“Estoy entre los cinco mejores cabeceadores de la historia”
Marcelino evoca su cabezazo en la final de la Eurocopa 1964 ante la URSS, un gol que significó el primer gran título español
Con 15 años jugaba al fútbol en un seminario; con 19 lo hacía en Primera; a los 22 reclamó al régimen franquista Seguridad Social para los profesionales, y dos años después, Marcelino Martínez Cao (Ares, A Coruña, 1940) se convirtió en leyenda con un gol eterno en la Eurocopa de 1964 que durante años fue la única referencia victoriosa para la selección. A los 29 se retiró. Le fallaba la rodilla izquierda. Se apartó del fútbol y tras unos años en Zaragoza, la ciudad donde hizo fortuna, se retiró a Ares, una villa marinera del litoral coruñés en la que el tiempo pasa tranquilo en una terraza ante la playa.
¿Eligió este segundo plano o le ha penalizado no haber jugado en el Real Madrid o el Barcelona? Nunca he sido de entrevistas. Ya dije lo que tenía que decir. Me aparté del fútbol porque hay cosas en él que no me gustan, regresé a mi pueblo y me dediqué a la promoción de viviendas. Hubiera tenido más fama en un grande, pero en Zaragoza crearon un equipo en torno a mí y era el mejor pagado de España. Cobraba más que Di Stéfano o Kubala. Y teníamos un once fabuloso.
Pero eran un equipo de provincias… Para lo bueno y lo malo. A veces me decía Carlos Lapetra si no haríamos bien en probar en otro sitio y sé que si lo hubiéramos hecho podríamos haber llegado a una proyección mundial, al Balón de Oro, a la Copa de Europa y no la de Ferias. Pero no me arrepiento. Jugamos cuatro finales de Copa seguidas. Nadie lo ha vuelto a hacer y éramos un equipo antirrégimen. El Estado cuidaba más a los equipos de Madrid, al Barcelona o al Athletic.
¿En qué ha cambiado el fútbol? Técnicamente en nada. Son mejores las botas, los terrenos de juego. A los balones les puedes dar ahora unos efectos increíbles, antes se empapaban de agua y pesaban como piedras.
Era un fútbol más lento. No lo creo. Yo corría 100 metros en 11 segundos y en zapatillas. Tenía 38 pulsaciones en reposo. Competí en el atletismo cuando estaba en Santiago, en el seminario. Pero lo mío era el fútbol, jugarlo en la playa.
¿Cómo era la vida en el Zaragoza? Los futbolistas éramos celebridades, gozábamos de fama a nivel social. Tenía un Volvo deportivo rojo, el único de España… El Barcelona siempre me quiso fichar e incluso Kubala llegó a visitarme para que le sustituyera. Me gustaba el Camp Nou, mucho más que el Bernabéu, que tenía un césped pesado y no tan cuidado. Allí la pelota corría con dificultad y para mí eso era un hándicap.
Y, sin embargo, allí consiguió el gol que le marcó. Claro. Franco vivía en Madrid y había que ir a jugar allí. Yo prefería otros escenarios, pero era el centralismo. Le marqué a Yashin. Era un portero que imponía. Iribar y él son los dos mejores de la historia. Seguros, grandes, increíbles bajo palos y en las salidas. Tenían jerarquía. A Yashin le marqué de cabeza. He estado entre los cinco mejores rematadores de cabeza de toda la historia.
¿Quién le enseñó a rematar? Aprendí yo mismo en la playa. Saltaba mucho, me quedaba en el aire y no armaba el remate con el cuello, sino con la cintura. La dirigía desde arriba, pero el movimiento era desde abajo, marcaba los tiempos con la cintura para impulsar. Así fue el gol de la Eurocopa. Me gustaba rematar de cabeza hacia la línea de gol porque ahí los porteros, por muy buenos que sean, no llegan. Pero yo no concibo el fútbol por el gol, ni ese ego individual. Que un delantero marque cinco goles a un rival es una falta de respeto.
¿Cómo era el equipo de 1964? Peor que el actual. Este es un equipo, nosotros éramos una selección. Ahora juegan 20 partidos al año, nosotros tres. Ni nos entrenábamos juntos. El equipo que más jugadores aportó fue el Zaragoza, con cuatro. Teníamos un estilo más veloz que el Madrid o el Barcelona, que tocaban más. Luis Suárez tenía un desplazamiento en largo magnífico. Carlos Lapetra era tipo Xavi, y con gol. Pereda tenía clase y marcaba. Amancio era algo individualista a veces, pero con un gran regate. Fusté peleaba en mediocampo, con mucha clase. Y Zoco era insuperable por arriba, quizá superior a lo que es hoy Busquets. Es difícil comparar…
¿Le alivió el gol de Torres en Viena? Me dio una enorme alegría porque ya me apenaba la trayectoria de la selección y el título de 1964 ya estaba añejo. Los goles de Torres e Iniesta han revalorizado el mío. Nos hemos dado cuenta de lo que supuso. La historia suma y no se podía vivir de ella sin sumar.
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