Djokovic asalta el reino de Nadal
El español es el tenista que más puntos defiende en la gira de tierra que arranca esta semana con el torneo de Montecarlo
Esto es el torneo de Montecarlo, junto a Roland Garros la joya de la tierra batida. Aquí, en 2003, se dio a conocer Rafael Nadal, entonces un chavalín que derrotó a Albert Costa, el número siete. Aquí, en 2010, lloró el mallorquín como un niño, tras ganar el torneo y romper una sequía de casi un año sin levantar trofeos. Aquí, en 2011, celebró el número dos su único título valorado en 1000 puntos de un curso en el que perdió cuatro finales de esa valía contra el serbio Novak Djokovic. Y aquí busca Nole asaltar el reino del español: el número uno no compitió en el Principado en 2011, cuando Nadal conservó por séptima vez su título más querido, uno que marca sus emociones y sensaciones para toda la gira de tierra.
“Montecarlo, para Rafael, es un torneo especial”, explica por teléfono Toni Nadal, tío y entrenador del número dos, tras ver cómo su sobrino abandonaba sin jugar las semifinales de Miami para infiltrarse factores de crecimiento en las maltrechas rodillas, de nuevo aquejadas de una tendinitis. “Está claro que llega muy justo. Aquí siempre ha logrado buenos resultados, ha jugado buenos partidos y por eso es un torneo en el que se siente muy a gusto, como si estuviera en casa”, continúa. “Ahora lo que cuenta es que juegue bien. En Miami, con el saque, tuvo que sacar más cortado porque con los problemas en la rodilla no podía impulsar bien. Luego, una cosa es la tierra y otra la pista rápida. Igual que en la gira de pista dura ha hecho cambios para ser más agresivo, en tierra variará un poco (con respecto a otros años) pero sin hacer ninguna barbaridad. ¡Siempre ha logrado buenos resultados!”.
Pese al brillante curso que protagonizó Djokovic en 2011, ningún tenista defiende más puntos en la gira de tierra que Nadal, quien perdió el año pasado las finales de Madrid y Roma contra el serbio, para luego ganar Roland Garros: el español pone en liza 4.200 puntos, el grueso de su ránking, por los 2.970 de Nole, los 1.830 del suizo Roger Federer y los 1.530 del británico Andy Murray. El puesto de Nadal como segundo jugador del planeta, lo que le evita enfrentarse al serbio antes de la final de cada torneo, está en juego. El finés Jarkko Nieminen, que hoy venció al checo Radel Stepanek por 6-3 y 7-6 (3), será el primer rival del español en la segunda ronda.
Nada más llegar de Miami, el mallorquín se preocupó de solucionar la tendinitis de la rodilla izquierda. Recurrió, como hace periódicamente, a un dolorosísimo tratamiento con plasma. La técnica “consigue imitar y acelerar (hasta un 40%) los mecanismos fisiológicos de reparación que se ponen en marcha espontáneamente en todos los tejidos tras una lesión”, según la empresa española que lo ha desarrollado. “Lo que se logra es la sustitución de tejido destruido o deteriorado por tejido nuevo, de forma natural, pero en mucho menos tiempo que con los tratamientos tradicionales”. No se empezó a entrenar hasta dos días antes de viajar a Montecarlo.
Nadal, que espera que la arcilla proteja sus articulaciones y atempere el dolor frente a la abrasión del cemento, necesitará todo eso y más para defender su templo. Montecarlo es una bendición para su juego. Hay arcilla. Se compite a nivel del mar. El club despierta su lado más sentimental, porque es pequeño y coqueto, como de familia, y le remite a sus años de principiante y a las historias que escuchó de boca de su tío Toni. Aquí, en Montecarlo, Nadal se dio a conocer al mundo. Aquí, durante siete años seguidos, repitió el ritual de levantar el título, convertido en invencible. Aquí, tantas veces celebrado, pone en juego más que el trofeo. Su convencimiento futuro, la seguridad que sientan en sí mismo en los próximos torneos, la fe que tenga o deje de tener en que ganar a Djokovic es posible… todo eso se discute sobre el albero.
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