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Tenis

Djokovic pierde su sello

El serbio resta peor y exterioriza más sus frustraciones que en su brillante 2011

Juan José Mateo
Djokovic, durante su partido, ganado, ayer.
Djokovic, durante su partido, ganado, ayer.Michel Euler (AP)

De pronto, el ogro se hizo hombre. En la mañana parisiense, el serbio Novak Djokovic compite con el esloveno Blaz Kavcic con la ligereza de los elegidos. Bajo la brisa, el número uno del tenis mundial es un huracán que suma un 6-0 en 23 minutos. Sin embargo, pronto se agrieta la máscara que en 2011 contenía sus gestos. Pronto marcha un break abajo en el segundo set. Pronto hay gritos, puños y muecas incluso en la victoria (6-0, 6-4 y 6-4). El Nole de 2012, candidato a todo, ha perdido varios de los sellos que distinguieron al de 2011, el campeonísimo. De su garganta surgen los demonios entonces encadenados. En su cabeza habitan de nuevo ideas desterradas, los problemas familiares y los negocios. En su raqueta no arde con la misma fuerza la llama que le coronó. Al llegar a Roland Garros en 2011, ganaba el 42,8% de sus juegos al resto. Ahora, el 34,6%. El ogro vuelve a ser hombre.

“Cuando está en marcha. Novak es el mejor restador de los tres”, dice Roger Federer al comparar su habilidad en el golpe con las de Djokovic y Rafael Nadal, que hoy (Canal+ Deportes y Cuatro) juega contra el uzbeko Denis Istomin. “Tiene buena coordinación, absorbe muy bien la velocidad del saque y, de revés, devuelve una bola muy profunda”, explica el suizo, ya el tenista con más victorias (234) en partidos del Grand Slam al tumbar ( 6-3, 6-2, 6-7 y 6-3) al rumano Adrian Ungur.

Durante el curso pasado, Djokovic martirizó a Nadal con su resto. “Tiene una virtud increíble. Cuanto más fuerte le sacas, más rápida te devuelve la pelota”, concluyó Toni, tío y entrenador del mallorquín. Eso, dentro de la excelencia que ha convertido a Nole en campeón del Abierto de Australia, ha cambiado. A estas alturas de año, en 2011, había propinado nueve 6-0 a sus contrarios. En 2012 lleva cinco y ha perdido dos duelos con Nadal (Montecarlo y Roma), al que dominó en los siete de entonces. En 2011 se llevó el 39% de los saques de sus contrarios. En 2012 se impone en el 35%.

Al llegar a Roland Garros en 2011, ganaba el 42,8% de sus juegos al resto. Ahora, el 34,6%.

“Considero el resto como una de las fortalezas de mi juego, pero, en tierra, hay que tener cuidado”, advierte Djokovic tras su triunfo. “Especialmente, con los saques con kick [picado alto]. Aquí hay que decidir si entrar en la pista o no a restar y quizás lo más natural para mí [entrar] no sea lo mejor...”.

Djokovic, faltaría más, puede ganar Roland Garros. Es el número uno. Su nivel es altísimo. Pero hoy no es el de ayer. En su cabeza repasa los días compartidos en el autobús, camino de los entrenamientos, con su abuelo, recientemente fallecido. Su tiempo fue ocupado en las dos últimas semanas por la negociación de un nuevo contrato de patrocinio de ropa. En su entorno aletea el futuro del torneo que posee en Belgrado, el quedárselo o venderlo por unos 3,5 millones de euros a, por ejemplo, Sevilla, donde cuenta con el viejo interés del Ayuntamiento y la federación, además de con la conexión familiar de uno de sus hermanos con un cargo del Betis.

Es la realidad del Djokovic de 2012, bromista, volcánico y romperraquetas, muy distinto a Nadal o Federer. “Pero es que creo”, comenta con su sempiterna y pícara sonrisa, “que todo el mundo es diferente”. “Nunca he querido compararme con otros jugadores. Siempre respeté a mis colegas de profesión y a mi deporte, que amo y me ha hecho lo que soy hoy. ¿Por qué no disfrutar? La vida es demasiado corta para estar serio todo el rato”.

SEGUNDA RONDA: HOMBRES: S. Wawrinka (Sui.)-P. Andujar: 6-7, 7-6, 6-2 y 6-1. M. Cilic (Cro.)-J. C. Ferrero: 7-6, 6-2 y 6-3. MUJERES. A. Medina-I. Pavlovic (Fra.): 6-3 y 6-2. M. Martínez-L. Safarova (R. Che.): 6-4 y 7-5.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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