Más no se puede pedir
Apuntando hacia una final CSKA-Barcelona, nada sorprendería que fuese la contraria. Estando Obradovic por medio, todo lo que no apunte en su dirección debe ser puesto en entredicho, por mucho magnate exsoviético que se empeñe.
Cita de enjundia en Estambul. No es para menos, pues los cuatro aspirantes poseen credenciales suficientes como para reclamar atención. Conjuntos bragados, expertos en los intríngulis y tiempos de un sistema de competición dramático y exigente, y con plantillas generosas en gente ilustre. Si es cierta la corriente de opinión que señala los banquillos como el lugar donde se gana este torneo (fundamentada en el efecto Obradovic) allí también encontraremos clásicos junto al ganador por antonomasia, como el incombustible Ivkovic y otro habitual ya como Xavi Pascual. Que por nombres no quede.
Viene siendo tradición todos los años entretenernos en las horas previas señalando un favorito, dudoso y poco efectivo honor que en esta ocasión ha recaído en el CSKA de Moscú. La verdad es que viendo su plantilla no extraña tal consideración, pues atesora una descomunal cantidad de talento. Solo con su tripleta estelar, formada por Teodosic, Kirilenko, que prefirió el frío de Moscú al calor de Salt Lake City (más una montaña de dinero, supongo) y el astuto Krsic, es suficiente para justificar la incómoda etiqueta. Pero es que por ahí andan Siskaukas, Khryapa, Lavrinovic o el estadounidense Gordon, suficiente arsenal para haber llegado a la Final a Cuatro sin ningún tipo de apuro (18-2 de balance).
El CSKA atesora una descomunal cantidad de talento. Es el gran favorito
En esto se empareja con el Barcelona, que incluso presenta una mejor tarjeta de visita (18-1). Todavía escociendo el recuerdo del varapalo que resultó su dolorosa eliminación la temporada pasada a manos del Panathinaikos, vuelve a la FF sin hacer más ruido que el necesario pero aparentemente en el mejor momento de la temporada. A la espera de recuperar plenamente a Navarro (con todo lo que esto significa) después de un curso complicado físicamente, con mejores versiones de Mickael o N’Dong y la inestimable aportación de Eidson entre otras buenas noticias, los azulgrana abandonan el papel de actor principal (ahora habla ruso), algo inusual en los últimos años. Eso sí, su rival en semifinales sería el elegido por ellos si hubiesen podido elegir entre los tres adversarios, lo que si no allana, sí al menos dulcifica el camino.
Ahora bien, estando Obradovic por medio, todo lo que no apunte en su dirección debe ser puesto en entredicho, por mucho magnate exsoviético que se empeñe. Su currículum resulta impresionante y habla de victorias teniendo los mejores equipos y también no contando con los mejores elementos. Su arsenal de tretas deportivas y sicológicas no admite comparación (apostaría por un intento de desestabilizar emocionalmente a Teodosic en la semifinal), moviéndose como pez en el agua donde otros se ahogan. No es la primera vez que alcanza la final a trancas y barrancas, ni tampoco que resucita cuando parecía muerto. En esto son unos auténticos artistas y este año no ha sido diferente, pues tuvieron que remontar en Tel Aviv ante el Maccabi un 1-2 para rematar agónicamente en Atenas. Pero lo que cuenta es que al final siempre están donde quieren y nadie se mueve mejor que ellos en esos terrenos donde a otros se les cae el mundo encima.
Apuntando hacia una final CSKA-Barcelona, nada sorprendería que fuese la contraria, aunque al Barça se le puede exigir no fallar en el primer acto. Lo único que está claro es que el fin de semana se presenta apasionante, con sonoros duelos colectivos e individuales, inteligentes entrenadores y el más importante de los trofeos en juego. Más se puede pedir, pero es difícil de dar.
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