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Ferrero y Venus, más corazón que piernas

A los 32 años, el valenciano y la norteamericana, pentacampeona en Londres, se despiden a la primera de Wimbledon ante Djokovic (6-3, 6-3 y 6-1) y Vesnina (6-1 y 6-3)

Juan José Mateo
Juan Carlos Ferrero, cabizbajo durante el partido ante Djokovic.
Juan Carlos Ferrero, cabizbajo durante el partido ante Djokovic.LEON NEAL (AFP)

La luz del sol del verano ilumina sobre la pista un ocaso. Ahí está la estadounidense Venus Williams, ex número uno, cinco veces campeona en Londres, una de las reinas de la hierba. La ganadora de siete títulos grandes compite con el gesto firme de siempre, ni un movimiento que delate sus sentimientos, pero sin la intensidad que fue su sello. A la primera, Venus se inclina 1-6 y 3-6 ante la rusa Vesnina. No perdía tan pronto en Wimbledon desde su debut, en 1997. Está claro que ya no es quien era: a los 32 años, una enfermedad autoinmune amenaza constantemente con retirarle para siempre del tenis, y mientras tanto le deja sin fuerzas para afrontar la tarea diaria. Pega sin fuerza. Corre sin velocidad. Sufre y compite porque en su interior aún chispea la llama de los campeones.

“Sé cómo enfrentarme a esto”, se despidió la estadounidense. “Voy a los torneos con una actitud positiva, no me apetece hablar de mi salud ahora mismo”, añadió con los relámpagos de sus ojos igualando los que desprendían sus pendientes de brillantes. “La vida es un reto, y a mí me gusta enfrentarme a los retos. Soy una gran jugadora. Desafortunadamente, me tengo que enfrentar a circunstancias que no son normales en el deporte. No me voy a rendir. Simplemente, yo no soy así. Soy una chica dura y no tengo tiempo para sentir pena de mí misma”.

La misma energía interior que alimenta a Venus, ese orgullo de león herido, impulsa a Juan Carlos Ferrero antes de inclinarse 6-3, 6-3 y 6-1 ante el serbio Novak Djokovic, el número uno del mundo. El corazón mueve a los campeones por encima de las fuerzas de sus piernas. No hay otra forma de explicar ese arranque gozoso del valenciano, pleno de fuerza, que le ve colocarse con break de ventaja (1-2 y saque tras un servicio plagado de errores del serbio), fantástico desde la línea de fondo, donde sus golpes son billetes para un viaje en el tiempo con parada en aquellos días en los que El Mosquito asustaba a los rivales con sus tremendos picotazos. Luego, por supuesto, la realidad se impone. Tienen más picante los golpes de Nole, son siempre un poco más largos, y muerden sus restos. Ferrero, es inevitable, acaba inclinándose, pero vuelve a dejar las señas de su tenis: coordinación increíble para domar la pelota, orgullo para pelear por encima del momento de forma y de las circunstancias.

Venus Williams se despide del público tras caer ante Vesnina.
Venus Williams se despide del público tras caer ante Vesnina.Clive Rose (GETTY)

“Fue un honor para mí, algo muy especial, estrenar la pista central”, explicó el valenciano, que fue el número uno mundial y hoy ocupa el puesto 38 del ránking, tras vivir la experiencia de inaugurar el césped de la pista central después de que el sorteo le emparejara con Djokovic, el campeón. “De fondo de pista no sentí que Djokovic fuera muy superior a mí, pero de saques y restos sí que lo vi bastante superior. Hice pocos puntos con el primer saque y en el tercer set me vine un poco abajo”, cerró, esperanzado probablemente con cerrar una racha que le ha visto encadenar operaciones de rodilla y muñeca, enfermedades y mil y un episodios de desaliento.

Juntos se fueron Venus y Ferrero. Que dos tenistas discutan con tanta pasión un presente tan amargo explica mucho de la dulzura de su pasado.

Otros resultados: Federer supera sin problemas a Albert Ramos 6-1, 6-1, 6-1.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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