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“Veíamos el fútbol en la voz de Matías Prats”

Para el director de la RAE, el fútbol es el tiempo de los cinco magníficos del Zaragoza

Juan Cruz
José Manuel Blecua.
José Manuel Blecua.TOMÁS ONDARRA

José Manuel Blecua camina mucho; si uno no lo viera sentado habitualmente en el estrado de los actos solemnes de la Academia de la Lengua que él dirige, uno se imaginaría a este zaragozano de 1939, uno de los grandes filólogos españoles, sonriendo y caminando, como si viniera tarde de algún sitio y se sintiera culpable de llegar tarde a otro, pues su hábito de cortesía es la puntualidad.

Así que uno se imagina a este hombre sonriente y cortés avanzando siempre en las calles por las que transita y caminando también en los campos de fútbol que frecuentó cuando era un muchacho. Un andarín medio volante. Era como el segundo Garay (el que se fue del Athletic al Barça) o aquel majestuoso Gensana, o el muy eficaz Miguel Muñoz. Aquellos eran medios volantes clásicos, dice Blecua, y a esos imitaba cuando “las alineaciones eran siempre iguales” y se las aprendían “de memoria”. Aquel fútbol que veían “gracias a la voz de Matías Prats” era “un poco simplón de estructura, pero era bonito, tenía emoción. Era un fútbol de extremos claros, de tres defensas clásicos, de dos medios también muy clásicos”.

El fútbol es, para Blecua, la época de Basora, el tiempo de los cinco magníficos del Zaragoza… “En aquel entonces no había un Iniesta, un Xavi Hernández, un Xabi Alonso, no se tejía el fútbol como se teje ahora, pero era bonito, tenía mucha emoción, además de la que le daba Matías Prats… Aquel Inglaterra-España narrado por él es el sonido que representa toda mi infancia”. Se hizo del fútbol por su padre, que llevaba a los dos hermanos Blecua (Alberto, José Manuel) al campo del Zaragoza desde que el director de la Academia tenía siete años. “Mi padre era muy aficionado, de modo que no solo le gustaba llevarnos al fútbol, sino que me convencía para que jugara… Y vi jugar a grandes futbolistas. De aquellos de entonces vi a César, a Kubala, a Basora, a Di Stéfano. Y Di Stéfano es, con Cruyff, el que más me ha impresionado de todos los que he podido ver. Di Stéfano era completo, tenía un gran dominio de la pelota en cualquier demarcación”.

Como el fútbol, los futbolistas de entonces eran muy distintos a los de ahora. Como el lenguaje. Todavía no se habían hispanizado los anglicismos, dice Blecua. Se seguía diciendo corner en lugar de saque de esquina, y se decía offside u órsay. Y órsay entró en el lenguaje coloquial para explicar que alguien (no necesariamente un jugador) estaba en la vida en fuera de juego… Unamuno se fijaba, dice el académico, en expresiones que entonces eran habituales y que a él le extrañaban o maravillaban: cuadrillas, bandos, pandillas…, para denominar a los equipos. “Pero lo que me gustaba del lenguaje de entonces eran algunas denominaciones. ¿Recuerdas cuando se decía ‘los Campos de Sport del Sardinero?”.

Valdano, Pep Guardiola, Del Bosque

El académico aprecia el lenguaje con el que se dignifica la pasión del fútbol. Valdano está en un primer lugar. “Un caso único, de una capacidad lingüística extraordinaria. Lo vi dando una conferencia en San Millán de la Cogolla, sobre el lenguaje deportivo. Lo recordé al llegar del Alavés al Zaragoza. Un jugador espléndido, tenía poder, remataba muy bien. ¡Y habla muy bien!”. ¿Guardiola? “Pep me parece una persona muy interesante. Un apasionado del fútbol como materia de estudio y de conocimiento. Ha aplicado con éxito las enseñanzas que ha recibido. Me parece que está en la estela de otro grande, Bielsa”.

Del Bosque. “Ha enseñado a catar bien el balón. Si yo fuera el director de la selección, haría como él, buscaría a aquellos que saben tratar bien el balón. Como dice don Vicente, es lo que encaja en nuestro ideario”.

La radio lo hizo y las visitas a los campos (incluso a Pamplona, no solo a Zaragoza) con el padre lo convirtió en un forofo que ahora tiene como grada la televisión. Su equipo, el que ve con más emoción, es el Zaragoza. “Este año ha sido de un sufrimiento espantoso. Y al final se ha salvado gracias a un juego muy bien desarrollado por un técnico que ha sabido hacerlo, Manolo Jiménez”. Ha sido un final épico, le digo, y él da un respingo risueño: “Épica. Cómo ha entrado en el lenguaje del fútbol ese género literario”. Como drama. “Igual que drama, exactamente”.

“Épicas y dramas aparte”, concede el académico, “lo cierto es que antes de que llegara Manolo Jiménez era un equipo derrotado que salía al campo ya vencido. Con Jiménez fueron recuperando la capacidad de lucha. El público también cambió de actitud y al fin se impuso lo mismo que le dio fuerza a Obama: Yes, we can. Hubo grandes contribuciones también. Por ejemplo, la de Lafita, que es un jugador excelente, igual que hubo otros buenísimos, como Ander Herrera. Pero el fútbol es ahora dinero, y por el dinero se han ido del Zaragoza futbolistas extraordinarios”.

El dinero marca el fútbol. Como el gimnasio. “Antes los futbolistas no estaban tanto en el gimnasio. Ahora ocupan ahí el tiempo que los grandes de mi época se pasaban en el cabaré. Y luego eran igual de buenos en el campo”.

Como su grada es la tele, ahora ve también tenis, ciclismo, carreras de automóviles… “Las carreras son muy divertidas. El léxico, la estrategia, es un mundo nuevo que conocimos gracias a la televisión. ¿Es un deporte? Decían que no lo era, que era pura mecánica. Pero es espectacular, se hace al aire libre, tiene normas fijas, así que es constitutivo de la palabra deporte”. Pero en Blecua como espectador hay una pasión que no se apaga, la del fútbol; en el centro, el Zaragoza, y envolviéndolo todo la memoria que permite imaginárselo caminando como un medio volante clásico, junto a su padre, hacia el viejo estadio zaragocista…

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