El gran chasco de Tiger
Un irreconocible Woods firma su peor resultado en Augusta en cuatro rondas desde su debut como amateur en 1995
Con lo formales y disciplinados que son en Augusta, tan mirados con su imagen, los arrebatos de furia de Tiger Woods y sus continuos lanzamientos del palo al suelo, una vez incluso dándole un puntapié con la bota, en el hoyo 16, sentaron como una traición. Por mucho que se llamara Tiger, aquello era motivo de sanción, de modo que Woods tuvo que pedir disculpas públicamente. “Estoy frustrado a veces en el campo porque intento golpes que no me salen. Pido perdón si he ofendido a alguien”. Su madre, Kutilda, y Phil Knight, el presidente del gigante que le patrocina, Nike, asistieron a los malos modos de su chico con el gesto torcido.
Ha sido un Tiger irreconocible, tanto por sus pataletas como su juego, todavía en construcción. El cambio de swing ha obligado a Woods a convertirse en un golfista nuevo. Y todavía no controla los nuevos movimientos de su cuerpo. El jugador que podía salir y embocar casi a ciegas sufre ahora para encontrar las medidas al campo y a los greens. Estos días en Augusta ha fallado de todas las formas posibles. Desde el tee ha perdido muchas calles, y en el green ha sido un jugador vulgar con el putt. Si hace tres semanas sorprendió con su juego en el Arnold Palmer Invitational (su primera victoria en 30 meses), en el Masters no se ha visto ni la sombra de aquel jugador con fantásticas estadísticas en los greens en regulación y los putts. En los pares cinco, por ejemplo, apenas ha conseguido birdies, un terreno habitualmente cómodo para él: en 2010, por ejemplo, consiguió recortar 15 golpes al par del campo en el total de los pares cinco durante los cuatro días del torneo; y 10 en 2011.
Tiger se marchó hasta los 293 golpes en Augusta, su peor registro en cuatro rondas desde que en 1995 debutara como amateur (al año siguiente no pasó el corte). Y acabó clasificado el número 40, como McIlroy, cuando en los siete últimos años había finalizado entre los 10 primeros.
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