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EL CHARCO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una moneda al aire

Ronaldo festeja al tiempo que se lamentan los holandeses.
Ronaldo festeja al tiempo que se lamentan los holandeses.ALESSANDRO BIANCHI (REUTERS)

Un desborde alto de Robben, un freno y un taco para la pasada y el centro de Van der Wiel auguraban muchas emociones. Apenas corrían tres minutos y Portugal intentaba despertar al partido antes de que Holanda activara por completo el circuito superofensivo que presentó ayer con Van der Vaart, Sneijder, Robben, Van Persie y Huntelaar. Tras ese vibrante comienzo y ese conglomerado de talento alrededor del área, parecían inevitables los goles. El primero llegó a los 11, tras otro desdoblede Van der Weil sobre Robben que utilizó este último para frenar y habilitar la perfecta media distancia en dos toques de Van der Vaart.

Sintió el gol Portugal, que ya no dormía y atacaba también con Nani, Cristiano, Meireles y Postiga, forzado, a su vez, por la esperanza de Dinamarca y la incertidumbre sobre una Alemania clasificada en un partido que no podía ver. Si normalmente solemos quejarnos cuando a menudo nos toca mirar partidos cerrados y sin opciones de gol, aquí el mediocampo era un desierto. Ha habido, en esta Eurocopa, partidos mejores, pero seguramente no más abiertos que el frenético golpe por golpe que intercambiaron Holanda y Portugal: a los 15 minutos, Cristiano; a los 16, Postiga; a los 19, Meireles; a los 26, Sneijder... A esas alturas, había, sin embargo, un matiz. Superada la vorágine inicial, Portugal organizaba mucho mejor la presión y el marcaje tras las pérdidas del balón. Holanda, en cambio, parecía entregada a la calidad y resolución de sus piezas ofensivas y lucía una peligrosa despreocupación por las vigilancias y las marcas en el centro.

Para los holandeses, el triunfo era un doble o nada con cinco delanteros que dejaron vacíos el mediocampo y, finalmente, la puntuación

Lo que le sucedía a Holanda era que, en el intercambio de golpes, los regresos eran cada vez más frecuentes que los avances. Uno de ellos lo aprovechó Cristiano, a los 28 minutos, tras clavarse como un rayo en el área, quebrando la línea de Van der Wiel, a pase de João Pereira. A la media hora, Cristiano era un gigante que la defensa naranja no podía parar ni por abajo ni por arriba y Nani abusaba de un Van der Vaart, descontextualizado en labores defensivas. El primer tiempo se escapó con Portugal clasificada y sintiéndose superior.

Cuando empezó el segundo, Holanda, a pesar de sus dos derrotas y sus inconsistencias defensivas, todavía dependía de sí misma. Sin embargo, Van Marwijk no pareció encontrar en el entretiempo la medicina para resolver los síntomas. Portugal disfrutaba de las mismas facilidades para organizar partidas desde la mitad de la cancha hacia delante. Era lógico que, a medida que Holanda apoyara por el paso del tiempo su arriesgado plan, aumentaría su exposición defensiva. Fue predecible el gol de Cristiano a los 74 minutos, cuando solo unos segundos antes lo había tenido Nani. La victoria era para Holanda ya no una búsqueda ordenada, sino una lotería. Un doble o nada en la moneda al aire de cinco delanteros que dejó vacío tanto el mediocampo como el casillero de la puntuación.

Dinamarca ya había perdido con Alemania cuando Portugal festejó su clasificación para los cuartos. Merecida.

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