Bigote, melena y regate, la huella de Chalana
El interior luso, de llamativo físico, deslumbró en la Eurocopa de Francia 84 por sus carreras, quiebros y centros medidos
Llevaba un bigote bien poblado que le valió el apodo de Chalanix (en referencia a Asterix), tenía la nariz propia de Cyrano de Bergerac (su otro apodo), se adornaba la oreja con un pendiente, siempre iba con la camiseta por fuera y con unas melenas abundantes hasta los omoplatos, y no se separaba nunca de su por entonces mujer Anabela —“Si no le dejan que me acompañe, me vuelvo a Portugal”, amenazó—, hasta el punto que ella se acreditó como periodista para acompañar a la selección lusa en la Eurocopa de 1984. Fernando Chalana (Barreiro, Portugal; 1959) lo tenía todo para ser recordado como un personaje. Pero al interior luso se le recuerda por su fútbol, su quiebro y su facilidad para poner centros, por sus terribles carreras por los costados en el torneo del 84, cuando a punto estuvo de derribar a la Francia de Giresse, Tigana, Luis Fernández y Platini. Pero perdió en las semifinales —donde ahora se encuentran sus sucesores, ante España— y nunca más fue el mismo, castigado por las patadas y las lesiones.
Entusiasta del balón, Chalana no se perdía una pachanga en Barreiro. Pero como desarrolló pronto su tren inferior y nadie le echaba el lazo, decidió apuntarse al atletismo. Resultó que en apenas cinco meses, se hizo campeón de Lisboa y quinto de Portugal en distancias cortas. Le faltaba, sin embargo, la pasión, la pelota. Así que fichó a los 14 años por el Fabril do Barriero, donde duró seis partidos. Lo que tardó Milorad Pavic —extécnico del Athletic, Málaga y Celta, entre otros— en verle jugar, en llevarle al Benfica, donde debutó con 17 años y 27 días. Unos meses después, antes de la mayoría de edad, ya se enfundó la elástica de Portugal. Pero en 1978 se rompió los ligamentos de la pierna derecha y al curso siguiente repitió infortunio. Golpes que no le tumbaron, sino todo lo contrario.
“Si no le dejan que me acompañe mi mujer en la Eurocopa, me vuelvo a Portugal”, amenazó. Ella, finalmente, se acreditó como periodista...
Fernando Cabrita llevó a Chalana a la Euro del 84 para completar un grupo estupendo, dirigido por Frasco, Sousa y Pacheco, revolucionado por Chalana y rematado por Jordão. “No éramos favoritos, pero teníamos calidad y a Chalana, que brillaba por su calidad técnica, fortaleza y pase”, señala el propio Antonio Sousa.
En el primer encuentro, Portugal jugó ante Alemania Federal (0-0). “Era muy habilidoso, con una zurda estupenda. Arrancaba y no podías seguirlo. Imprevisible. No sé si llegó a la altura de Platini en ese torneo, pero poco le faltó”, concede su entonces rival Uli Stielike. Después, se batió con España (1-1), y marcó Santillana. “Contra nosotros, Chalana demostró lo bueno que era, quizá de lo mejorcito que había en esa época”, subraya Andoni Goikoetxea. “Tenía una calidad impresionante, una técnica depurada. Después de Platini, que jugaba envuelto de futbolistas geniales, estaba él, entre los grandes”, remarca Manu Sarabia. “Era muy rápido y le pegaba de maravilla”, incide Víctor Muñoz. “Pero no pasamos del empate; fue un duelo muy equilibrado”, resume Sousa. Así, se jugaron el pase ante Rumanía, pero Chalana apenas duró 15 minutos. “Lo cambiaron porque tenía mucho dolor en las piernas”, desvela Sousa. Volvería en semifinales, a lo grande y ante Francia.
Primero dribló hacia fuera y sacó un centro con la zurda al punto de penalti. Después, quebró la cintura del rival por dos veces y puso otro balón, ahora con la derecha, al segundo palo. En ambas ocasiones, Jordão puso el remate, el gol y a Portugal por delante. Pero no fue suficiente porque Domergue igualó ambas veces el duelo —el segundo tanto ya en la prórroga y con falta que no se pitó— porque Platini apareció cuando quedaba un suspiro para clasificar a Francia para la final, en que batiría a España. “Francia era el país organizador, el ambiente era caliente y creo que eso influenció”, suelta Sousa; “pero también creo que nos faltó ese puntito de suerte para ganar, por más que Chalana y Jordão hicieran lo imposible”. Y, aunque no fue el final de Chalana, quizá sí el de su mejor fútbol. “Después de la Euro se perdió un poco. Las lesiones... Una pena porque tenía calidad mundial”, conviene Sousa.
“Después de la Euro se perdió un poco. Las lesiones... Una pena porque tenía calidad mundial”, conviene Antonio Sousa
Sus carreras en la Eurocopa y en el Benfica convencieron al también bigotudo Claude Bez, entonces presidente del Girondins, club que reunía grandes talentos, como Giresse y Tigana. Pero las lesiones le machacaron, hasta el punto de que, en su desesperación, acudió a tratamientos láser, a sesiones y de acupuntura y hasta le pareció lógico acudir a varias brujas. No pudo volver a ser el que era y regresó al Benfica, donde chocó con la personalidad de Eriksson y acabó en Belenenses y Estrela Amadora. Al colgar las botas, el Benfica le abrió sus puertas para que entrenara a las categorías inferiores.
Tras un fugaz paso por Paços Ferreira y Oriental, volvió al Benfica, siempre como ayudante y en alguna ocasión como técnico interino, entre los vaivenes de José Antonio Camacho y Quique Sánchez Flores. “Me hacía informes sobre rivales y daba consejos de lo que podía encontrarme”, explica Quique. Y aún se le escapa la admiración y la risa cuando le recuerda con un balón entre los pies, cuando jugaban partidillos entre los técnicos. “Su cuerpo ya no le acompañaba, pero no le hacía falta moverse para romper cinturas al encarar”, cuenta. Eso sí, pasados los minutos, ya no corría. Y cuando faltaba apenas una jugada para concluir el encuentro, le gritaba: “¡Vamos Chalana, vamos!”. A lo que Chalanix, Cyrano de Bergerac o el genio —así le llamaban muchos y, entre otros, el grupo de música Clockwork Boys, que le dedicó una canción—, con la cara roja por la fatiga, respondía: “¡Estoy calentando, estoy calentando!”. Chalana ya había corrido lo que debía y con eso a punto estuvo de llevar al éxito a Portugal.
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