El calambre de Modric
Croacia resiste hasta que su estrella da muestras de fatiga a 15 minutos del final
Croacia aguantó mientras resistió Modric, que comenzó a sufrir calambres a falta de 15 minutos para la conclusión. El partido del pequeño enganche fue una gran obra sin concluir. Al final, se arrodilló paralizado por el dolor muscular y el espiritual. Lo había dado todo. Había estado a punto de dejar a España sin ideas, seca, fuera de ritmo. Pero su equipo y él se habían topado con Casillas. Slaven Bilic, su técnico, le elogió: “Hizo un partido grande. Fue heroico, el mejor en la defensa y el ataque. Estuvo increíble. Pero se necesita tanta energía para eso que es normal desgastarse”.
Los croatas se sintieron más cómodos provocando errores en España que gestionando la pelota. En ese escenario, Modric, mediapunta, el jugador con más talento de su selección, limitó su actuación a apariciones esporádicas. Pasó inadvertido por obediente. Si apareció, se debió a su esfuerzo por anticiparse y robar la pelota. Sus compañeros tuvieron orden de pasar en largo a Mandzukic, Pranjic o Srna. Cuando el propio Modric se hizo con el balón, cumplió con la consigna y se lo dio rápidamente a los extremos o al punta. Todo, menos entretener las jugadas para evitar la presión de Alonso y Busquets.
Para su desgracia, Modric se quedó cada vez más solo porque Bilic, en busca de la victoria, quitó a Vikojevic, su atlético escudero
Modric, atado al Tottenham por un contrato de seis años con cláusulas muy restrictivas, es el típico futbolista clarividente. Aunque nadie le considera un especialista defensivo, roba más balones que nadie. Hace como hicieron Guti en su día o incluso Iniesta y Xavi cuando jugaron por delante de los centrales. Olfatea el destino de las jugadas y acude dando saltitos, silencioso como un gato, hasta dar el zarpazo y quedarse con la pelota del más despistado. Luego, pone el cuerpo, en su caso fino y menudo, y a correr. Eso hizo ayer, como un animal en busca de comida. Al filo de la hora, quitó la pelota a Ramos y se fue como un tiro por el carril del ocho para ejecutar la maniobra ofensiva más repetida por Croacia. Fue un cambio de orientación al espacio, aprovechando la espalda de la defensa española, que basculaba. Un centro que sorprendió a contrapié a Arbeloa y fue a buscar la frente de Rakitic. No fue gol porque Casillas es un caso aparte en el catálogo de los porteros. Pero Modric estuvo impecable.
Cuando Modric organizó el contragolpe que acabó en el remate de Perisic, también parado por Casillas, los croatas encendieron la tercera bengala. Una humareda espesa flotó sobre el segundo anillo del estadio, en el que emitían rugidos cada vez más sonoros. El partido se desorganizaba, encauzado hacia las conveniencias de Croacia, y Vicente del Bosque mascaba chicle, de pie en el área técnica, con las manos en los bolsillos y el aire de estar más entretenido que nervioso.
Nadie le considera un especialista defensivo, pero roba más balones que ninguno
Había llegado la hora de las decisiones irreversibles para los técnicos y los jugadores. Justamente en esos momentos Modric, que había corrido todo el partido, comenzó a dar muestras de fatiga. Permanecía en su campo y a veces estiraba los aductores como si sufriera contracturas. Desde esa posición más estática, siguió robando balones, como si tuviera un imán, y ejerció una influencia importante en su equipo metiéndolos en profundidad a los extremos y oteando el horizonte como un general de división.
Los calambres de Modric fueron una pésima señal para Croacia. No dejaba de agacharse para tocarse la punta de las botas con las piernas rectas, procurando estirarse y aliviar los dolores. Para su desgracia, se quedó solo porque Bilic, en pos de la victoria, quitó a Vikojevic, su atlético escudero. Sin el medio defensivo, los españoles operaron más libres. Cesc resolvió su pase ganador sin ser molestado para que Navas machacara el gol.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.