_
_
_
_

“No me perderéis nunca”

Guardiola agradece el cariño de la afición y asegura: “Os echaré de menos"

Puede que no sea casual que el último partido de Guardiola como entrenador del Barcelona en el banquillo del Camp Nou se jugara contra el Espanyol: era el equipo de su abuelo Sebastià. Después de cuatro años inolvidables, al campo se acercaron 84.094 aficionados dispuestos a darle las gracias y a decirle hasta pronto. Y eso hicieron. Recibido con una enorme pancarta que cubría media tribuna en la que se veía su cara, el escudo del Barça y un mensaje: “T’estimem, Pep!” [¡Te queremos, Pep!], no había empezado el partido y ya estaba claro de que la fiesta no era un derbi, era una despedida.

Guardiola vivió el duelo con la intensidad que merecía, por mucho que el resultado, ayer, fuera lo de menos. Por eso se le escuchó apretar a Pedro: “¡Vamos, Pedro, que llevamos cinco años juntos y todavía me haces esto!”, le soltó tras un error en la presión.

Antes del partido, centenares de aficionados se acercaron a un mural instalado por el club para dejar su frase de agradecimiento, la mayoría con deseos de felicidad, y sobre todo, de afecto, mucho afecto para con Guardiola, el mismo que le mostró Messi cuando se acercó a dedicarle su gol número 50 este año.

El equipo se quedó en el césped para rendir tributo al de Santpedor

El campo se llenó con barcelonistas anónimos y otros de postín. En la zona noble no se vio a Laporta, pero se le escuchó criticar a Rosell en Catalunya Ràdio, desde su localidad de socio. “No he ido al palco porque no acepto invitaciones de quien me demanda. A Rosell ya le va bien que Pep se vaya”, dijo, ácido, el expresidente. Se vio al presidente de la Generalitat, Artur Mas, y a la naturalista Jane Goodall, y estuvieron personas que de verdad quieren a Guardiola, como sus padres, Valentí y Dolors; Josep Maria Orobitg, su agente; la periodista Mònica Terribas; el seleccionador de balonmano, Valero Rivera, y el exdirectivo Evarist Murtra.

Por una vez, ni la afición ni los jugadores desaparecieron de la escena cuando el árbitro pitó el final. Manel Vich le puso palabras al sentimiento del barcelonismo en el inicio de un homenaje elegante y sencillo, por expreso deseo del entrenador. Se escuchó por megafonía: “Nos lo has dado todo como jugador y como entrenador, nos has hecho felices y nos has llenado de orgullo por los éxitos conseguidos y, especialmente por cómo los has conseguido. Gracias porque has hecho bandera de los valores del club y nos has hecho disfrutar de un fútbol único. El Barça es y será siempre tu casa. Siempre estarás en nuestro corazón. Gracias Pep”.

La grada era un mar de lágrimas mientras sonaba la canción Que tinguem sort

De pie, solo, Guardiola agradeció el mensaje con aplausos mientras en los marcadores un vídeo con imágenes de los últimos cinco años reventaba el ánimo. Para entonces, la grada ya era un mar de lágrimas mientras sonaba la canción Que tinguem sort, de Lluís Llach. Le tocaba hablar a Pep y lo hizo.

Emocionado pero sereno: “La vida me ha hecho este regalo. Durante cinco años he podido teneros cerca, disfrutar del maravilloso espectáculo de estos chicos. Yo he sido un privilegiado como vosotros. Gracias a todos porque día tras día hemos currado mucho para que pasárais unos buenos ratos viendo jugar al fútbol. Sabed que os echaré mucho de menos, yo soy el que más pierde. Os dejo en las mejores manos”. “A mí no me perderéis nunca”, avisó antes de ser manteado. Hubo sardana en el centro del campo como las grandes noches, aunque no hubiera títulos. Pep buscó la mano de Tito, y al romperse el círculo, el abrazo de Estiarte. Para entonces, lloraban miles de aficionados, lloraba Zubizarreta. Rosell, estoico, no: “Las lágrimas van por dentro. Pep se va pero volverá cuando y como quiera. Es un hasta pronto”, dijo el presidente.

En la grada estuvieron Valentí y Dolors, sus padres, y Josep Maria Orobitg, su agente

“Emocionado, agradecido y contento” dijo sentirse el técnico, que quiso destacar la honestidad del juego de su equipo y avisó: “No me he ido y ya están pidiendo que vuelva. Que dejen que la vida haga su camino”, pidió.

Una hora después de vaciarse el estadio, Pep volvió al campo con su compañera, sus padres, sus hermanos y sus hijos. En lo alto del estadio, Alfonsa García lloraba. Trabaja en el club desde 1950 y desde 1957 se encargó de los lavabos de señoras de la tercera gradería de la tribuna del Camp Nou. La prejubilaron ayer. El día que se fue Pep, se fue la señora Alfonsa.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_