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La final que sí fue

Atlético y Athletic defienden la jerarquía del fútbol español tras el revés en la ‘Champions’

Los jugadores del Athletic observan el escenario de la final.
Los jugadores del Athletic observan el escenario de la final.LUIS TEJIDO (EFE)

Estaba “agendado”, en el español de Marcelo Bielsa, que la final por antonomasia era la que disputarían en la Champions el Barcelona y el Madrid. Pero se frustró por distintos motivos: por la falta de acierto en la tormenta de remates del Barça contra el Chelsea y por la durísima oposición de un buen Bayern en el caso del Madrid. Pero el fútbol español tenía otra bala en la recámara cuando se plantó con tres equipos en las semifinales de la Liga Europa para reivindicar la jerarquía del juego de un campeonato excepcional. El Atlético y el Athletic representan hoy a la clase media alta de la burguesía futbolística europea. En una Liga monopolizada por los dos grandes equipos españoles, la presencia de otros dos en la otra final europea significa una dosis de autoestima y convencimiento de que el modelo funciona más allá de la desigualdad nacional, indiscutible, entre los grandes jerarcas de la competición.

El Atlético y el Athletic representan la final que sí fue frente a la que no pudo ser sin que se atisbe el menor asomo de inferioridad competitiva. Ambos clubes, emparentados en el origen, disponen de argumentos futbolísticos indiscutibles y, sobre todo, de la fidelidad de sus aficiones, que convertirán hoy Bucarest en una fiesta rojiblanca de tamaño descomunal.

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El jugueteo de la historia, sin embargo, es diferencial. El Atlético llega a la final tras obtener hace dos años este título ante el Fulham, quizás cuando menos lo esperaba, y el Athletic acude 35 años después de haber perdido una final europea contra el Juventus. No es lo mismo. Aunque apenas quedan dos futbolistas, que quizá no jueguen hoy (Domínguez y Perea), de aquella final triunfadora del equipo madrileño, la experiencia participa de una genética hereditaria. En el Athletic, ninguno de los actuales futbolistas había nacido siquiera cuando su equipo se llevó el batacazo ante La Vecchia Signora. Lo conocen, pero no lo sufrieron. Sin embargo, saben, desde Manchester, que tienen probablemente la oportunidad de su vida, como resaltó ayer Ander Herrera.

La prudencia predomina y se amontonan los mensajes filosóficos

Diego Pablo Simeone también dudaba ayer del valor de la experiencia “porque, en el fondo, no significa nada”: “La fortaleza y la ilusión es lo más importante en cualquier final”. Falcao iba más allá al evaluar los valores anímicos. “Una final se juega con la ilusión del chico que empieza y la experiencia de un veterano. Ambas cosas hacen falta”, dijo el delantero colombiano. En resumen, según Simeone, “se trata de saber sostener el entorno de lo que significa ganar, pero sin pensar en él”.

Bielsa cree que el Athletic es como es y asegura: “Si se produce la especulación de que el Atlético ceda la pelota para ganar el espacio, nosotros sabremos que asumimos un riesgo, pero confiamos en que, a cambio, obtengamos mayores posibilidades de ataque”.

Imagen del Nacional Arena de Bucarest, sede de la final.
Imagen del Nacional Arena de Bucarest, sede de la final.BOGDAN CRISTEL (REUTERS)

La prudencia predomina y se amontonan los mensajes filosóficos. Mientras los aficionados desparraman sus sentimientos, los protagonistas se afanan en ahorrarse su euforia. Simeone pide que sus futbolistas “no piensen, sí, sí, sí, en la victoria” y Bielsa reconoce que da el mismo trabajo “rebajar la ansiedad que afianzar la autoestima”.

Mensajes horizontales para una final horizontal, sin un favorito, con idéntico estado de necesidad. La historia nunca es un freno para el éxito. Lo que quedará claro, en cualquier caso, es que el fútbol español tendrá un escaño de privilegio en Europa tras el varapalo padecido en la Liga de Campeones. Sin duda, no es un premio menor. Es, simplemente, el desenlace de la final que sí fue. Aunque uno ría y otro llore.

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