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Un equipo que simboliza a un país

Grecia, en el centro de la crisis económica, se aferra a una selección orgullosa capaz de resurgir de la nada

Georgios Samaras, jugador de la selección griega.
Georgios Samaras, jugador de la selección griega.Robert Parigger (EFE)

En Grecia se juega al fútbol con o sin pasión. No hay más; no hay otra. Por eso no es raro que los jugadores se toquen el corazón antes de un partido, se lo señalen en la celebración de un gol o se den unos golpecitos en cualquier momento para animarse y recobrar la fe. Casi todo gira en torno a eso. Es la distinción entre jugar bien y mal. Si le pones pasión, por ejemplo, está justificado el salir al césped porque afrontas el duelo con garantías. Y la afición, sabedora de que no tienen a un Xavi o un Cristiano Ronaldo, que el talento no supera la pereza, exige eso, que pongan el corazón como casi siempre han hecho, como en la Eurocopa de 2004, cuando el equipo de Otto Rehhagel se llevó el laurel ante el pasmo mundial. La exigencia, en el fondo, obliga a los futbolistas a darlo todo sobre el césped. Es su mentalidad. No entienden el juego de otra forma. Pero el asunto se acentúa aún más en esta Eurocopa. Los griegos, en el centro de la crisis económica y en medio del ajuste permanente, deprimidos y orgullosos, se aferran a sus representantes deportivos para poder levantar la cabeza y mirar de igual a igual al resto de Europa. Este año, las victorias de los equipos griegos en Europa, bien sea fútbol, baloncesto o waterpolo, han sido más que eso.

Por eso la Eurocopa llega en el momento justo, cuando la selección griega parte como uno de los outsiders de la competición. Su grupo no es de los más atractivos a priori y les puede dar la posibilidad de clasificarse (Polonia, Chequia y Rusia). A partir de los partidos únicos es donde los griegos son peligrosos porque son especialistas en sobrevivir en el agobio de un duelo, o de resurgir cuando todos les dan por muertos. El equipo es como una paradoja de su propio país.

Es complicado pillar a Grecia desprevenida porque no juega abiertamente al ataque y es sensacional en el repliegue

El estilo lo ha definido y pulido el luso Fernando Santos, un técnico muy inteligente y con sobrada experiencia internacional, focalizada sobre todo en Portugal y Grecia. Su idea, que no es tacaña con el fútbol, sí que parte de formar un bloque consistente para a partir de ahí salir a la contra, con jugadores como Ninis y Samaras, y Salpingidis en el remate. No le importa ceder la iniciativa ni el cuero, siempre y cuando no se exponga en defensa. Así, es muy complicado pillar a Grecia desprevenida, sobre todo porque no juega abiertamente al ataque y porque es sensacional en el repliegue. Pasa sin apuros del 4-3-3 en ataque al 4-5-1 en defensa, donde los extremos atienden y cubren el retrovisor. Se guarda el equipo, además, siempre alguna ocasión en las jugadas de estrategia, donde resulta especialmente peligroso.

Grecia no engaña. Es un equipo que siempre está armado y que ofrece su mejor versión cuando más lo necesita. No es un conjunto formado para dominar, ni siquiera se encuentra cómodo con ese rol; le encantan los partidos cerrados, en los que una chispa o una estrategia le puede dar la victoria. Por eso creo que si pasa la fase de grupos, puede resultar de lo más difícil en las eliminatorias. Nunca se le puede dar por vencido. Grecia empuja, Grecia tiene orgullo y Grecia tiene corazón.

Ernesto Valverde ha ganado tres Ligas griegas (en 2009, 2011 y 2012) y dos Copas (2009 y 2012) como entrenador del Olympiacos.

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