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Sin dignidad ni gallardía

Alemania y Austria huyeron de las áreas en su partido correspondiente a la primera fase del Mundial de 1982, disputado entre los gritos del público de El Molinón

Los futbolistas alemanes y los austriacos posan antes del partido.
Los futbolistas alemanes y los austriacos posan antes del partido.AS

Nunca tantos se reunieron para tan poco. La mayor asistencia a un partido desde que existe el fútbol en Asturias fue correspondida con el más vergonzoso espectáculo. Un equipo sin dignidad, Alemania, y otro sin gallardía, Austria, insultaron literalmente al público y al fútbol.

El día anterior, al final del Argelia-Chile, el entrenador argelino, Khaleb, quizá temiendo lo que podía ocurrir en El Molinón, había dicho que los dos equipos habían respetado la moral deportiva y que esperaba que Austria y Alemania hicieran otro tanto. Vanas esperanzas. Alemanes y austriacos se rieron de la moral y del deporte. Se clasificaron a costa de descalificarse como agrupaciones deportivas dignas de tal nombre. No puede hablarse de un partido de fútbol, como mucho, pudiera hacerse la reseña de un fragmento, que no fue más allá de los 20 minutos del primer tiempo. Alemania salió con mucha movilidad. Las carreras constantes de Dremmler abrían huecos a sus compañeros y Breitner parecía estar con más ganas que en los partidos anteriores. Austria actuaba con auténtico miedo y apenas Schachner, marcado férreamente por Briegel, ha cía el papel, más simbólico que real, de delantero.

El temprano gol de Hrubesch pareció por un momento que podía estimular el amor propio de los alemanes, que, si bien habían goleado a un mediocre equipo chileno, debían un espectáculo a una afición asturiana, que hoy ha completado con nota de sobresaliente el cursillo de seis partidos que ha puesto a prueba sus conocimientos y ecuanimidad. Pero la RFA se conformó pronto. Le bastaba ganar por un gol y se instaló en la comodidad, mientras Austria se declaraba encantada. Hacia el final del primer tiempo el partido tenía tal tufo a conformismo mutuo que estallaron las primeras protestas del público, con gritos de "fuera, fuera".

Pero todavía faltaba lo peor. El segundo tiempo fue realmente asombroso, por la desfachatez con que los equipos se entregaron a administrar su situación de clasificados para la fase siguiente: En los 45 minutos, los porteros no intervinieron una sola vez con un mínimo de riesgo.

El público había renunciado a esperar nada de aquellos jugadores que se amontonaban en el centro del campo, dándose y quitándose el balón. Como alemanes y austríacos no jugaban, los espectadores se decidieron a intervenir. A los gritos de "fuera, fuera", siguieron los de "tongo, que se besen" y hasta "Spórting, Spórting", todo ello trufado de enormes broncas y flamear de pañuelos. Pero, sobre todo, el recuerdo a Argelia se fue haciendo cada vez más clamoroso y cuando en el campo surgieron algunas banderas argelinas, el clamor fue tan enorme que hasta el presidente de la Federación Argelina de Fútbol tuvo que levantarse. de su asiento y corresponder lanzando besos al público. A unos quince metros, el presidente de la Federación Alemana, Hermann Neuberger, se ayudaba con la mano, ajustándola a la barbilla, para que no se le descompusiera la cara de póquer.

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