose de que la mejor defensa es un buen ataque. Miró atrás, vio a Sagan soldado a su rueda, a Hagen tratando de cerrar el hueco y al pelotón, ya entonces alejado y sin posibilidades de victoria. Siguió adelante tensando la cuerda duramente y al cabo de unos metros pidió el relevo. Y no desesperadamente. Una vez, dos y una tercera en la que se abrió a su izquierda simulando parar, pero continuó al frente al ver que los dos que le acompañaban no entraban en el juego, uno porque no podía y otro porque no quería.
“Si hubiese entrado al relevo, probablemente no habría ganado porque él era el más fuerte”, dijo luego Sagan, que aprovechó la ocasión para pedir disculpas por su rácana actitud en el último kilómetro. Por ese detalle no será esta la victoria más recordada del eslovaco, pero la actitud fue la de todo un zorro veterano: saber cuáles son sus cartas y cuáles las de sus rivales.
Así que después del festival de California, en el que logró cinco etapas, y el de Suiza, en el que logró otras cuatro, podemos estar ante el comienzo del tercer festival este año de Sagan. Si es así, de suerte estamos porque no deja a nadie indiferente y el espectáculo que da no tiene precio. Por cierto, y ya que tres es el número, de vaya tres que estamos hablando: Cancellara, Sagan y Hagen. Tres malas bestias, tres fenómenos de la naturaleza, tres hombres capaces de hacer alguna genialidad de vez en cuando, al fin y al cabo.
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