La sombra de Timoshenko
El torneo sigue rodeado de fuertes presiones políticas alrededor de Ucrania
La sentencia contra la ex primera ministra de Ucrania, Yulia Timoshenko, ensombrece la atmósfera de la Eurocopa 2012 y crea problemas de imagen y relaciones públicas al presidente Víctor Yanukóvich en la comunidad internacional. Timoshenko, que dirigió el gabinete en dos ocasiones durante la presidencia de Víctor Yúshenko, fue condenada en octubre a siete años de cárcel por haber firmado unos gravosos contratos de importación de gas ruso en enero de 2009 y está internada en la actualidad en una clínica de Kharkiv. El 26 de junio, un alto tribunal especializado en asuntos de derecho civil y penal dirá la última palabra, y si falla de nuevo en contra de la estadista, el expediente irá a parar al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo.
Debido a la situación de Timoshenko, Bélgica, Francia y Reino Unido han declarado oficialmente el boicot a la parte ucraniana del campeonato y Alemania puede sumarse a él. Las autoridades ucranianas tratan de poner buena cara ante el temporal diplomático que han provocado. Esta semana, el jefe del servicio de guardafronteras, Pavel Shimolin, ha declarado que el boicot a la Eurocopa no se ha consumado y que un gran número de personas han acudido o se disponen a acudir a Ucrania para contemplar el torneo. Según Shimolin, en 10 días más de dos millones de personas han visitado el país.
Pero los dirigentes ucranios están dolidos por la falta de políticos europeos en las tribunas deportivas. En una entrevista a Corriere della Sera, el ministro de Exteriores, Konstantin Grishchenko, ha dicho que el campeonato “no se hace para los políticos”. “Nosotros no les pedimos que vengan a Ucrania a ver los partidos”, sentenció. El problema, sin embargo, no son solo los que no vienen, sino también los que vienen. El 9 de junio, hinchas holandeses se pasearon por Kharkiv con letreros en inglés con el lema: “Liberad a Yulia”.
En una entrevista a la agencia Bloomberg, Yanukóvich se ha referido a la presión política sin precedentes sobre Ucrania y ha acusado a Yulia Timoshenko de complicidad en un asesinato por encargo ocurrido en Donetsk en la última década del pasado siglo. El presidente informó que Ucrania ha contratado a una compañía norteamericana (Skadden, Arps, Slate, Meagher and Flom LLP) para que valoren el caso Timoshenko. Esta iniciativa, que por su estilo se asemeja a la petición de una auditoría para una empresa o un banco, cuestiona de hecho desde la jefatura del Estado el mismo sistema de justicia, que ha permitido enviar a la cárcel a la ex primera ministra por una decisión política, según opinión generalizada de juristas independientes.
La solidaridad es motivo de picaresca popular. En el centro de Kiev han aparecido jóvenes que solicitan donaciones supuestamente destinadas a ayudar a Timoshenko. Y los hinchas extranjeros responden generosamente a las peticiones.
Ucrania necesita realmente ayuda económica. En una reciente mesa redonda, Andréi Pyshnin, uno de los líderes de la oposición, ha calificado la economía local de corrupta, poco productiva, no competitiva y colonial en su estructura. Según Pyshnin, Ucrania no ha recuperado el nivel económico anterior a la crisis. En la misma mesa redonda, el ministro de Economía Petr Poroshenko, antes en la oposición, opinó que el estado de ánimo de sus compatriotas está condicionado por el miedo. Miedo, según dijo, de “perder la salud”, “del incremento de los precios”, de “la depresión económica” y “del descenso del nivel de vida” asociado a esa depresión.
Las elecciones parlamentarias de Ucrania se celebrarán el 28 de octubre y las autoridades no pueden jactarse de éxitos económicos ni de tener un programa claro para superar la crisis. Por eso, en su propaganda televisiva, Regiones, el partido en el poder, atribuye los problemas económicos del país al anterior equipo dirigente, el de la revolución Naranja, formado por Yúshenko y Timoshenko.
La perspectiva de un futuro más bien nebuloso no atrae electores y el partido de las Regiones ha echado mano del polémico tema de la lengua. En la Rada Suprema (parlamento de Ucrania) ha sido presentada una ley sobre “las bases de la política lingüística estatal”, según la cual en las regiones rusoparlantes de Ucrania, el ruso se convierte de hecho en la segunda lengua oficial. La lengua no es el tema que más preocupa hoy a los electores, pero la oposición ha mordido el anzuelo y ha sacado a sus partidarios a la calle. Antes de que la ley fuera aprobada en primera lectura el 4 de junio, los diputados de la Rada se enfrentaron a puñetazos y es previsible que se repitan los enfrentamientos tanto en el parlamento como en las calles de Kiev antes de la aprobación definitiva del documento.
Según las encuestas de popularidad, la oposición al régimen, que une hoy las fuerzas de Timoshenko a la figura del ex primer ministro Arseni Yazeniuk, le pisa los talones al partido de las Regiones, que controla cerca de 270 de los 450 escaños de la Rada. Sin embargo, una sorpresa desagradable para el partido en el poder y para la oposición es que el tercer puesto en la lista de popularidad se ha situado el partido Udar (Golpe), dirigido por el campeón mundial de boxeo Vitali Klichkó, un multimillonario que quiere jugar por sus propias reglas. Hasta hace poco, la experiencia política de Klichkó se limitaba a su labor en el ayuntamiento de Kiev y a un intento fallido de ser elegido alcalde. Pero, en pocos meses, el campeón ha sabido crear una organización eficaz de carácter nacional y basada en los clubes de boxeo locales. El meteórico ascenso de Klichkó como político no puede explicarse por razones ideológicas, sino por el cansancio de los electores ante los rostros que se han repartido la gestión política desde que Ucrania se independizó en 1991. Klichkó se diferencia de ellos por haber conseguido su dinero y su fama con su propio trabajo, y por no haber utilizado el poder para enriquecerse.
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