LeRoy T. Walker, un pionero fuera de la pista

LeRoy T. Walker, el primer presidente afroamericano del Comité Olímpico de Estados Unidos, falleció el pasado 23 de abril en Durham (Carolina del Norte) a los 93 años. Su muerte fue anunciada por la Universidad Central de Carolina del Norte, institución de la que fue rector desde 1983 hasta su jubilación en 1986, y en la que se labró su fama como entrenador.

 A lo largo de su vida, Walker protagonizó grandes gestas personales y profesionales, tan propias del olimpismo, un mundo del que formó parte durante años representando a distintas naciones. Nieto de esclavos y el benjamín de una familia de 13 hermanos, Walker nació en el año 1918 en una Atlanta dominada por la segregación. Tras una breve temporada en Nueva York, donde se mudó al morir su padre, Walker regresó al sur de Estados Unidos para convertirse en el primer miembro de su familia en matricularse en la universidad. En 1940 se graduó en Benedict (Carolina del Norte), donde jugó a fútbol americano y a baloncesto, un año después obtendría el doctorado en Educación Física por la Universidad de Columbia, y en 1957 lograría otro doctorado, esta vez en Biomecánica, por la Universidad de Nueva York.

El universitario fue el primer campo en el que Walker fue pionero, pero no el último. Si algo destaca en su biografía, además de las palabras Juegos Olímpicos, es el término “primero”. Antes de convertirse en el primer presidente afroamericano del Comité Olímpico de Estados Unidos, entre 1992 y 1996, ya fue el primer entrenador de raza negra en dirigir al equipo de atletismo de su país. Fue el precursor de los muchos que vendrían después. Él fue el encargado de liderar al grupo que participó en los Juegos Olímpicos de Montreal 76, que obtuvo 22 medallas, entre ellas los oros de Edwin Moses en 400 metros vallas, de Arnie Robinson en salto de longitud o de Bruce Jenner en decatlón.

La capacidad de Walker para forjar atletas comenzó antes de los Juegos de Montreal. Durante su etapa como profesor en la Universidad Central de Carolina del Norte entrenó a 40 campeones de EE UU y a 12 medallistas olímpicos, como el vencedor de los 100 metros vallas en Melbourne 56 y Roma 60, Lee Calhoun, o los integrantes del equipo de relevos que ganó la medalla de oro en los Juegos de Múnich de 1972.

Se encargó de organizar las Juegos Olímpicos de Atlanta 96

Walker y el mundo del olimpismo están indisolublemente unidos. Además de al equipo de atletismo de EE UU, previamente el entrenador ya había estado al cargo de los de Etiopía, Israel, Jamaica, Kenia y Trinidad y Tobago. Entre 1988 y 1998 ocupó el cargo de tesorero del Comité Olímpico de EE UU y estuvo al frente de la organización que logró la nominación de Salt Lake City (Utah) como sede de los Juegos de Invierno de 2002.

Pero sin duda fueron los Juegos que él se encargó de organizar, los de Atlanta 96, los que más emocionaron al veterano entrenador. 78 años después era testigo de cómo había cambiado la ciudad que le vio nacer y, con ella, su propio país. El mismo que le impidió cursar Medicina por ser negro y no tener dinero, el mismo que, décadas después, lo convirtió en el primer presidente afroamericano en dirigir su Comité Olímpico.