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OBITUARIO

Gilberto, un futbolista que unió a las dos aficiones canarias

El interior jugó en nueve temporadas en el Tenerife y siete en Las Palmas

Justo Gilberto, futbolista.
Justo Gilberto, futbolista.

Justo Gilberto González Expósito (Santa Cruz de Tenerife, 1942), futbolísticamente también conocido por Gilberto II, fallecido el pasado sábado, vistió los colores de los dos equipos canarios cuando su bandera autonómica aún no existía. Y lo hizo de forma tal que se ganó el respeto y el reconocimiento de las dos aficiones, un hecho infrecuente protagonizado por muy pocos deportistas. Jugó en las dos viejas cazuelas, en aquel estadio Insular de la grada curva de Las Palmas que estallaba cuando él y el maestro Germán ofrecían una lección de denuedo y destreza; y en aquel vetusto Heliodoro de herradura, el estado de Santa Cruz de Tenerife donde coreaban su nombre en las noches de esplendor.

Gilberto hizo el viaje de ida y vuelta. Debutó en el Tenerife en la temporada 1961/62, cuando abrazó por primera vez la Primera División. Seis años después se fue a Las Palmas, en una de las mejores versiones del equipo amarillo que disputó competiciones europeas. Ya superados los 30, volvió a Tenerife para jugar en Segunda, casi 100 partidos, dos de ellos, por cierto, los de la célebre eliminatoria de la última Copa del Generalísimo con el Real Madrid, sorpresivamente superada por el cuadro insular. En total, nueve años en el Tenerife y siete en Las Palmas.

Le llamaban segundo porque en la delantera de la Unión Deportiva Las Palmas de la segunda mitad de los años sesenta coincidió con otro Gilberto, que era mayor y jugaba de extremo izquierda. en una delantera para la memoria y la leyenda, que para eso fue subcampeón de Liga aquel equipo dirigido por el sabio Molowny.

Gilberto jugaba de interior derecho. Hoy sería un mediocampista todoterreno, polivalente: tan constructor como agregado a las tareas defensivas cuando el adversario apretaba. Cuando no se había inventado lo del “callejón del 9” ya Justo Gilberto lo recorría arriba y abajo, en una demostración de poderío y fuerza. Si alguien quería esgrimir el tópico de sudar la camiseta, podía ponerle como infalible ejemplo. Le apodaban El Bembas.

Se quedó a entrenar en la tierra. Pasó a ser el hombre del fútbol base y de las soluciones de emergencia. En el banquillo, junto a técnicos de postín como Miera, Valdano o Heynckes siguió siendo el eficiente segundo, el generoso obrero por cuya entrega profesional tanto le quisieron en las dos orillas canarias.

Salvador García Llanos es periodista.

 

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