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La ‘dolce vita’ de Alemania

Löw establece costumbres hedonistas en la concentración del conjunto germano

Boateng, durante un entrenamiento.
Boateng, durante un entrenamiento.Andreas Gebert

Desde la perspectiva hedonista y liberal del seleccionador, Joachim Löw, todo está permitido en la concentración de Alemania si es con responsabilidad y moderación. Una copita de vino o una cerveza antes de dormir, algún pitillo de vez en cuando y, después de los partidos, las probables visitas de las parejas para pasar la noche con los jugadores. Estos pueden salir del hotel donde están concentrados, a las afueras de Gdansk, en el norte de Polonia, siempre y cuando regresen antes de las once de la noche y no se marchen a más de una hora en coche de allí.

El único fumador reconocido es el portero reserva Tim Wiese. El propio Löw lo fue en su época de jugador. Ahora prefiere el vino, sobre todo si es de Rioja. “No prohibiría a nadie fumar salvo en las comidas y las reuniones”, dijo el seleccionador, que no ha ordenado vaciar los minibares de las habitaciones como suelen hacer otros entrenadores. Confía en el sentido común de sus seleccionados, procedentes la mayoría de las academias de fútbol germanas: es la generación más formada de la historia de la Nationalmannschaft.

Se trata, en todo caso, de ser hábitos contraculturales. En el Mundial de Chile 62, Alemania se concentró, a las órdenes de Sepp Herberger, en la escuela militar de Santiago de Chile. Una disciplina mal entendida que, sin tanta severidad, se prolongó durante años, propiciando en ocasiones el efecto contrario: las borracheras de Breitner y Schumacher en el Mundial de España 82. La llegada de Jürgen Klinsmann supuso una transgresión en muchos aspectos. Abrió las puertas de la selección y la instaló, para el Mundial de Alemania 2006, en las afueras de Berlín, acercándola por primera vez a un centro urbano, en busca sobre todo de naturalidad. El entrenador argentino César Luis Menotti fue a visitarlo y quedó impresionado por la facilidad para acceder a la casa de los anfitriones. Löw siguió por ese camino.

Una copita de vino, una cerveza antes de dormir y algún pitillo están permitidos

Siempre y cuando se respeten ciertos límites, claro. “No me gustaron las portadas en las que apareció Boateng”, dijo ayer el seleccionador alemán en alusión a una imagen de su lateral derecho en compañía de una exmodelo de Playboy en un hotel de Berlín a altas horas de la madrugada, un día antes de viajar a Polonia. Aun así, Löw recordó que era en su “día libre”. Ese mismo día el mediocentro Schweinsteiger se relajaba en una piscina de la isla italiana de Capri junto a su novia, Sarah Brandner.

Löw también busca divertirse dentro del campo. “Emocionalmente, es mucho menos doloroso correr hacia adelante que hacia atrás”, declaró en referencia al estilo alegre y ofensivo de Alemania. “El fútbol moderno es una sucesión de sprints; y mejor que sean hacia la portería contraria”, agregó.

Hasta la canciller, Angela Merkel, se unió a la fiesta hedonista e instó a los internacionales, en una cena con ellos el martes, a disfrutar de los partidos como la mejor manera de superar esa “tremenda presión” de la Eurocopa. Como premio, cada uno de los 23 seleccionados se embolsará 300.000 euros si gana el torneo, 150.000 por alcanzar la final, 100.000 por las semifinales y 50.000 por los cuartos.

Ese ambiente relajado se traslada a las relaciones con los medios de comunicación. En la carpa donde los atiende, a unos 200 metros del hotel, la federación alemana ofrece cervezas y coca-colas gratis a los periodistas. Su jefe de prensa y portavoz, Harald Stenger, despacha con habilidad todas las peticiones. Alemania intenta cuidar estos detalles. Es el espíritu libre de Löw.

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